El hombre nuevo se multiplicó en millones

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Hassan Pérez Casabona

En un mundo pletórico de imágenes, buena parte de las veces concebidas para apartarnos de la médula de los asuntos, todo lo que apunte a propiciar el crecimiento intelectual desde posiciones contrahegemónicas está condenado a nadar a contracorriente. Es una de las consecuencias de ese planeta patas arriba que describió con agudeza Eduardo Galeano, en el que lo fatuo se levanta por encima de los sustantivo.

Como sostén de esas estratagemas se erige el capital monopolista transnacional, empeñado en colonizar las mentes desde el consumo desmedido. Con certeza lo denunció en múltiples ocasiones el Comandante en Jefe Fidel Castro, al afirmar que le robaron el aparato de pensar a las personas y que las grandes compañías, a través de la televisión y el resto de los medios, se abrogaron el derecho de decidir cómo debíamos vestirnos, qué productos adquirir o, peor aún, por quién votar en una elección.

En esa concepción diabólica cada pieza encarna objetivos específicos, dentro de un engranaje que toma como motor la separación del ser humano con la realidad. Es, sin lugar a dudas, una formulación tenebrosa que se vertebra sobre la fractura con nuestras raíces; la apatía por las problemáticas presentes y el total desinterés por el acontecer futuro. El empeño de esas élites, además, radica en cercenarnos la posibilidad de apreciar, en toda su magnitud, nuestro devenir como naciones.

En el imaginario de los poderosos siempre aparecemos los de tez oscura, ojos rasgados, espíritu abierto o cualquier otro rasgo diferente a los suyos como comunidades menores, minusválidas y carentes de los atributos para brillar en el concierto internacional. Es algo macabro que, desde este lado de la tierra, se remonta al período en que inmigrantes puritanos en el norte se pensaron como espacio a imitar en lo “alto de la colina”, invocando un mandato divino, hasta las recientes manifestaciones ultrajantes de Donald Trump en Puerto Rico, lanzando papel sanitario a un pueblo que vive el horror de no poder recuperarse de los embates del huracán María.

Los que continuamos creyendo en las utopías, y no renunciamos a tocar con las manos nuevos horizontes, necesitamos incrementar el morral de argumentos, con el que batirnos en una pelea esencialmente de ideas. De ahí la significación de proyectos editoriales concebidos para dotarnos, despojados de lugares comunes y repeticiones estériles, de herramientas de enorme valor en el afán de colocar cada cosa en su debido lugar.

En esa línea, y con independencia de que en algún momento no estuvieran visibles, existen clásicos cuya trascendencia desborda geografías y épocas. Contexto Latinoamericano, una revista de Ocean Sur, es uno de ellos a partir del impacto que su lectura provocó antes y el interés que despierta ahora, entre lectores de disímiles latitudes. Su colectivo editorial, cargado de nuevos bríos, está consciente de la singularidad de este tiempo histórico y de la necesidad de trasladar reflexiones a todos los públicos, de manera especial los más jóvenes, enfundadas en los soportes y códigos de una etapa con marcado predominio de lo audiovisual. Es un reto inherente a cualquier publicación impresa: cómo captar la atención en momentos de extraordinario dinamismo, con conexiones permanente en redes sociales y la navegación en la web como elementos característicos.

Contexto… vence con elegancia estos desafíos, en buena medida porque no hace concesiones a su misión fundamental. En el editorial que encabeza este volumen 2 del año 1, de la segunda temporada, lo expresan sin ambages. “¿Somos alternativos? Sí. Alternativos al capitalismo, al neoliberalismo, al colonialismo cultural, a la hegemonía de los medios transnacionales de información. ¿Qué nos distingue?  El compromiso con la ética y con los sueños de justicia social en América Latina y el Caribe. Si eres de quienes aún creen en el marxismo, en el socialismo, en las revoluciones sociales y la justicia plena, súmate a nosotros, pues este también es tu contextos”.

Porque esta humanidad ha dicho basta y ha echado a andar.

Dos efemérides aparecen en el centro de la revista que acaba de ser presentada, en el Salón de Mayo del Pabellón Cuba, ante un auditorio repleto de estudiantes, jóvenes y profesionales de diversas ramas. El centenario de la Revolución Socialista de Octubre, sin la que no puede entenderse el mundo ulterior, y el 50 aniversario del asesinato del Che en Bolivia, el cual nos trae con todo vigor la impronta de un guerrillero inmortal.

