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Instituto de Biotecnología de las Plantas: Una historia de pasión… 25 años después (+ Fotos)

Apenas basta cruzar el umbral del Instituto de Biotecnología de las Plantas (IBP) para percibir una extraña sensación de quietud y soledad. Varios pasillos desiertos, cómodos asientos desocupados y una excelsa pulcritud en cada sitio le anuncian al visitante la entrada a un lugar aparentemente inmóvil y callado. Sin embargo, detrás de cada puerta, en una casa de cultivo o junto a un cuarto estéril, cada quien habla con orgullo de su labor y transforma el silencio en un diálogo sobre la ciencia y su impacto social.

Durante su visita Fidel se interesó por conocer cada uno de los detalles del proceso productivo.

Adscrito a la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV), el instituto es protagonista en el desarrollo de la biotecnología vegetal en el país. Fundado en pleno Período Especial, tuvo el reto de promover una tecnología novedosa y asumir investigaciones básicas, aplicadas y de innovación para defender en la Isla la idea de una verdadera soberanía alimentaria.  

Desde su creación, el centro se encarga de entregar al Ministerio de la Agricultura (MINAG) semillas, embriones y posturas para los diferentes programas de la nación. Igualmente, de sus laboratorios han surgido variedades de plantas mejoradas genéticamente para resistir las plagas o enfermedades y adaptarse a determinadas condiciones como las características del suelo o la disponibilidad de agua. A su vez, nuevas tecnologías de cultivo y macropropagación llevan el sello del instituto que llega ahora al cuarto de siglo de existencia.

El reto de liderar la biotecnología vegetal en Cuba

La producción de vitroplantas es una de las principales líneas de investigación en el IBP.

El IBP tiene su núcleo fundacional a finales de la década del ´80 de la pasada centuria en un pequeño colectivo de investigadores conocido como Grupo de Mejora Genética, perteneciente a la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UCLV. Allí los alrededor de veinte científicos trabajaban en el cultivo de tejidos de variedades de plátanos y caña de azúcar y daban los primeros pasos para el desarrollo de la biotecnología vegetal en Cuba.

A partir de los resultados obtenidos por el grupo e impulsados por la necesidad del país de fomentar la obtención de una semilla nacional de papa, surgió la idea del Comandante en Jefe Fidel Castro de crear un centro capaz de garantizar, desde la ciencia y el manejo genético, semillas y posturas de calidad para sustentar el necesario desarrollo agrícola de la nación. Dirigidos por el Dr. C Juan Nivaldo Pérez Ponce, aquellos científicos tuvieron el reto de llevar a gran escala los resultados obtenidos antes en sus pequeños laboratorios.

Según recuerdan varios de los protagonistas, entre los primeros éxitos del Grupo de Mejora Genética estuvo la creación en 1987 de la primera biofábrica del país,una instalación dedicada a la producción a escala comercial de especies vegetales mediante técnicas basadas en el cultivo in vitro. Como parte de este novedoso esquema, convertido luego de la fundación del IBP en una red nacional, la entidad suministraría el material de partida y asumiría con sus equipos y especialistas las primeras y más complejas fases del proceso. Luego, las biofábricas debían encargarse de la aclimatación de los cultivos y finalmente de su entrega a los productores en las distintas provincias del país.

“Desde mi segundo año en la carrera de Agronomía me vinculé al grupo y cuando seleccionaron a diez estudiantes para completar un programa de formación especial para poner a punto las primeras biofábricas del país estuve entre los elegidos. Nos graduamos en abril de 1990, solo tuvimos una semana de vacaciones y enseguida nos incorporamos al trabajo en varios lugares de Cuba, pero siempre con la condición de regresar a Villa Clara una vez finalizada la construcción del instituto”, rememora el Dr. Manuel de Feria Silva, investigador titular del IBP y uno de los testigos de aquellas primeras experiencias.

Mientras en varios puntos de Cuba avanzaba la instalación de las biofábricas, la brigada de constructores encargada de erigir el IBP daba los últimos detalles a la moderna edificación y poco a poco albañiles, arquitectos e investigadores se unían para comenzar a mudar todo el equipamiento científico y el material necesario para los laboratorios. Entre ellos estaba Tatiana Pichardo Moya, capaz de recordar todavía “los días duros de limpieza” y alguna noche sin dormir dedicada a “quitarle el cemento a los cristales o a la instalación de las luces y los aires acondicionados”.

