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Dos décadas de luz

Ediciones La Luz,
Una sede multifuncional, en el centro de la ciudad de Holguín. Fotos: Del autor

 

La sede de Ediciones La Luz, a unos metros del parque Calixto García de la ciudad de Holguín, parece el sueño de cualquier librero, en Cuba y más allá. Es un edificio multifuncional, hermoso y bien equipado, donde el libro ocupa lugar de privilegio. Esa editorial perteneciente a la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en el territorio, celebra este año sus dos primeras décadas de existencia. Ha sido una historia pletórica de peripecias, con varias etapas distintivas. Hoy es una de las casas más reconocidas del país, con diferentes premios de la crítica, reconocimientos al diseño de sus libros y presencia en todas las provincias.

Conversamos con el poeta Luis Yuseff, el director.

Luis Yuseff (izquierda) trabaja con Frank Alejandro, director de diseño de la editorial.

 

Parece significativo que desde tus primeros pasos en esta editorial se incluyera en el catálogo la obra de un imprescindible de la poesía cubana, Delfín Prats. Es un homenaje merecidísimo, pero al mismo tiempo puede parecer contradictorio. ¿No se supone que esta es una editorial para jóvenes escritores?

Los jóvenes necesitan maestros, necesitan referencias. El lector cubano no puede conformarse con los escritores de las generaciones más recientes. Por eso las cinco editoriales de la AHS apostaron por un catálogo incluyente, que tenga en cuenta a estos maestros de la literatura cubana.

Es el caso de Delfín Prats, un maestro indiscutible, que cada año la AHS propone como Premio Nacional de Literatura (y seguiremos insistiendo hasta que sea condecorado con ese importante galardón), un poeta definitivamente inscripto en la literatura cubana de todos los tiempos, como una de las voces fundamentales de nuestra lírica.

Ustedes se abren al público desde su sede, que es un espacio de intercambio: hay librería, galería, sala de presentaciones…

Muchas de nuestras editoriales permanecen de espaldas a los procesos de socialización de la literatura. Eso lo padecemos hace años, y es una de las razones de la cantidad de libros acumulados en las librerías, con salida lenta, que no se venden…

En Ediciones La Luz hemos intentado alejarnos de esas circunstancias. Es responsabilidad de una editorial publicar el libro, pero también darle seguimiento: dónde se presenta, quién lo va a presentar, cuáles son sus lectores potenciales.

Es más fácil cuando una editorial tiene un espacio propio. Nosotros podemos ofertar nuestras producciones aquí mismo, en nuestra librería Celestino; podemos crear vínculos más estrechos con otras instituciones culturales, con las escuelas, los hospitales, los hogares de ancianos… Todo parte de aquí. Y eso te abre el espectro.

Ediciones La Luz tiene claras marcas de identidad. ¿Cómo defender esa peculiaridad?

En Cuba no tenemos que competir para existir, no tenemos que asumir plenamente las reglas del mercado. El libro en Cuba sigue siendo subsidiado, por suerte. Pero sí hay una competencia: cuando el lector llega a una librería y se encuentra en un estante un grupo de libros que, al parecer, fueron diseñados por una misma persona… y que en realidad son producidos por varias editoriales.

Hay que “personalizar” las presentaciones. El libro también es un objeto, y hay que hacerlo atractivo a ojos del lector. No tiene sentido que un libro se quede en un estante, debe deslumbrar al lector …

¿Cómo es la relación de la editorial con la industria del libro en Cuba? ¿Qué retos plantea?

Los retos son muchos, las posibilidades muy pocas. La poligrafía cubana es muy limitada. Limitada por lo que les pueden ofrecer a los editores. Limitada por la velocidad en concretar esas propuestas. Por tanto, algunos de los proyectos tristemente fracasan, al menos desde el punto de vista de la imagen.

A esa escasa “generosidad” de la industria poligráfica tenemos que sobreponernos todas las editoriales cubanas. Eso se traduce en dificultades para defender una identidad visual, se resiente la calidad de las impresiones. Y se percibe por momentos demasiada improvisación dentro de la misma industria. Eso le pasa factura al libro.

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