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El amor, como salvación universal

Foto: Tomada de Radio Caibarién

Un recorte de periódicos la auxilió cuando alguien le preguntó, en una especie de debate colectivo, qué maestro desearía para sus nietos. La educadora desdobló el papel, lo leyó en voz alta y convidó a la reflexión: “la salvación universal está en el amor”, afirmaba la letra entintada, frase que caló en ella de forma tal que siempre quiso conservarla.

Y es que el amor acompaña en la vida todos los gestos altruistas y maravillosos, dentro de los cuales se inscribe la educación, ese acto consciente y responsable que despeja los caminos de la ignorancia, y, en proyectos sociales como el nuestro se propone formar ciudadanos comprometidos y revolucionarios.

Así, este mes del año nos lleva a una fecha de gran significación: el Día del Educador, en conmemoración del 22 de diciembre de 1961, cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en un acto sin precedentes en la Plaza de la Revolución José Martí declaró a Cuba primer territorio libre del analfabetismo en América Latina.

Desde entonces han transcurrido 56 años y hoy los desafíos, por supuesto, son otros. Pero si indagáramos un común denominador entre aquella época y la de nuestros días tendríamos que apelar, necesariamente, a esa búsqueda incesante de un ser humano dotado de las mejores cualidades y valores.

José Ramón Fernández —asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro Ruz— decía durante el último pleno del comité nacional del Sindicato de los Trabajadores de la Educación, la Ciencia y el Deporte (SNTECD) que los maestros “son el alma de la educación de la sociedad que queremos” y los ejecutores de esa gran tarea.

Manifestó su cariño hacia ellos, “por su espíritu y abnegación” y los exhortó a combatir y enfrentar las manifestaciones de falta de educación y de sentido de convivencia, sobre lo cual alertó el Presidente Raúl Castro Ruz en julio del 2013.

Por ello, los maestros, los profesores de las diversas enseñanzas y niveles educativos, los entrenadores, el personal de apoyo a la docencia, están en el deber de llevar adelante esa batalla, la cual se ha convertido en un punto permanente de atención para los ministerios de Educación y Educación Superior, y demás organismos formadores.

De ahí que el SNTECD convocara la realización —por segunda vez— del proceso denominado Por el fortalecimiento de la ética, la moral y los valores en el ámbito educacional y deportivo, con el propósito de analizar el tema en las asambleas de afiliados y de trabajadores, bajo la guía del discurso pronunciado por Fidel el 7 de julio de 1981, en la graduación de profesores del IX contingente Manuel Ascunce Domenech, donde por primera vez él formuló de manera abarcadora la ética del educador cubano.

Cada colectivo ha realizado el proceso según sus particularidades. En Granma, por ejemplo —desde el criterio de Dalgis Rodríguez Gala, secretaria general del comité provincial del SNTECD—, se ha desarrollado tomando como base el diagnóstico de la situación existente y se han puesto en práctica varias iniciativas: la digitalización de dicho documento para facilitar los debates, la participación activa de los dirigentes sindicales en los consejos de dirección, el apoyo de materiales audiovisuales y la búsqueda de asesoramiento en la universidad y en otros especialistas. “Nosotros tenemos —precisó la dirigente sindical— que seguir profundizando en este asunto; no olvidemos que Fidel decía que los educadores son los que materializan la política del Partido, por eso es necesario ser un buen maestro o profesor, un incansable luchador contra lo mal hecho, una persona preocupada por su constante superación. Debemos ir más al detalle, al trabajo personalizado para llegar al corazón de los afiliados y sensibilizarlos con cada una de las tareas”.

A la par de los procesos sustantivos de las enseñanzas, del tercer proceso de perfeccionamiento en la educación general, y la consolidación de la integración de las universidades cubanas, la formación en valores es un eje indispensable para lograr —cada vez más— un egresado profesionalmente competente, dotado de sensibilidad humana y sentimientos patrios.

Alcanzar tal anhelo es un asunto complejo, que atraviesa más de una arista, pero cuando el amor está presente en el quehacer cotidiano y en el respeto colectivo, todo es posible. El Che lo concibió así en uno de sus escritos: “(…) el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad”.

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