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Fidel en la ONU: cuatro momentos de un pensamiento orgánico (IV y final)

Por Hassan Pérez Casabona*

“La lucha por lo imposible debe ser el lema de esta institución que hoy nos reúne”

Cinco años más tarde, en septiembre del 2000, volvió a levantarse su voz, esta vez en las deliberaciones de la denominada Cumbre del Milenio. Como en las ocasiones anteriores Fidel cumplimentó un programa abarcador, que le permitió entrar en contacto con disimiles personalidades políticas y sociales.

El día 6 intervino en el plenario de la Asamblea General y, nuevamente en pocos minutos, fulminó a quienes eran los verdaderos responsables de los principales males que enfrenta la humanidad. Sin perder un segundo, con un ritmo trepidante, desgranó cuestiones insoslayables en la aspiración de construir un mundo mejor. Sus reflexiones, el reconocimiento en ese sentido fue aplastante, devinieron en prolongación de lo que sentían millones en todo el orbe y que, desafortunadamente, no podían expresar.

Una síntesis de esas verdades, que se clavaron como dardos en el corazón de los promotores de la injusticia, la encontramos en estas ideas. Específicamente sobre las impostergables transformaciones a las que está abocada la ONU, señaló:

Sobre problemas denunciados a lo largo del tiempo, ratificó que:

Un día después también habló en la Mesa Redonda No. 2 convocada durante la Cumbre. En sus palabras dejó claro que estaba “traumatizado” por el “desastroso estado de salud del mundo”, ilustrando con datos inapelables ese terrible panorama.

En otra demostración de la solidaridad practicada por nuestro país desde 1959, explicó que estábamos dispuesto a cooperar con el personal médico necesario, si lo decidía la Naciones Unidas, con la Organización Mundial de la Salud y los pueblos de África Subsahariana para organizar la manera de enfrentar la terrible epidemia provocada por el SIDA y otras enfermedades en esas naciones. Podemos hacerlo porque disponemos del capital humano y éste, expresó, es más importante aún que el capital financiero.

Sus palabras estremecieron aquella sala:

“Estamos proponiendo, en concreto, un programa para África. No estoy exagerando en lo más mínimo, y no estamos buscando nada. Nuestros médicos adonde van no hablan ni de religión, ni de política, ni de filosofía, llevan años cumpliendo misiones y han adquirido un gran respeto y un gran reconocimiento por parte de la población. Dejo esta proposición en manos de esta mesa redonda de las Naciones Unidas, y más nada”. [1]

Esa propia jornada participó en la Mesa Redonda No. 3, «El papel de las Naciones Unidas en el Siglo XXI», en la que también analizó la compleja situación imperante. Esa Mesa fue presidida por el Comandante venezolano Hugo Chávez Frías, a quien Fidel le pidió trasmitiera a nombre de los participantes las preocupaciones allí expresadas, cuando hiciera uso de la palabra en la fecha siguiente.

Retomando lo urgente de transformar el funcionamiento de Naciones Unidas, comentó:

“Eso equivale a una especie de derecho divino, el veto, con un poder absoluto, al lado del cual aquel de Luis XIV no era nada. Si ese personaje histórico pudo decir: «El Estado soy yo», cualquiera de los que estaban en aquella mesa como miembros permanentes del Consejo de Seguridad podrían decir: «Las Naciones Unidas soy yo», en especial la superpotencia más poderosa en todos los terrenos. Esa es la realidad, lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que eso pueda ser eterno; y no puede serlo, porque el actual orden político y económico que impera en el mundo es, sencillamente, insostenible, y conduce a la catástrofe”. [2]

Hizo además un análisis profundo sobre la caótica situación imperante, al punto que calificó que estábamos en presencia de una economía virtual y especulativa que trastocaba cualquier evaluación. Criticó enérgicamente el robo de cerebros sufrido por América Latina en los últimos 40 años, perdiendo la región un millón de sus más destacado profesionales que pasaron a trabajar en Estados Unidos y Europa.

