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Fidel en la ONU: cuatro momentos de un pensamiento orgánico (II)

Por Hassan Pérez Casabona*

“Los principios de la coexistencia pacífica deben ser la piedra angular de las relaciones internacionales”

En 1979, con 53 años de edad, regresó el Comandante en Jefe a tierra norteamericana, para asistir al XXXIV período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Sus palabras aquel 12 de octubre no tuvieron como tema central las denuncias de las agresiones sufridas por nuestro “digno país” a lo largo de 20 años, sino que asumió el mandato de presentar el resultado de las deliberaciones y los acuerdos emanados de la VI Cumbre de Jefes de Estado o Gobierno del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), celebrada con todo éxito entre el 3 y el 9 de septiembre de ese año en La Habana.

Aunque no rompió el récord de tiempo establecido por él en 1960, resultó una pieza oratoria donde desarrolló con amplitud, en poco más de dos horas, ideas de extraordinario valor, seguidas atentamente, de principio a fin, por una audiencia no acostumbrada a exposiciones con ese nivel de valentía y sinceridad.[1]

Como portavoz de las reflexiones de mayor calado enarboladas, consignó:

Luego de señalar, entre otros ejemplos, el rechazo que tuvo lugar en la VI Cumbre al tema del bloqueo contra Cuba, el derecho de Argentina sobre las Malvinas; de Belice a su libre determinación, independencia e integridad territorial, y que el pueblo saharaui tuviera la posibilidad de escoger su destino, Fidel se adentró en trascendentales valoraciones económicas, desde la coherencia de las naciones que con más rigor sufrían las consecuencias del atraso y el subdesarrollo. Sobre este particular dejó claro:

Con respecto a la manera en que el Movimiento se propuso encarar ese complejo panorama, el Jefe de la Revolución explicó una de serie de acciones a mediano y largo plazo, que permitían llevar adelante la visión estratégica de no renunciar a la lucha en todos los ámbitos. Algunos de los enfoques de mayor significación fueron:

Como ocurrió inexorablemente desde el triunfo revolucionario, Fidel manifestó el propósito de contribuir en la medida de nuestras posibilidades, a la erradicación de estos problemas. Desde la prédica Martiana de que la mejor manera de decir es hacer, ratificó que podíamos enviar a donde se necesitase: “… miles o decenas de miles de técnicos: médicos, educadores, ingenieros agrónomos, ingenieros hidráulicos, ingenieros mecánicos, economistas, técnicos medios, obreros calificados, etcétera”. [2]

Sus palabras, cargadas de fuerza atronadora, mantuvieron en vilo al auditorio. En el epílogo arremetió nuevamente contra la irracionalidad vinculada con los gastos militares y la urgencia impostergable de dedicar esos recursos a la solución de dificultades perentorias que afectaban a las personas, de uno a otro confín.

“El ruido de las armas, del lenguaje amenazante, de la prepotencia en la escena internacional debe cesar. Basta ya de la ilusión de que los problemas del mundo se puedan resolver con armas nucleares. Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia. No pueden tampoco matar la justa rebeldía de los pueblos y en el holocausto morirán también los ricos, que son los que más tienen que perder en este mundo (APLAUSOS).

“Digamos adiós a las armas y consagrémonos civilizadamente a los problemas más agobiantes de nuestra era. Esa es la responsabilidad y el deber más sagrado de todos los estadistas del mundo. Esa es, además, la premisa indispensable de la supervivencia humana”. [3]

*El autor es Licenciado en Historia; Especialista en Defensa y Seguridad Nacional y Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.

Notas, citas y referencias bibliográficas

[1] Para que tengamos una idea más exacta del número de asuntos abordados esta vez, diremos que, haciendo conteo computadorizado, en septiembre de 1960 la versión impresa de su alocución consta de 21 897 palabras; 232 párrafos; 1933 líneas y 133 896 caracteres con espacio, mientras que la de 1979 dispones de 11 626 palabras; 179 párrafos; 1139 líneas y 73 182 caracteres con espacio.

[2] Fidel Castro Ruz: “Discurso en la ONU”, 12 de octubre de 1979.

[3] Ídem.

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