“Incluso, se asume la fecha del 19 de noviembre como la de la inauguración porque ese fue el día que empezamos a cocinar aquí. Era tanto el ritmo de trabajo y el ímpetu por comenzar que cuando todo estuvo listo los encargados de elaborar los primeros alimentos fueron un investigador y uno de los choferes. Así estuvimos hasta la incorporación de nuestro primer cocinero oficial, pero ya investigábamos otra vez”, agrega risueña.

Aunque ha pasado por casi todas las áreas, para Amado Pérez lo más importante es trabajar con sentido de pertenencia en cada una de ellas (Foto: Yunier Sifonte/Cubadebate)

Amado Pérez Cabrera, por su parte, dice que llegó al IBP como “un guajiro de un central” cuando aún el edificio no abría las puertas. Todo lo que sabe — confiesa— se lo debe al trabajo constante, al respeto y al diálogo con cada uno de los investigadores. Según cuenta el especialista en control de la calidad en las casas de cultivo, los primeros meses fueron complejos, pero eso nunca resultó un impedimento para apostar por salir adelante.

“Cuando empezamos la situación estaba difícil de verdad, porque el Período Especial golpeaba fuerte. El instituto queda a alrededor de 8 kilómetros de la ciudad y el transporte escaseaba. Por aquel tiempo a la universidad la asignaron un grupo de bicicletas, todos los trabajadores recibimos una y así llegábamos hasta aquí. Desde el director hasta el obrero, muchas veces nos poníamos de acuerdo a una hora para salir juntos para acá y nunca nadie regresaba antes de las seis de la tarde”, recuerda.

Durante aquellos primeros años, el IBP centró sus esfuerzos en el fortalecimiento y ampliación de la red de biofábricas del país, así como en la mejora genética y propagación de plantas tan diversas como la papa, el plátano, la caña de azúcar, el café o el ajo, fundamentalmente a través del método conocido como organogénesis. Según explica la Dra. Leyanis García Águila, esa técnica consiste en reproducir organismos a partir de explantes —popularmente conocidos como hijos— obtenidos en el campo para lograr in vitro nuevos ejemplares.

Para los trabajadores del centro, sin embargo, el momento más recordado de este cuarto de siglo no está en la creación de una variedad de planta, ni en el cumplimiento de alguna compleja meta productiva. Según cuentan, el instante más emotivo ocurrió en septiembre de 1996, cuando casi de imprevisto Fidel Castro apareció con su uniforme verde olivo y pasó factura a la institución que él mismo ayudó a concebir.

La Ms.C Alexis María Rodríguez, por aquel entonces trabajadora de la biofábrica del IBP, no pudo estar cerca del líder de la Revolución Cubana, pero no olvida la pregunta y el interés sobre “aquellas muchachas vestidas de verde que saludan por los cristales”. Tampoco el Dr. Manuel de Feria, joven secretario del Partido Comunista de Cuba en la institución, deja pasar la oportunidad para contar su historia.

“Había intercambiado con Fidel durante un congreso de la UJC en el año 1992. Allí hablamos sobre el desarrollo de la biotecnología en el país y el uso de los grandes laboratorios comerciales para extender los resultados de la investigación. Cuando llegó aquí cuatro años después pasó junto a mí y me dijo: «científico, ¿cómo va el tema de las biofábricas»? Aquello fue un golpe tremendo, porque cómo aquel hombre podía acordarse de mi fisionomía o del debate de varios años antes. Realmente su visita fue un impacto muy grande y un impulso para muchos de los trabajadores en momentos duros para el país”, confiesa.

Durante los años siguientes, el IBP tuvo momentos de crecimiento y otros marcados por la compleja situación económica en la Isla, el choque con incomprensiones de directivos o el daño del bloqueo impuesto por Estados Unidos sobre el sector científico de la nación. Sin embargo, se las arregló para recibir en varias ocasiones la condición de Vanguardia Nacional y obtener en 2005 el Premio Nacional de Innovación Tecnológica, gracias al impacto de las biofábricas en Cuba y en países como Colombia o Argentina.