Explicó cómo, en la década reciente, 49 de los 67 Premios Nobel otorgados en Física, Medicina y Química fueron “robados” por los países desarrollados, los cuales disponen además del 97 % de las patentes.

Aprovechó la ocasión para saludar, entre muchas personalidades, a los presidentes Jiang Zemin, de China; Vladimir Putin, de Rusia; Mahatir Mohamed, de Malasia y Jerry Rawlings, de Ghana.

Al reencontrarse con sus amigos de Harlem, en la Iglesia Riverside, expresó: “Nosotros estamos bien informados de la tragedia que sufre el mundo, porque uno de nuestros principios más sagrados es la solidaridad. (…) Pienso algo más: La humanidad llegará al máximo de su conciencia y de sus cualidades potenciales cuando a una persona, la muerte del hijo de cualquier familia, le duela tanto como la muerte de su propio hijo o de cualquier otro familiar cercano (Aplausos)”. [3] 

Por cierto, luego de concluida la sesión inaugural de dicha reunión en Naciones Unidas, justo cuando se les indicaba a los mandatarios marchar hacia un local para tomarse la foto oficial del evento, el compañero Fidel y el presidente Clinton cruzaron un breve saludo, el único entre presidentes de ambas naciones antes de que Barack Obama y el General de Ejército Raúl Castro Ruz lo hicieran en Sudáfrica en diciembre del 2013, en ocasión de las honras fúnebres del inolvidable luchador anti apartheid y ex presidente Nelson Mandela. [4]

Con independencia de la brevedad de este material queda clara la coherencia del pensamiento de Fidel, en cuanto a la necesidad de luchar en todos los escenarios internacionales para construir un mundo mejor, así como la especial significación que le concedió al alcance de la ONU, en el enfrentamiento a los principales problemas que padece la humanidad.

Si bien permeados de los imperativos de cada etapa en que se produjeron sus análisis en la Asamblea General, ellos son invariablemente el reflejo de una visión orgánica, acerca de los graves riesgos impuestos por un orden internacional injusto, en la misma medida que constituyen, esencialmente, un testimonio de honda significación dialéctica y creadora sobre cómo enfrentar esos desafíos.

Parafraseando la oncena tesis de Marx sobre Feuerbach, Fidel nunca se dedicó exclusivamente a interpretar el mundo sino que, desde su acendrada cosmovisión tercermundista, formuló propuestas como nadie en aras de su transformación revolucionaria. Sus exámenes críticos sobre el desarme, el caótico orden económico, las relaciones internacionales, el imperialismo, las guerras o la necesidad de refundar las Naciones Unidas representan puntos cardinales, a nivel global, para entender las grandes epopeyas libradas desde el Sur en la contemporaneidad.

No se puede prescindir, en otras palabras, de dichas valoraciones, por su extraordinaria universalidad y vigencia, a la hora de sentar las bases de un mundo mejor, que tendrá que estar signado por presupuestos diferentes a los entronizados durante décadas.

Cada una de las oportunidades en que intervino en la Asamblea General fue aprovechada, asimismo, para dar conocer la realidad cubana, en la medida que esos viajes propiciaron un intercambió directo con diversos sectores de la sociedad norteamericana, estableciendo senderos para desarrollar vínculos en múltiples ámbitos entre las dos naciones. [5]

Desde esa óptica podemos afirmar, apoyados en disímiles tópicos, que los viajes de Fidel a las Naciones Unidas, y en particular sus intervenciones en los debates en la Asamblea General, representaron genuina demostración de la política exterior de la Revolución Cubana, vertebrada sobre principios irrenunciables, y colosales victorias de los pueblos latinoamericanos y tercermundistas, que vieron reflejadas en su voz las aspiraciones más nobles de nuestras naciones, históricamente preteridas en los escenarios internacionales.

*El autor es Licenciado en Historia; Especialista en Defensa y Seguridad Nacional y Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.

Notas, citas y referencias bibliográficas.

