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Redonda y con muchas costuras

A la hora de diagnosticar la salud del deporte nacional, lo primero que deben comprender aficionados y directivos es que no puede igualarse o ser directamente proporcional resultados internacionales a excelente calidad en nuestras temporadas. Podemos lograr los primeros con enormes deudas internas y viceversa. ¿Qué es lo fundamental entonces? ¿Hay que salvar o no la pelota cubana?

Dejemos por sentado que un cambio de estructura de 16 equipos en la Serie Nacional es el último eslabón en la cadena de acciones a recorrer para recuperar la esencia de lo que hemos perdido: jugar y jugar béisbol, al margen de lo costoso de su práctica: guantes, uniformes, spikes, pelotas, bates, cascos, terrenos, árbitros, etc.

Los campeonatos provinciales y nacionales en las categorías menores cada vez tienen menos juegos —a veces ni se realizan en muchos territorios—  y a los profesores de la base en esas edades se les sigue evaluando más por la promoción a las escuelas deportivas o equipos municipales (champeonismo a pulso), que por una correcta enseñanza de la técnica y la búsqueda constante de la motivación para salir al terreno, decisivos para sostener cualquier deporte hacia el futuro.

Esa fuerza aseguradora del talento está hoy debilitada en cuanto a cantidad respecto a épocas pasadas por el tema económico como centro del debate. Y eso hipoteca silenciosamente el futuro. Como también lo hace la competencia desleal de millones de dólares que ofrecen las Grandes Ligas por un jugador de nuestras Serie Nacionales, a quienes se les debe pagar lo acordado por la dirección del país sin demoras subjetivas, lo cual ha sucedido en más de una ocasión. ¿Y si no que le pregunten a Sancti Spíritus y a varios equipos más sobre el pago de la 56 Serie?

Para que se tenga una dimensión de lo importante que es jugar. Un pelotero estadounidense con menos de 21 años —tal y como enfrentamos en el último tope amistoso— tiene a esa edad casi mil partidos celebrados. Los novatos en nuestras campañas no llegan ni a 400 encuentros previos. La mayoría ni a 300.

Sin que sea definitorio en el estado actual, pero sí dialéctico y justo, las direcciones de béisbol en todas las instancias deben oxigenarse al menos cada cuatro años. Que cada quien le ponga su sello y se evalúen los resultados sin sentido de perpetuidad.

Apenas hemos esbozado algunas costuras. Y algo sí parece claro, el INDER es el dueño más importante de este tema, aunque sobre la pelota crucen en su aseguramiento varios ministerios y entidades. Si todos intentaran al menos batear tubey la redonda se movería mejor. La prensa, sujeto activo y propositivo, ya está en el cajón de bateo.

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