Cómo no me voy a reír de la OEA

Cómo no me voy a reír de la OEA

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Desde pequeño escuché con atención y agrado la canción que el destacado trovador cubano Carlos Puebla compusiera para describir a la OEA (Organización de Estados Americanos). Recuerdo las carcajadas del cantautor y demás integrantes de su grupo luego de entonar…es una cosa tan fea/  tan fea que causa risa/

Cronistas al fin, Puebla y sus tradicionales (músicos) ofrecían oportunamente un retrato de la Organización que nació, y todavía existe, como instrumento para responder a los intereses de dominación de los Estados Unidos en la región, en contraposición a los anhelos de unidad e integración de los pueblos latinoamericanos y caribeños.

La creación de la OEA (1948) tiene un sinnúmero de antecedentes —algunos de siglos atrás— que revelan las pretensiones estadounidenses como la Doctrina Monroe (1823), resumida en la frase América para los americanos, bajo el entendido de que americanos son solo los nacidos en la porción norte continental, entre Canadá y México.

Otro precedente es la Primera Conferencia Panamericana (1889), considerada punto de partida del Panamericanismo, concepto para el dominio político y económico de los Estados Unidos sobre las naciones de Latinoamérica y el Caribe, y variante de actualización de la mencionada doctrina.

La adopción de la Carta de la OEA por representantes de 21 países en la capital colombiana hace casi 70 años, recogió en su letra los principios del derecho internacional. Pero muy pronto  EE.UU. introdujo postulados del Tratado Internacional de Asistencia Recíproca (TIAR) (1947) para convertir la Organización en elemento jurídico que facilitara su hegemonía en el continente, cual especie de Ministerio de Colonias, como lo denominara después el Canciller de la Dignidad, nuestro Raúl Roa.

Los episodios de intervenciones militares estadounidenses se han sucedido ante los ojos de los miembros de la OEA: Guatemala (1954), República Dominicana (1965), Granada (1983), Panamá (1989)…

Y por si fuera poco desde Europa llegó también la agresión a nuestros pueblos, cuando en marzo de 1982 la Armada británica intervino en las Islas Malvinas, arrebatadas a Argentina en la primera mitad del siglo XIX.

Para sobrecumplir en su espíritu antilatinoamericano,  los Estados Unidos apoyaron totalmente a Gran Bretaña e impusieron sanciones contra Argentina. Entonces ignoró la cláusula de solidaridad continental recogida en el TIAR.

Tarde, como quien no quiere las cosas, la OEA llamó al cese del conflicto, y posteriormente instó a EE.UU. a levantar las medidas contra la nación sudamericana.

Cuba, una voz independiente

Apenas cumplía su primer decenio de vida la OEA cuando entra en su escenario la voz de una Cuba revolucionaria, en la persona de Raúl Roa García, nuevo embajador  en el seno de la organización.

La posición independiente de la mayor de la Antillas desentonaba, hacía ruido, ofrecía un mal ejemplo ante las reglas de poder continental establecidas por los Estados Unidos. Entonces se acuña el estereotipo de “cuestión cubana” para justificar sus análisis de manera reiterada en la agenda de sus reuniones.

En una de ellas, en San José, Costa Rica, agosto de 1960, se dictaron las condiciones para imponer la exclusión de Cuba. La protesta de Roa retumbó en la sala: “Los gobiernos latinoamericanos  han dejado a Cuba sola. Me voy con mi pueblo, y con mi pueblo se van también de aquí los pueblos de nuestra América”.

Y la respuesta del pueblo cubano no pudo ser más contundente. Con su líder al frente más de un millón de personas se reunió en la Plaza de la Revolución José Martí, para acuñar la Primera Declaración de La Habana frente a la hostilidad yanqui y el servilismo de los países miembros de la OEA.

La expulsión oficial de Cuba de la OEA tuvo lugar en Punta del Este, Uruguay, en los últimos días de enero de 1962. Con la compra del voto de Haití, Estados Unidos consiguió la mayoría mínima de 14 para aprobar la resolución frente al voto de Cuba y seis abstenciones (Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador y México).

Ante el hostil escenario, Osvaldo Dorticós, entonces presidente de la República afirmó: “Podemos no estar en la OEA, pero Cuba socialista estará en América; podemos no estar en la OEA pero el gobierno imperialista de los Estados Unidos seguirá contando a 90 millas de sus costas con una Cuba revolucionaria y socialista.”

Los capitalinos, en nombre de los cubanos, volvieron a la Plaza de la Revolución  el 4 de febrero para refutar la decisión de Punta del Este con la aprobación de la Segunda Declaración de La Habana.  Ante esa asamblea del pueblo cubano, el jefe de la Revolución llamó “cónclave inmoral” a la OEA y finalizó el discurso: “Porque esta gran humanidad ha dicho “¡Basta!” y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia…”

Según sus propósitos de aislar a Cuba, al imperio le quedaba por dar el tiro de gracia, y para ello escogió la IX Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, en Washington, en julio de 1964. Allí dispuso que los gobiernos del Sistema Interamericano rompieran las relaciones diplomáticas o consulares con el Gobierno Revolucionario cubano. Solo México no se plegó al llamado.

Más allá de las invasiones contempladas serenamente– incluida la de Playa Girón en abril de 1961–, la OEA también admitió numerosos golpes de Estados como los ocurridos en la década de los 70 en Chile, Uruguay y Argentina; y ya iniciado el siglo XXI vio con agrado el intento golpista en la Venezuela bolivariana en abril del año 2002.

El tiro por la culata

Frente al comportamiento vergonzoso de la OEA la dignidad de Cuba se mantuvo intacta durante decenios. Fue el reclamo y exigencia unánimes de los países de América Latina y el Caribe los que llevaron a retirar la resolución que la excluía.

Así, luego de casi medio siglo de expulsada, Cuba fue readmitida en la OEA, a partir de una resolución aprobada “por aclamación” de los representantes de los 34 gobiernos de la Organización, reunidos en San Pedro Sula, Honduras, en junio de 2009.

Pero como expresará el Comandante en Jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, “en esa sentina repugnante y asquerosa y desprestigiada jamás pondrá nuestra patria un pie allí”.

A juzgar por la reciente provocación anticubana, los personajes que dirigen la ingloriosa organización y los que generan trasnochadas ideas e iniciativas padecen de desmemoria o nada saben de principios y posiciones de firmeza.

El Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Raúl Castro Ruz, ha reiterado que Cuba jamás regresará a la OEA, a la que califica de instrumento de dominación imperialista.

En una ocasión para manifestar nuestra posición parafraseó las palabras de Martí: “Antes de ingresar en la OEA, primero se unirá el mar del norte con el mar del sur y nacerá una serpiente de un huevo de águila.”

 

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