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Día de la Prensa: “Intento no ser rehén del periodismo impresionista”

De manos del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y en nombre del colectivo del periódico espirituano Escambray, Enrique Ojito Linares recibe el Gran Premio Acumulativo del II Festival Nacional de la Prensa Escrita en el 2000. Foto: Cortesía del entrevistado.

 

En los primeros años de la década de los 80 llegó a la redacción del periódico espirituano Escambray un joven procedente de la Universidad de Oriente para realizar la práctica preprofesional. Se apreciaba en él cierta timidez, pero ligada, en contraposición, a un afán extremo por aprender, conocer, escribir…

Su nombre es uno de los más reconocidos en el mundo periodístico cubano actual: Enrique Ojito Linares. Desde su terruño yayabero ha demostrado que sobresalir en el ejercicio de la profesión de informar no está reducido a las capitales ni a los que algunos llaman “grandes medios de comunicación”.

Su extenso currículo, cargado de premios, reconocimientos, creaciones y responsabilidades, requeriría varias páginas. Para presentarlo, como resulta obvio en una entrevista, solo reseñaremos que acumula 28 años de labor profesional; es Máster en Ciencias de la Comunicación, y está especializado en los asuntos económicos, pero escribe además de temas históricos, sociales, culturales y políticos. También elabora guiones, colabora y dirige programas informativos en Radio Sancti Spíritus.

Ha ganado el Premio Anual de Periodismo Juan Gualberto Gómez en tres oportunidades (2008, 2011 y 2016) en la categoría de prensa escrita, y mereció dos menciones (2004 y 2010) en ese propio certamen.

¿Por qué escogiste el sendero del periodismo?

No llegué por casualidad; aunque en mis tiempos de preuniversitario —un poco de exageración vale—, era más fácil caminar sobre el mar que alcanzar la carrera. En ese curso vinieron solo dos plazas para la provincia de Sancti Spíritus. Nunca me imaginé ni físico nuclear ni cibernético. Siempre devoré cada periódico o revista que me pasaba por delante, más aún desde que ingresé en un círculo de interés de Periodismo en la vocacional Ernesto Che Guevara, el que me brindó una perspectiva algo idílica de la profesión.

Pero, si le pongo realmente neuronas a por qué me incliné por la carrera, debo mencionar a dos profesores —es hora que les haga justicia— entre tantos excelentes que tuve: Argilio Meneses, quisquilloso con la redacción de sus alumnos de la primaria, y Marilyn Helguera, profesora de Español y Literatura del pre. Así, cuando mi papá ya me creía abogado, llegué con la noticia: ¡sería periodista!

¿Cómo recuerdas tus inicios?

Nada traumáticos. En más de una oportunidad realicé la práctica en el periódico Escambray, siempre con un tutor de cabecera. ¿No lo recuerdas? Cuando era tu alumno me fijaba hasta en cuál preciso momento abrías la agenda frente al entrevistado. Desde esa fecha, Escambray era un hervidero de pensamiento. Asistíamos a cuanta actividad convocaban; digo asistíamos porque soy contemporáneo con Juan Antonio Borrego, actual director del periódico. Participábamos lo mismo en la siembra de caña que en el debate de un libro. A partir de entonces, el olor a plomo y el sonido de la rotativa me cautivaron.

Debo admitir, además, que llegué en septiembre de 1988 a ese mismo periódico con ciertos aires de conquistador. Pero, ¿cuándo la leña verde ha hecho fuego? Pronto bajé de la nube y comprendí lo que el profesor Lechuga nos advertía en el aula, al comentar el futuro que nos deparaba en las redacciones: “Estudien y pónganse para esto, porque una cosa es con guitarra y otra con violín”.

¿Cómo logras que casi todo —para no ser absoluto— lo que elaboras periodísticamente sale con la fuerza de un martillazo?

El periodismo de pura raza descansa en el dato, en el dato sólido, de calidad. Intento no ser rehén del periodismo impresionista, y ello se logra no solo con oficio; sino también, gracias a las competencias profesionales de quienes dirigen los procesos editoriales, los medios de prensa.

No arriesgo la opinión por lo que a priori supongo o creo. Los tropezones en el ejercicio me recomiendan sustentar los criterios en la indagación, en la contrastación de las fuentes periodísticas más apropiadas. Para convencer, se debe recurrir al dato aportador; de lo contrario, nuestras valoraciones pueden semejar un castillo de naipes.

Lo otro está en no subestimar el modo de presentar el acontecimiento, la historia. No hablo de más adjetivos, de hojarasca; sino de apelar a la expresión, al gancho, para que el lector agrande los ojos y se diga: “¡Qué interesante!”. Pero aclaro: he hecho mal y quizás buen periodismo —que lo juzguen los lectores y los oyentes—.