A su vez, en medio de ese panorama el IBP consolidó su posición como máximo exponente de la biotecnología vegetal en el país y concretó valores institucionales capaces de convertirlo en un centro de referencia a nivel mundial. En tal sentido, muchos de sus fundadores recuerdan “el horario extendido hasta las 6 de la tarde para cumplir alguna meta”, las campañas de papa y “con sus días de labor hasta la medianoche del 30 de diciembre”, o el ajetreo de todo el personal trasladando hacia el teatro más de un millón de posturas “que había que salvar cuando un huracán ponía en riesgo nuestro trabajo”.

Igualmente, otro de los grandes objetivos del instituto desde su nacimiento estuvo en la estructuración de su actividad científica. De un lado, surgió con un área de ciencia y técnica —encargada de promover, planear y ejecutar los estudios— y otra de producción, enfocada a la comprobación sobre el terreno de los resultados obtenidos en los laboratorios y de entregar las plantas directamente a los productores.

Esa interrelación permitió siempre concebir las investigaciones como un ciclo completo y llevar las nuevas variedades genéticas, junto a cada técnica o metodología de cultivo, directamente hasta las manos de los campesinos y con ello sentar las bases para una constante continuidad y ampliación de cada estudio.

La embriogénesis somática, el desafío de la papa y los años por venir

Las condiciones de esterilidad son imprescindibles para garantizar la calidad del trabajo.

A 25 años de fundado, el IBP parece enfrascado como el primer día en la búsqueda de soluciones a cada nueva necesidad del país. Sin importar su área de especialización tecnológica, o si son jardineros o recepcionistas, muchos de sus trabajadores hablan con soltura sobre la investigación o el resultado científico más inmediato. Entre sus diálogos, en cada pasillo o laboratorio, dos palabras surgen a cada momento: embriogénesis somática, y de pronto uno descubre tanto orgullo compartido y entiende por qué el centro aspira nuevamente al Premio Nacional de Innovación Tecnológica.

De acuerdo a los datos ofrecidos por la Dr. C. Leyanis García Águila, responsable del proyecto de investigación para el empleo de esa técnica en la propagación masiva de plátanos y bananos, la embriogénesis somática es resultado de más de dos décadas de estudio de los especialistas del IBP. Según dice, aunque es un sistema utilizado tradicionalmente en programas de mejoramiento genético, no existen referencias de su uso para la producción de plátanos y bananos a escala comercial y abre muchas puertas para concretar uno de los saltos tecnológicos más importantes para la agricultura y la biotecnología vegetal cubana.

Básicamente, la tecnología registrada por el IBP consiste en utilizar la pampana (conocida como teta del plátano y habitualmente un producto de desecho en los campos) para reproducir la planta. De acuerdo a la especialista, esta técnica permite lograr una población homogénea, con mayor vigor vegetativo, alta calidad genética y menor contaminación microbiana. Asimismo, incide en el aumento de la producción, pues posibilita realizar tres ciclos de producción por año, mientras que con el proceso anterior de organogénesis solamente podía ejecutarse uno.

Según los avales emitidos por distintos centros de producción que ya emplean el método y consultados por Cubadebate, las ventajas económicas y organizativas resultan considerables. Por ejemplo, la biofábrica de Mayabeque dijo que con la embriogénesis somática redujo en un 40 por ciento los costos de producción y aumentó sus ganancias en 5 mil pesos. Por su parte, la Dirección Nacional de Plátanos y Bananos del MINAG estimó rendimientos de más de 104 mil toneladas en el último quinquenio, aproximadamente la mitad de lo cosechado por el país en esos años.

Además, en las condiciones climáticas de Cuba ese método permite la conservación del material vegetal de partida y garantizar casi de inmediato la renovación de las plantaciones afectadas ante cualquier daño atmosférico. De hecho, luego del paso del huracán Irma el IBP entregó a las distintas biofábricas buena parte de las posturas de plátano necesarias para reanimar el cultivo, uno de los más dañados en el país. A su vez, los especialistas trabajan en la terminación de una tecnología similar para el cultivo del café y la caña de azúcar y aspiran a tenerla lista y funcional para 2020.

