A lo que no puede renunciar el arte

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Lo que pasa es que el teatro no le puede dar la espalda a eso que llamamos “la realidad”. El teatro —como el arte todo— toma partido, se implica en los conflictos del día a día, asume como suyos compromisos sociales y políticos, se pronuncia sobre temas de acuciante actualidad. Es natural, es derecho y hasta responsabilidad.

A lo que no puede renunciar el arte
Cuatro, de Teatro de las Estaciones. El Festival de Teatro Joven fue organizado por la Asociación
Hermanos Saíz, Trébol Teatro y el Consejo Nacional de Artes Escénicas. Fotos: Del autor

 

En la IX edición del Festival de Teatro Joven de Holguín el público tuvo a su disposición una muestra bien anclada en nuestras circunstancias. Buena parte de los espectáculos pulsaban, con espíritu crítico, problemáticas puntuales de esta sociedad. Desde la recreación lírica a partir de las peripecias y obsesiones de figuras relevantes de la cultura y la historia (Cuatro, Teatro de las Estaciones) hasta un ejercicio documental que alternaba figuraciones metafóricas con relatos arduos de “expertos de vida” (BaqueStriBois, Osikán-Plataforma escénica experimental), pasando por reflexiones sobre el rol del artista y su posicionamiento en el complejo entramado de estos años (Jacuzzi, Trébol Teatro).

Hubo más, por supuesto. Teatro Tuyo, de Las Tunas, rindió homenaje a nuestra música en su hermosa e hilarante Superbandaclown (si se quiere, esta también es una metáfora del momento, trabajada desde el detalle y la sensibilidad), y hubo propuestas para los niños, en las que los títeres llevaron voz cantante (Una Luna entre dos casas, Guiñol de Guantánamo; Como la noche y el día, Alas Teatro; Los dos ruiseñores, Teatro Escambray)…

En definitiva, esta ha sido, probablemente, la mejor de las selecciones presentadas en los últimos años ante el entusiasta público holguinero. La diversidad de enfoques, técnicas, poéticas, concepciones escénicas… y también de calidades, ha sido la marca del encuentro.

Es polémico hablar de un “teatro joven cubano”, como si se tratara de un movimiento que comparte identidad y propósitos. Mejor sería pensar en el “teatro que hacen los jóvenes en Cuba”. Y en ese sentido, todavía hay retos, explicitados en las sesiones teóricas de la cita.

La trascendencia, la necesidad, el impacto social de un tema no garantiza la contundencia de su concreción escénica. Hay que estudiar más, hay que nutrirse de los referentes, hay que aspirar siempre a la excelencia (aunque parezca un camino sin fin).

En un festival como este tiene que haber espacios para los procesos creativos inconclusos, para las “experimentaciones” y los ejercicios de aprendizaje… pero tienen que ser asumidos como tránsito, no como estado definitivo. Eso se espera del teatro, sea cual sea su espíritu y edad.

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