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Fidel en la ONU: cuatro momentos de un pensamiento orgánico (III)

Por Hassan Pérez Casabona*

“El anacrónico privilegio del veto y el uso abusivo del Consejo de Seguridad por parte de los poderosos, entronizan un nuevo colonialismo dentro de las propias Naciones Unidas”

El 21 de octubre de 1995 nuevamente llegó a esa ciudad, para participar en las sesiones especiales desarrolladas con motivo del quincuagésimo aniversario de la ONU. Además de sus vibrantes palabras en la sesión conmemorativa extraordinaria de la Asamblea General, realizó profundas reflexiones en el acto de solidaridad con Cuba, celebrado en la Iglesia Bautista Abisinia de Harlem; y en los intercambios que sostuvo con la comunidad boricua, en el Bronx, y con representantes de los Pastores por La Paz, en la sede de la Misión permanente de Cuba.

Su discurso en el podio de la ONU fue un relámpago cargado de verdades que impactaron directamente en la diana. A diferencia de las presentaciones de 1960 y 1979, esta vez la exposición apenas rebasó los cinco minutos, lo que no le impidió denunciar con la contundencia acostumbrada los principales problemas que afectaban a la gran mayoría de la población mundial.

En Nueva York, Fidel retomó varios de los temas que a lo largo del tiempo fungieron como bujía de su intenso bregar en la arena internacional. Aquí, como en el resto de su obra, se palpa la universalidad y coherencia de su pensamiento, rasgos que, entre múltiples virtudes, contribuyeron enormemente a que fuera percibido por las masas en cualquier latitud, como su mejor representante, por la sintonía de las presentaciones llevadas a cabo en cada foro y los anhelos populares. Alguno de los “misiles” que lanzó otra vez fueron:

Esta intervención del 22 de octubre, hay que apreciarla como prolongación de la que efectuó cuatro días antes (igualmente un mazazo, de solo siete minutos) en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, durante la XI Cumbre del Movimiento de Países No Alineados. En la urbe cafetera, con respecto a la impostergable democratización de la ONU, igualmente precisó:

“Es que el surgimiento de un mundo unipolar ha acentuado tendencias hegemonistas que intentan actuar por encima de las Naciones Unidas. Se pretende imponer la voluntad de la potencia hegemónica al Consejo de Seguridad y usarlo de instrumento para avasallar al mundo. (…) Es nuestro deber, frente a este peligro y otros males que nos amenazan, luchar resueltamente por democratizar las Naciones Unidas; que la Asamblea General ocupe el lugar que le corresponde; que el Consejo de Seguridad deje de usurpar sus funciones y de actuar a sus espaldas. Cesen los privilegios. Que el carácter de miembro permanente deje de ser atributo casi exclusivo de países europeos o de potencias nucleares o naciones superricas. No es posible vacilar. Luchemos decididamente para que se concedan dos puestos permanentes, en un Consejo de Seguridad ampliado, a América Latina, dos al África, que no poseen ninguno, y se añadan dos más al Asia, donde vive el 60 por ciento de la población mundial”.

Condenó además, idea que también se reitera en varias de las reflexiones y artículos escritos desde el 27 de marzo del 2007, las prerrogativas absurda de un quinteto de países de oponerse, mediante el veto, a los acuerdos del resto de las naciones.

“El irritante privilegio del veto debe ser por lo menos reformado, mientras exista ese anacrónico y antidemocrático instrumento. Cese el absurdo de que un solo país, de los pocos que lo disfrutan, pueda anular la voluntad y las decisiones de todos los demás países juntos que componen las Naciones Unidas”.[1]

Con la fuerza moral de quien desde sus responsabilidades al frente del gobierno cubano llevó adelante, como ningún otro jefe de estado a escala global, planes de cooperación y ayuda solidaria que beneficiaron no solo a las naciones tercermundistas sino a la propia población de Estados Unidos y otros países desarrollados, el Comandante en Jefe ratificó la esencia de nuestras aspiraciones.

En el encuentro que tuvo lugar en Harlem, en la misma jornada, Fidel rememoró su visita a ese barrio 35 años antes, cuando se hospedó en el Hotel Theresa y departió allí con destacadas personalidades.