[1] Fidel Castro Ruz: “Intervención en la Mesa Redonda No. 2 de la Cumbre del Milenio”, Nueva York, 7 de septiembre del 2000.

[2] Fidel Castro Ruz: “Intervención en la Mesa Redonda No. 3 de la Cumbre del Milenio, «El papel de las Naciones Unidas en el Siglo XXI», Naciones Unidas, Nueva York, 7 de septiembre del 2000.

[3] Fidel Castro Ruz: “La especie humana alcanzará sus grado más alto cuando cada pueblo sea capaz de sufrir como propio el dolor de los demás pueblos del mundo”, Discurso pronunciado en el acto de solidaridad con Cuba efectuado en la Iglesia Riverside, Harlem, Nueva York, 8 de septiembre del 2000, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2000, p. 12.

[4] Sobre el incidente el Comandante escribió una breve nota aclaratoria titulada “El saludo a Clinton”, que él mismo leyó en el acto celebrado en la Iglesia Riverside. En una parte de la misma apunta: “Apenas cuatro metros delante percibo a Clinton saludando a varios Jefes de Estado que por allí cruzaban. Por cortesía el Presidente iba dándole la mano a cada uno de ellos. No podía yo salir corriendo para evitar pasar por aquel punto –es más, no tenía hacia donde correr (Risas) -; él tampoco podía hacerlo. Habría sido vergonzosa cobardía de ambos. Proseguí detrás de los demás. En cuestión de dos minutos llegué al punto donde debía pasar delante de él. Igual que los demás me detuve unos segundos, y con toda dignidad y cortesía lo saludé (Aplausos); él hizo exactamente lo mismo, y seguí adelante. Habría sido extravagante y grosero hacer otra cosa. Todo duró menos de 20 segundos. (…) La mafia de Miami –no me refiero ni mucho menos a los muchos buenos cubanos que hay en Miami- se puso histérica. Según ellos, el Presidente había cometido un gran crimen. A tales extremos llega su fundamentalismo. Por mi parte, me siento satisfecho de mi comportamiento respetuoso y civilizado con el Presidente del país que ha sido anfitrión de la cumbre”. Con respecto al saludo entre Raúl y Obama, expresó Fidel: “El papel de la delegación de Cuba, con motivo del fallecimiento de nuestro hermano y amigo Nelson Mandela, será inolvidable. Felicito al compañero Raúl por su brillante desempeño y, en especial, por la firmeza y dignidad cuando con gesto amable pero firme saludó al jefe del gobierno de Estados Unidos y le dijo en inglés: «Señor presidente, yo soy Castro». Ver: Ídem, pp. 61-62., y “Mandela ha muerto ¿Por qué ocultar la verdad sobre el Apartheid?”, reflexión publicada en Cubadebate el 18 de diciembre del 2013.

[5] Pese a que algunos sectores en Estados Unidos intentan desconocer las posiciones de la dirección revolucionaria en ese sentido, lo cierto es que en incontables ocasiones el compañero Fidel planteó, de manera pública y privada (como reconoció Raúl en sus palabras del 17 D) la voluntad de establecer relaciones normales, sobre el más profundo respeto a nuestra soberanía. Un ejemplo inequívoco de ello son sus valoraciones sobre el tema, a propósito del Primer Congreso del Partido, en diciembre de 1975. En esa ocasión, señaló el Comandante en Jefe: “…no fue Cuba la que rompió relaciones, ni inició la vía de las agresiones, que hemos derrotado… (…) Hemos hecho la historia resumida de tales ataques. Pero comprendemos que es un deber nuestro, como Estado en la comunidad internacional, estar abiertos al arreglo de un problema que en algún momento puso en peligro la paz en todo el mundo”, a lo que sumó la idea de que: “Pero lo que rige para nosotros en este importante problema es sobre todo nuestra política de principios” y “De lo que se trata es de negociar en condiciones de igualdad”. Ver: Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, pp. 242-243.

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