Para el Dr. Manuel de Feria allí radica uno de los principales valores del instituto, pues ofrece respuestas a los programas más importantes del país y se inserta con fuerza en la agenda de desarrollo hasta 2030. “Cada proyecto nuestro busca obtener algún producto o servicio exportable, o contribuir a mejorar la eficiencia y abaratar costos. Saber que aportas y eres parte, aunque muy pequeña, del aumento en la alimentación de los tuyos nos hace sentir orgullosos de trabajar aquí”, agrega.

Leonardo Moreno agradece siempre la posibilidad de investigar sobre temas que soñó durante su etapa de estudiante

Mientras tanto, el IBP aboga también por concretar una participación mayor en el cultivo de la papa en Cuba, una de las cosechas más importantes cada año para la agricultura en la Isla. Según el propio de Feria Silva, la institución científica desarrolló desde 2013 un protocolo para la obtención de la semilla original del tubérculo y es capaz de entregar a la industria nacional alrededor del 20 por ciento de las necesarias cada temporada para iniciar un paulatino proceso de obtención en Cuba de una semilla lista para el consumo humano.

“Aunque el proceso para transitar entre la semilla original y la certificada de papa es de alrededor de 5 años y requiere una infraestructura y una especialización todavía incompleta en el país, es importante comenzar a dar pasos escalonados en esa dirección. Eso nos permitiría ahorrar recursos que invertimos en la compra de la semilla en el extranjero, en ocasiones con multiplicaciones de más y por tanto de menos calidad. Nuestra semilla tiene la garantía de estar libre de plagas y enfermedades y posee un rendimiento y vigor fisiológico muy buenos”, agrega el Doctor en Ciencias Agropecuarias.

Aunque la iniciativa del IBP no implica dejar de importar semillas, sí aboga por un mayor apoyo para la generalización paulatina de su protocolo de obtención en el país. Además, parte de una noción esencial para el trabajo de todo el centro: garantizar una soberanía alimentaria y un salto tecnológico capaz de permitirle a la Isla enfrentar exigencias de los proveedores, fortalecer la sanidad vegetal y sobrellevar mejor los vaivenes de un mercado muchas veces tenso y cambiante. Luchar contra mentalidades reacias al cambio, convertirse en una entidad autosustentable y abogar por llevar a vías de hecho los resultados de la investigación aparecen entre los actuales desafíos de la institución.

Para la Ms. C Alexis María Rodríguez, por su parte, otro reto importante radica en preparar a los más jóvenes y defender cada una de las investigaciones, porque “aunque el trabajo es para que se vea en el plato del cubano, también tenemos otros estudios básicos encaminados a aportar al desarrollo científico y a servir de base para la creación de metodologías y técnicas para mejorar los cultivos”.

Mientras tanto, para un joven como el Ms. C. Leonardo Julio Moreno Bermúdez, con apenas seis años de experiencia en el IBP, en ese impulso a las nuevas investigaciones y a la formación de profesionales bien preparados radican otras de las claves para enfrentar el futuro. “Dar soluciones a los problemas del país, tanto económicos, como académicos y científicos, debe estar siempre en el centro de nuestra labor”, asegura.

Para ello, por ejemplo, el instituto mantiene un programa para la formación de doctores y másteres en Biotecnología Vegetal, consolida relaciones comerciales y de intercambio académico con más de 30 países, edita una revista científica y desde 1993 convoca cada dos años al Simposio Internacional de Biotecnología Vegetal.

Sin embargo, la esencia de cada conversación parece terminar siempre en el sentido de pertenencia, en perfeccionar cada día el sistema de investigación y lograr que cada trabajador encuentre en el IBP la realización de su proyecto de vida tanto profesional como personal. Para cada científico, técnico, especialista o personal de servicio, la condición máxima del éxito reside en inspirar en los más jóvenes la misma pasión de aquellos fundadores que hace 25 años rompieron esquemas y desde un surco, un microscopio o un frigorífico, sostienen todavía el trabajo de la institución líder de la biotecnología vegetal en Cuba. 

Con información de Cubadebate

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