Hizo un recuento también de la ayuda brindada por Cuba en materia médica educacional, y de nuestra participación en la lucha por preservar la soberanía de Angola, obtener la independencia de Namibia y acabar con el oprobioso régimen del apartheid en Sudáfrica, enfrentando incluso los peligros asociados a que los racistas sudafricanos disponían del arma nuclear. Destacó, en ese sentido, el heroísmo de las tropas antillanas y angolanas en la batalla de Cuito Cuanavale. Encarar la complejidad de la situación creada en ese momento, añadió, obligó a trasladar a 55 000 hombres desde Cuba, de manera absolutamente voluntaria.

Sobre ello criticó que, al igual que ocurre en otros temas, los centros de poder se empeñan en sacar provecho de cualquier asunto, aunque ello implique ignorar la veracidad de los acontecimientos. Aludiendo a su presencia horas antes en la Asamblea General, afirmó: “De eso no se habla en Naciones Unidas. Escuché un gran número de discursos, se hablaba y se aplaudía la independencia de Namibia, que parecía obra y milagro de Naciones Unidas (EXCLAMACIONES). Se hablaba del fin del apartheid, obra y milagro maravillosos de las Naciones Unidas. No se mencionó un solo cubano de los que murieron en esa lucha, no se mencionó ni siquiera el nombre de Cuba. Vean cómo a veces se pretende escribir la historia (EXCLAMACIONES)”. [3]

Emotivo fue el intercambio con la comunidad boricua desarrollado en el Jimmy´ Bronx Coffe, promovido por el congresista demócrata José Serrano y por Julio Pabón, donde recibió innumerables muestras de efecto.

En su exposición el Comandante en Jefe hizo un análisis histórico sobre el tema migratorio hacia Estados Unidos, en el que dejó claro cómo antes de la Revolución los cubanos no recibían ningún privilegio para ingresar en aquel país y que esa política cambió abruptamente desde 1959.

Explicó también que, en los primeros años: “Nosotros mismos no tuvimos la suficiente comprensión de que muchos de aquellos emigrantes eran económicos, y por sus declaraciones al llegar aquí para que los ayudaran, ya los veíamos como adversarios de la Revolución”

Consciente de que se trataba de un asunto de particular significado, añadió: “Quizás con la experiencia de hoy, las realidades de hoy y lo que aprendemos hoy, nosotros debimos haber hecho una clara diferenciación entre los que fueron emigrados –porque no eran exiliados, nadie los expulsaba– por razones políticas y los que fueron emigrados por razones económicas. Puedo decirles que, incluso, conozco a muchos que emigraron por razones políticas que hoy tienen excelentes relaciones con la Revolución. Es decir, los tiempos cambian, la vida cambia, y les puedo asegurar que muchos de esos cubanos van cambiando y que pueden llegar a constituir, si no constituyen ya, una mayoría silenciosa que no tiene los recursos de otros, los medios de publicidad que tienen otros para hacer lobby. Se han especializado en lobby, y por eso son tan duras las batallas que tienen que librar Serrano y otros representantes en la Cámara y en el Senado, luchando contra esas medidas que son, realmente, crueles”.

Se refirió asimismo al “heroísmo” de las personas que promueven la solidaridad con Cuba, en un contexto signado por la presencia de grupos intolerantes con poder económico que emplean los métodos más inverosímiles para atemorizar a los que abogan por un cambio en la política estadounidense. [4]

Explicó que embargo es “una palabra piadosa” para llamar al bloqueo, cuando “lo que ha habido con relación a Cuba es realmente una guerra económica, una guerra política”.

Jimmy, propietario de la instalación, le obsequió tres pelotas que para él entrañaban gran valor porque estaban firmadas por igual número de leyendas de las Grandes Ligas, todas ellas integrantes del Salón de la Fama: Mickey Mantle, de los Yanquis; Willy Mays, de los Gigantes y Duke Snider, de los Dodgers. También le entregó una camiseta blanca de los Bombarderos del Bronx, con en el rótulo en la espalda: “Castro 1”.

Fidel bromeó que todos los norteamericanos lo identificaban como pelotero, por ello cada visitante le regalaba implementos deportivos, biografías de grandes estrellas y anuarios estadísticos, o le pedía que le firmara alguna pelota.

Comentó que la prensa lo puso en el apuro de que expresara su preferencia por alguno de los conjuntos que intervenían en la llamada Serie Mundial, a lo que respondió -no sin antes aclarar que «me vas a pelear con la mitad de este país, ya no por razones políticas sino por razones deportivas»- , «Bueno, como soy amigo de Ted Turner, tengo que estar a favor de los Bravos de Atlanta.», aunque pidió que tuvieran “comprensión y perdón para mí”, porque luego le explicaron que la mayoría de los puertorriqueños simpatizaban con los Indios de Cleveland.