¿Consideras que en el periodismo también existe el síndrome del fatalismo geográfico?

Existe, si hablamos del acceso a determinadas coberturas y fuentes; pero no deben gastarse muchas balas en el asunto. Conozco a excelentes reporteros del llamado “interior” que han llegado a trascender en medio de esta aldea global. Me refiero, por ejemplo, a Abel Falcón, de Villa Clara; Ismary Barcia, de Cienfuegos; José Aurelio Paz, de Ciego de Ávila, y Reinaldo Cedeño, de Santiago de Cuba. Juego todas las cartas por los espirituanos Elsa Ramos, Mary Luz Borrego, Alain Jiménez… En particular, recibí más de una propuesta para trabajar en La Habana; sin embargo, opté por el periodismo afincado en Sancti Spíritus.

Nunca he dejado de ser un guajiro de La Sierpe, adonde iría a parar mi familia, cuando los temporales de 1972 casi revientan la presa Zaza.

En una entrevista que te hicieron en el 2012 afirmaste: “A la prensa toda le falta acometividad, osadía, profesionalidad…” ¿Pudieras ampliar esa aseveración?

Ciertamente, lo dije, y ciertamente fui absoluto. Siempre han existido periodistas con acometividad, osadía, profesionalidad, y órganos de prensa que han despuntado más en relación con otros. Ahora bien, seguimos a mitad de camino en el empeño de construir una prensa que se parezca a nosotros mismos, que vista la piel del cubano y la cubana de la bodega. Si fuéramos más profesionales, nuestras deudas con la agenda pública serían menos.

No obstante, para que la comunicación fluya eficientemente no todo depende de quienes ejercemos el periodismo. Es cierto que no vivimos la época del IX Congreso de la Upec; ha habido acciones para jerarquizar la comunicación y diseñar una política en esa área, pero se reiteran manifestaciones de desbordamiento de las funciones de la regulación externa, en detrimento de la autorregulación en los medios y de las atribuciones de sus directivos.

Se ha insistido en que la información es un derecho público, y tal certeza no todos la hemos aprehendido. Al Partido, las fuentes periodísticas, a directores de medios y a los reporteros les corresponde un rol a desempeñar. Es saludable recordarlo, como también aquella frase lapidaria de un colega: “Si la entidad tiene un problema, su director no lo va escribir en el mural”. Y es cuando entra al ruedo la osadía del periodista.

Realizas mucho periodismo del que denominan “de investigación” o “de profundidad”. ¿Consideras que en ese sentido debe estar el camino?

Ese debe ser el camino por el cual transiten los periódicos si quieren subsistir dignamente en la época de tantas coberturas en vivo por los canales televisivos y radiales, de redes sociales, de audiencias que cada vez más devienen emisoras de información, de asombros tecnológicos.

No pocas cuartillas se han dedicado a evaluar si en Cuba se ejerce o no el periodismo de investigación, análisis algunas veces mediados por perspectivas teóricometodológicas extrapoladas de otros contextos sociopolíticos, distantes del nuestro. Pero resulta obvio que el lector agradece el periodismo en profundidad, que no se limita a la enunciación del acontecimiento, del fenómeno; sino que los examina con lupa y hace más expedito el camino hacia la credibilidad del mensaje y, por ende, del medio de prensa.

¿Existe algún tema que te haya interesado siempre y aún no has abordado?

Por su trasfondo humano y social, me ha interesado el tema de la conducta suicida en adolescentes y jóvenes, pero no he puesto sobre la mesa el proyecto ante el consejo editorial, al cual le debo la publicación, años atrás, de otros trabajos referidos, por ejemplo, a la corrupción administrativa y los delitos contra la economía, al robo de materiales en obras constructivas vinculadas a la Batalla de Ideas, así como a la deserción de personal médico cubano durante el cumplimiento de sus misiones en el exterior.

Y los premios (alrededor de 100 solo en concursos nacionales), ¿qué significan para ti?

Los premios no me obsesionan, pero dan oxígeno. Te permiten valorar tu salud profesional. Muchos se los debo a la dirección del Escambray por asumir el riesgo de la publicación de textos —recomendados por ella o propuestos por este servidor—, a lo mejor con escasa posibilidad de salir a la luz en otros medios. Los premios en radio también los disfruto a plenitud con la familia y, especialmente, con mi esposa Arelys, primer y nada complaciente jurado.

¿Prefieres el periodismo radial o el escrito?

Dís de la Prensa  CubanaPrefiero el periodismo, el que contribuya a enaltecer al ser humano, a tirar abajo las talanqueras mentales, a perfeccionar mi Cuba. Me declaro en deuda con el periodismo, porque gracias a esta profesión he mirado.

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