Diseminados en una estructura en la que aparecen cinco apartados (Actualidad; Contrapunteo; Diálogos Marxistas; Para leer ahora y En proposiciones) se incluyen esta vez 17 trabajos de autores de diferentes procedencia y generaciones. En el primer acápite, que contiene prácticamente la mitad de los materiales, están: “La impronta de aquel octubre rojo de 1917”, de Jacinto Valdés-Dapena Vivanco; “Rumbo a Sochi, con aires de Festival” (Entrevista con Susely Morfa González, Primera Secretaria del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas), de Yunel Labacena Romero; “Colombia: El agridulce sabor de la paz”, de Jorge Enrique Botero; “La paz no puede ser una asunto cosmético” (Diálogo con jefes del Ejército de Liberación Nacional en Colombia), de Rodolfo Romero Reyes; “Ecuador: una continuidad con tintes de ruptura”, de Anisley Torres Santiesteban; “Ilusiones y realidades en el devenir de América Latina”, de Guillermo L. Andrés Alpízar; “La concepción cultural del desarrollo emancipatorio”, de Miriela Fernández Lozano y “Aprendiendo de los pueblos indígenas” (Entrevista con Gilberto López y Rivas), de Dalila Castro Fontanella.

En “Contrapunteo” fueron incluidos: “¿Seremos como el Che?”, de Yosvany Montano Garrido; “Revolucionaria la Revolución”, de Reisel Romero Reyes; “Cuba: De la Constitución del 40 a la Revolución del 59”, de Jesús Arboleya Cervera; “La diversidad que nos une”, de Dagné Reloba de la Cruz; “Orígenes y vigencia del pensamiento político de Fidel Castro”, de Fernando Martínez Heredia y “Fidel y la Crisis de Octubre”, de Elier Ramírez Cañedo.

En “Diálogos Marxistas” aparece: “Para pensar desde el marxismo”, de María del Carmen Ariet García; mientras que en: “Para leer ahora” lo hace: “Un libro, un hombre”, de Ernesto Limia Díaz y en “Proposiciones” se incorpora: “Bolivia 1967. La guerrilla en plena selva”, de José Gabriel Martínez Rodríguez.

No es posible referirnos en apretadas líneas a cada uno de estos valiosos materiales. En apenas un bosquejo sobre algunos de ellos, tenemos que en el ensayo de apertura Valdés-Dapena, investigador con una vasta obra en el campo de las ciencias sociales, escribe con acierto: “El bolchevismo fue capaz de forjar en el siglo XX un marxismo autóctono, autónomo y legítimo a partir de una interpretación creadora y novedosa de Marx y Engels. Los bolcheviques fueron capaces de demostrar que la socialdemocracia europea se había convertido en aliada estratégica de la burguesía y revelaron el carácter revisionista y oportunista de esta corriente pseudomarxista que se consideraba heredera y albacea de la obra de Marx y Engels. En nuestros tiempos estos enfoques se corroboran con precisión matemática. El marxismo encuentra, además, en la obra teórica de Lenin, derivada casi en su totalidad de las acciones políticas, la definición más exacta del concepto del Partido, resultado de un quehacer revolucionario de más de dos décadas. (…) La ausencia de la consideración del significado de lo que es una vanguardia dentro del movimiento político y social en nuestros tiempos, puede tener un costo elevado para cualquier revolución en desarrollo”.

En las respuestas brindadas al joven periodista Rodolfo Romero por los comandantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) Nicolás Bautista y Antonio García, estos se adentran en cuestiones sustantivas del proceso actual en el que está inmerso el hermano pueblo colombiano.  “Antonio: Nosotros luchamos por una paz que resuelva la participación de la sociedad, que le permita participar en el diseño de su destino. Que sea la misma sociedad quien formule las soluciones a los problemas. Nosotros pensamos que la negociación tiene que contar con la participación de la gente”.

Nicolás, entre varias ideas, afirmó: “La paz no puede ser un asunto cosmético para que todo siga igual, la paz de Colombia requiere cambios profundos sobre todo en la democracia, en la justicia, en la equidad social y en la soberanía. Un proceso que no culmine allí, realmente no es bienvenido por parte de las mayorías, sobre todo de las mayorías que son excluidas. Todo el mundo habla de paz, pero sin duda, la clase en el poder tiene una visión diferente a la nuestra de lo que tiene que ser la paz. Para ellos la paz es una realidad donde nadie le estorbe, para el proceso arrollador del neoliberalismo y para los propósitos del capital foráneo de arrasar con el país; esa es la paz del neoliberalismo. La paz de los revolucionarios, por el contrario, es una realidad nueva, donde haya justicia social y donde haya democracia”.

