Icono del sitio Trabajadores

Ilustres: Chappé, un líder

Hacer del baloncesto un arte y una entrada al corazón de la gente, con el permiso de las canastas, fue el paso legado por Pedro Chappé a este deporte que practicó desde niño en el Vedado, donde recibió la tutela del experimentado entrenador José Perkins.

Chappé, un líder

 

Con trayectoria precoz (a los 16 años integró el primer equipo nacional a los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Jamaica 1962), el pívot de 1.95 metros se convirtió en un espectáculo sobre la cancha a partir de su inteligencia, capacidad anotadora y pases magistrales. Era un verdadero líder para su selección, en el mejor momento del baloncesto cubano, por la proliferación de figuras y resultados internacionales alcanzados.

Chappé estremecía a las aficiones en la Ciudad Deportiva, en Cali, en Munich y en cada lugar donde salía a divertirse encestando puntos. Se elevaba en suspensión por encima del gardeo rival, tiraba un gancho poderoso e intimidante, usaba poco la certera precisión que tenía desde el borde exterior y lo más importante: era un jugador para el equipo.

En el triunfo más encumbrado, el bronce olímpico de Munich 1972, todavía se recuerdan sus 12,5 puntos por partido, aunque contra Brasil anotó 22 de los 64 cartones de nuestra escuadra, válidos para asegurarnos el pase a las semifinales. Tras la derrota contra la Unión Soviética llegaría la discusión del bronce contra Italia y otra vez Chappé volvió a ser clave.

Cuando salió por cinco faltas ante los bambinos, restando algo más de ocho minutos, muchos auguraron que la derrota estaba sentenciada. Sin embargo, desde el banco, con los mismos deseos y ganas con que había jugado, contribuyó a un éxito histórico (66- 65). En total compiló 327 puntos en su carrera olímpica (1968-1976) y está entre los mejores 30 de la historia a este nivel.

Un año antes, igual de decisivo había sido su accionar y virtuosismo para el tercer lugar en los Juegos Panamericanos de Cali, donde por vez primera Cuba dejaba fuera del podio a los creadores de esta disciplina, los estadounidenses. Era una época dorada, que se completaría con el cuarto lugar mundial en Puerto Rico 1974.

Imperturbable en su juego, valiente como pocos, extremadamente técnico para su posición y carismático hasta echarse un equipo encima, Chappé sería, tras su retiro, director técnico de la formación varonil cubana, en la que también dejó su impronta.

La traicionera vida, el último canastazo, lo sorprendió con apenas 58 años y una vida familiar retirada en España. Para quienes nunca lo vieron jugar sigue siendo una leyenda a la altura de quien se quiera comparar; para sus compañeros, Ruperto, Tomás, Cañizares, Roca, Miguelito y otros tantos, un verdadero líder bajo las tablas.

Compartir...
Salir de la versión móvil