Ante la insistencia previa de Serrano y otros participantes de que Omar el “Niño” Linares jugara en algún momento la tercera base de los Yanquis de Nueva York, el líder cubano brindó una respuesta que confirma que Cuba en este asunto, al igual que en otros, tuvo la disposición de dialogar y encontrar soluciones desde el momento del triunfo revolucionario.

“Me hablaban de un buen atleta cubano, y ellos querían que un día viniera aquí a jugar con ustedes. Bueno, todo tiene remedio, ¿verdad? Habrá que buscar no se sabe cuántos permisos (RISAS), pero la buena voluntad nuestra no faltaría nunca en ese caso”. [5]

En el epílogo de la visita se reunió con representantes de Pastores por la Paz, encabezados por el reverendo Lucius Walker, en la Misión Permanente de Cuba. En su intervención Fidel se refirió a diversos temas, entre ellos la manera en que se fueron mejorando las relaciones con las distintas denominaciones religiosas en nuestro país, y la posibilidad de que creyentes militaran en el Partido.

Trató igualmente diferentes asuntos históricos y del acontecer internacional, y realizó un balance de su visita a Nueva York, la que calificó de muy positiva por la oportunidad de llevar a cabo tantas actividades con diferentes sectores de la sociedad norteamericana. Condenó asimismo el bloqueo, por su carácter inhumano contra el pueblo, al que se le imponen todo tipo de privaciones, entre ellas las relacionadas con la adquisición en numerosas ocasiones de medicamentos vitales para salvar vidas.

Sobre Lucius confesó que: “siento un especialísimo cariño, una extraordinaria gratitud y un enorme afecto por él”. Resaltó, en esa línea, el honor que representaba intercambiar con personas como ellos. “Nosotros vemos en ustedes y en sus acciones, realmente, la expresión de las mejores virtudes y de las mejores cualidades del pueblo norteamericano, y nos premia a nosotros, que nunca hemos culpado al pueblo norteamericano, ni aun aquellos que hayan estado confundidos o engañados, sabemos que el pueblo no tiene la culpa. Los norteamericanos que han visitado nuestro país saben que es el país donde más se les respeta, donde se les trata con más hospitalidad, es el país de donde nunca sale una palabra ofensiva contra un norteamericano. Esa es la educación, esa es la conciencia de nuestro pueblo y ustedes nos están demostrando que teníamos mucha razón”.

Como expresión de lo que significaba ese grupo, consagrado a la lucha por romper el bloqueo y cuyas imágenes en la frontera trasladando ayuda solidaria sobreponiéndose a los vejámenes policiales quedaron grabadas en nuestro pueblo, afirmó:

“Dicen que Cristo le dijo a Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia.» Nosotros podemos decir de ustedes, de los amigos de Cuba, de los Pastores por la Paz, aquello que Cristo dijo: Ustedes son como piedras de hermandad, de solidaridad, de nobleza y sobre esas piedras se edificarán las eternas relaciones amistosas y fraternales entre los pueblos de Estados Unidos y de Cuba”. [6]

De igual manera realizó una valoración muy positiva de su Santidad Juan Pablo II, a quien saludó en el Vaticano a finales de 1996, a propósito de su presencia en la Cumbre de la FAO celebrada en Roma. Fidel invitó al Sumo Pontífice a viajar a Cuba, hecho que se concretó en enero de 1998, convirtiéndose de esa manera en el primer Santo Padre en tocar suelo cubano.

El éxito de aquellos encuentros puede aquilatarse en toda su dimensión en las ulteriores visitas de Benedicto XVI, en marzo del 2012 y de Francisco, en septiembre del 2015, a lo que habría que añadir el intercambio en La Habana entre el Papa Francisco y Kirill, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el 12 de febrero de 2016, acontecimiento que no tenía parangón desde el año 1058, por lo que muchos denominaron a lo ocurrido en la capital antillana como el “encuentro del milenio”.

La intensa agenda cumplida incluyó, entre otras actividades, encuentros con Peggy Rockefeller, nieta de David, ex presidente del Chase Manhattan Bank y con varias de las más relevantes personalidades de la prensa de ese país, como Dan Rather, de la CBS; Mortimer B. Zuckerman, presidente y co-editor del Daily News; Diane Sawyer, Barbara Walters y Peter Jennings, de ABC; Mike Wallace y el productor ejecutivo de “60 Minutes”, Don Hewitt, de CBS; la editora de la revista New Yorker, Tina Brown; el entrevistador de PBS, Charlie Rose; Tom Johnson de CNN y William Safire, columnista del The New York Times.

