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Los héroes hablan de Fidel

 

Durante la condecoración a Cosme Ordónez Canceller. Foto: Daniel Fonte

 

Hermenegildo Curbelo Morales (Merejo)

“En 1962 yo laboraba en una vaquería en Bauta. Llegó Fidel y me preguntó si me gustaría trabajar con él. ¡Imagínese usted! Me dieron una oficina al lado de la del Comandante y rápidamente comprobé las muchas y buenas ideas que él tenía sobre ganadería.

“En minutos te podía dar encomiendas para años. Eran tiempos de una actividad febril y él siempre estaba generando ideas.

“Luego de venir de Canadá, adonde me había mandado a comprar 10 mil cabezas de ganado, me encomendó recorrer los lugares del país en que hubiera ganado importado y me empezó a meter en la genética vacuna.

“Un día me llevó de recorrido por el este de La Habana y me pidió organizar una gran empresa. Me dijo: ‘Con la experiencia que tú y yo tenemos podemos sacar todo esto adelante’. Recuerdo que por ese tiempo él estaba loco por tener un toro rojo, de buena calidad, porque quería generalizar una línea genética de ese color, que es mejor para soportar el sol nuestro. Un 13 de abril, que es el día de mi cumpleaños, nos nació un ternero con ese color y se lo regalamos. Le puso por nombre Merejo, en honor mío”.

Caridad Borges González (machetera)

“Fidel me impuso la condecoración, me abrazó y me dio un beso. Yo ya me iba, y no sé qué me dio, pero no pude alejarme. Regresé y le di otro beso y otro abrazo. Su personalidad impresiona mucho.

“Siempre sentí esas fuertes emociones, y me pregunto: ¿Qué sería de nosotros, del pueblo cubano, sin Fidel, sin Raúl, sin Revolución, sin el socialismo? Seguro que de mi generación quedarían vivos muy pocos o casi nadie, pues ellos nos dieron la vida”, sentencia.

Reinaldo Castro Yebra (machetero)

“Yo no sé cómo, pero siempre cumplí las encomiendas de Fidel. Y tenía que ser así, porque es lo más grande que ha dado Cuba y, además, porque procedemos del mismo lugar. Mi padre era de Galicia, provincia de Lugo, de donde es el padre del Comandante.

“Personalmente me encomendó más de 100 tareas. La primera fue cuando me indicó ir a las provincias orientales a enseñar a cortar caña para normas técnicas y otra cuando me mandó para la URSS a esperar a Tamayo, el cosmonauta, cuando regresó a la Tierra”.

Ramón Castro Ruz

“Fidel es muy bueno… Siempre lo fue, y de muchacho sobresalía por su inteligencia y por su voluntad para enfrentar los problemas. De niños nuestras relaciones eran muy buenas, pero siempre nos hizo pasar muchos sustos por sus cosas. ¿Quién no se iba a asustar con alguien que quería hacer una Revolución como esta?

“Yo no digo que era temerario, pero había que ver cómo cruzó a nado el río Nipe. Ese río bajaba de la Sierra de Nipe con mucha velocidad cuando estaba crecido y Fidel dijo un día que lo cruzaba. Se tiró y lo pasó. Además le gustaba boxear y lo hacía con gentes más fuertes que él”.

Durante la entrevista, en varias ocasiones tuvo que saludar a alguna mujer, y a todas plantaba tres besos. Uno en cada mejilla y otro en la frente. “Uno por Fidel, otro por Raúl y el otro por mí. Ahora están bendecidas”, dijo sonriente a todas.

Augusto Coro Garófalo (minero)

Cuando en el año 1990 Fidel le entregó la estrella de Héroe del Trabajo, Augusto no cabía de gozo. “Yo te aseguro que había que estar bien planta’o para que la emoción no te traicionara.

“Por algún detalle, no sé cuál, Fidel me estaba poniendo al revés la estrella de héroe. Se demoraba mucho y entonces yo le dije: ‘Comandante, póngala como usted quiera. Yo después la arreglo’. ¡Pero qué va! Él no para hasta que las cosas no le salen bien. Y hasta que la estrella no quedó derechita no terminó conmigo”.

Manuel López López (presidente de la CPA 17 de Mayo)

“Un día me llamaron a mi casa como a las dos de la madrugada y me dijeron que tenía que cumplir una misión. Yo creía que era para hablar en alguna Tribuna Abierta o algo por el estilo. Pero no, me llevaron directamente para el aeropuerto, donde estaba Fidel, quien nos dio la mano y nos dijo que nos daría un abrazo al regreso.

“Montamos el avión y no sabíamos el destino final. Ya en el aire nos dijeron que íbamos a buscar a José Imperatori —el diplomático cubano que habían expulsado de Estados Unidos—. Era el momento del secuestro del niño Elián González.

“Llegamos a Canadá y no bajamos del avión. Montó el compañero Imperatori y partimos de regreso. Al llegar a La Habana Fidel nos estaba esperando y nos dio el abrazo prometido a cada uno. A los pocos días recibimos un carné que decía: Vuelo de la Dignidad”.

Evelio Capote Castillo (constructor)

Para este constructor de larga experiencia, graduado apenas de sexto grado, pero con gran sentido de la responsabilidad y el honor, “conspirar” con el Comandante en aquella idea —la del pedraplén a Jardines del Rey— fue como una aventura de Salgari.

“Me llamaron del Partido y me dieron la tarea. Yo era entonces jefe de una brigada de construcción y cuando se lo dije a mi gente se rieron en mi cara. Tuve que ponerme duro. Era una misión de Fidel.

“Hicimos los primeros 362 metros hasta alcanzar el firme. La obra estuvo tres años sin moverse, hasta que Fidel volvió. Y con su paso de gigante caminó hasta el final del tramo hecho, golpeó el suelo y ordenó: ‘Aquí lo que hay es que tirar piedras sin mirar pa’lante’.

“Esa frase la colocamos en una enorme valla para que no se nos olvidara, porque era el compromiso con Fidel y con la historia”.

Carlos G. Borroto Nordelo (científico)

“El Comandante ponía en práctica lo que yo llamo la ingeniería del detalle, fundamentalmente en aquellos aspectos que podían conspirar contra toda la obra”.

Cosme Ordóñez Canceller (médico)

Quizás lo mejor que le pudo pasar a Cosme Ordóñez en sus años mozos fue haber conocido muy de cerca en el Colegio de Belén a un condiscípulo que pronto entraría en la historia de su país y del mundo. Como capitán del equipo de baloncesto estrechó relaciones con Fidel Castro.

“Pude calcularle su espíritu rebelde y su afán de victoria ante cualquier circunstancia. Un día me encuentro a Fidel en la capilla del colegio y le digo al cura que Fidel estaba rezando para hacerse santo. Y el Padre, que lo conocía muy bien, me dijo: ‘No, hijo, no. Él está rezando para ganar el partido de hoy’”.

Sergio Sánchez Medina (pescador)

“Fidel me impuso el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Fue muy emocionante y alguien a su lado le preguntó si sabía cuántos hijos yo tenía. No olvido su respuesta: ‘Cómo no voy a saberlo. Tiene 16, y eso que siempre está en el mar’”.

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