El destacado antropólogo mexicano Gilberto López y Rivas expone sus consideraciones sobre la necesidad impostergable de involucrar a los sectores populares, si en verdad aspiramos a levantar proyectos emancipatorio perdurables. “Uno de los principales aportes es que los pueblos nos enseñan una forma de participación horizontal y masiva que los gobiernos progresistas debieran aprender. (…) En la medida en que un proceso logra una participación real y masiva de concientización de la población en su conjunto, con un alto nivel de conciencia revolucionaria y de participación en diferentes formas de gobierno, prácticamente se vuelve un proceso indestructible. ¿Dónde está el secreto de la resistencia de Venezuela ante los embates del imperialismo? Chávez y Maduro han estado gobernando en contra de la hegemonía de los medios de comunicación masiva”.

Martínez Heredia, uno de los más respetados intelectuales cubanos y quien falleció meses atrás, explica en su artículo que: “El legado de Fidel es muy valioso para combatir confusiones y debilidades que resultarían suicidas, y para denunciar complicidades. Nos ayuda a comprender que Estados Unidos hace víctima a este continente tanto de su poderío como de sus debilidades, como una sobredeterminación en contra de la autonomía de los Estado, el crecimiento sano de las economías nacionales y los intentos de liberación de los pueblos. La explotación y el dominio sobre América Latina es un aspecto necesario de su sistema imperialista, y siempre actúa para impedir que esa situación cambie. Por tanto, es imprescindible que el antiimperialismo forme parte inalienable de todas las políticas del campo popular y de todos los procesos sociales de cambio. Desde 1959 en adelante, Fidel fue el mayor impulsor y dirigente del internacionalismo, ese brusco y hermoso crecimiento de las cualidades humanas que le brinda más a quien lo presta que a quien lo recibe”.

María del Carmen Ariet desgrana importantes valoraciones sobre el pensamiento del Guerrillero Heroico. La investigadora antillana, coordinadora científica del Centro de Estudios Che Guevara, apunta: “El Che, marxista por vocación y creación, forma parte de los revolucionarios y también intelectuales que han tratado, dentro del llamado Tercer Mundo y en particular dentro de su región de origen, América Latina, construir y luchar por hacer realidad la existencia de un socialismo que sea expresión de la liberación de los pueblos por parte de los más oprimidos en su excepción más amplia, su emancipación, y devolverle al comunismo su verdadera dimensión por intermedio de un socialismo que tuviera en sus bases el ejemplo práctico del la Revolución Cubana y del liderazgo de su figura esencial Fidel Castro”.

Limia Díaz examina parte de la obra del intelectual y ministro de Cultura Abel Prieto Jiménez, a propósito de la presentación de su libro Apuntes en torno a la guerra cultural. “Abel no es solo un destacado ensayista de nuestra vanguardia intelectual, ha contribuido también, sin duda, desde la cultura, al liderazgo de la Revolución. Después de leer sus Apuntes…, tengo mayor convicción de que la convergencia entre vanguardia intelectual y vanguardia política resulta imprescindible para encauzar la creación artística y el pensamiento transformador, en un clima de observación del orden social crítico y militante, idóneo para promover los cambios demandados por la nación en cada etapa de su desarrollo, sin traicionar ni a sus bases populares ni su esencia histórica”.

En la presentación de la revista hubo intervenciones emotivas de varios de los miembros del equipo editorial (Tamara Roselló); de los propios autores, como Valdés-Dapena, y de invitados especiales, como Graciella Ramírez, quien durante años fungió como la presidenta del Comité Internacional por la Liberación de los Cinco. Ramírez, además de referirse a los trabajos incluidos en este número, realizó un profundo análisis sobre el escenario latinoamericano y los principales desafíos para los movimientos revolucionarios. De manera particular se detuvo en la figura imperecedera del Che, quien se agiganta en el 50 aniversario en que se robusteciera (lo era desde mucho antes) como uno de los estandartes cimeros en la lucha por la justicia social en todo el orbe.

“El Che nos entregó, dijo con la voz entrecortada, una mirada limpia y cargada de esperanza en el futuro. Tenía la más absoluta certeza de que el hombre nuevo se multiplicaría en millones. Su alma, espíritu e ideas volaban a la velocidad de la luz para germinar sobre la tierra. Nunca ha estado tan presente como ahora. Cuanto más se conoce al Che más se le quiere. Él nos pertenece, como tantas veces nos dijera Celia Hart Santamaría -quien partió físicamente demasiado pronto- porque no hace entender el sentido de la vida”, concluyó.

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