Como cuestión que concitó el rechazo de muchos quedó el hecho de que Rudolf Giuliani, alcalde republicano de Nueva York, ofreció una cena de bienvenida a los mandatarios asistentes a la cumbre de la que excluyó a Fidel y al líder palestino Yaser Arafat. Los presidentes de Brasil y Chile, Fernando Henrique Cardoso y Eduardo Frei, respectivamente, declinaron la invitación al banquete, algo que no hicieron Carlos Menem, de Argentina, y Rafael Caldera, de Venezuela. [7]

*El autor es Licenciado en Historia; Especialista en Defensa y Seguridad Nacional y Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.

Notas, citas y referencias bibliográficas.

[1] Fidel Castro Ruz: Discurso en la XI Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, celebrada en Cartagena de Indias, Colombia, el 18 de octubre de 1995.

[2] Fidel Castro Ruz: “Discurso en la Sesión Conmemorativa Extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas, por el Quincuagésimo Aniversario de la ONU”, Nueva York, 22 de octubre de 1995.

[3] Fidel Castro Ruz: “Discurso en el acto de solidaridad con Cuba efectuado en la Iglesia Bautista Abisinia de Harlem”, el 22 de octubre de 1995.

[4] Sobre ello amplió el Comandante: “Conozco personas en Miami que tienen que vivir clandestinas, conozco personas en Miami que cuando me cuentan lo que les ha ocurrido, uno casi no puede creerlo, cosas de todo tipo: perseguirlas en el trabajo, perseguirlas en el club donde hacen ejercicios y hacen otras cosas, perseguirlas en la casa, lanzar amenazas por teléfono, y, sobre todo, un terror de tipo psicológico: la radio y la televisión, ataques, calumnias. (…) Algo más, tomar familias que han estado viajando en un carro con los hijos y agitarles el carro en la calle como venganza, o porque hayan ido a una reunión en La Habana, o porque sean contrarios a medidas hostiles como el bloqueo. Han llegado a amenazar los hijos, y yo me pregunto si esos son métodos democráticos, si son métodos humanos, o son métodos que merecen llamarse realmente como lo que son, métodos fascistas (APLAUSOS), y los han utilizado contra las personas, contra otros compatriotas. Esos métodos más tarde o más temprano tienen que fracasar”. Fidel Castro Ruz: “Discurso en el encuentro con la comunidad puertorriqueña, en el distrito del Bronx”, Nueva York, 23 de octubre de 1995.

[5] Ídem. También en la visita de 1979 le preguntaron a Fidel su preferencia por uno de los equipos participantes en la llamada Serie Mundial. Aquella vez se inclinó por los Piratas de Pittsburgh, sobre los Orioles de Baltimore, simplemente porque “es un equipo con mayor cantidad de jugadores negros”. Tanto los Piratas ese año, como los Bravos en 1995, ganaron el Clásico de Otoño, lo que hizo a muchos reverenciar la efectividad de Fidel a la hora de establecer sus simpatías deportivas.

[6] Fidel Castro Ruz: “Discurso en el encuentro con los Pastores por la Paz”, celebrado en la Misión Permanente de Cuba, Nueva York, 25 de octubre de 1995.

[7] Dijo al respecto: “Ayer hubo una comida (RISAS Y APLAUSOS); pero creo que el alcalde dijo que yo era un demonio y que a un demonio no se le podía invitar a una comida. Digo: «¡Caramba!, voy a pasar hambre el primer día en Nueva York» (EXCLAMACIONES Y RISAS). Después me dijeron que había un concierto, que invitaban las Naciones Unidas; pero la orquesta era de la alcaldía, y la alcaldía –o el alcalde– dijo que de ninguna manera aquella orquesta podía tocar donde estuviera el «demonio» aquel. ¡Lo insólito! (RISAS.) Una familia amistosa, rica, un grupo de empresarios me invitaron a cenar, invitaron al «demonio» (RISAS). Paradojas, y debemos alegrarnos, porque son muchos más los que comprenden que todas esas cosas del bloqueo son absurdas, son locas (APLAUSOS), y muchos hombres de empresa se oponen hoy al bloqueo y luchan contra el bloqueo”. Fidel Castro Ruz: “Discurso en la Iglesia Bautista Abisinia de Harlem”.

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