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Hay que medir las medidas

En un material periodístico sobre el sector agrícola, publicado recientemente, se reseñaron cifras en hectáreas y también en caballerías.

 

Hay que medir las medidas

 

Y sucede así una y otra vez porque la disgregación en ese sentido forma parte de la vida cotidiana y falta uniformidad y preocupación en ese sentido.

 

No es difícil escuchar o leer de producciones en toneladas y también en quintales, lo cual dificulta obviamente la comprensión. Aunque se ha avanzado en los sectores agrícolas del país (cultivos varios y cañero) persiste aún la tendencia de medir las cosechas por lo que cabe en un saco.

 

En el comercio, en sentido general, hay infinidad de unidades en las que pesan por onzas y libras y en otras, las de más reciente creación, en gramos y kilogramos, porque cuentan con las balanzas electrónicas, las que en su mayoría reflejan en una pequeña pantalla el registro y evita, por tanto, que una parte de lo adquirido quede al lado de allá del mostrador, como tanto sucede.

 

Es cierto que son miles las bodegas, carnicerías y mercados agropecuarios existentes en el país que utilizan pesas viejas, lo cual complica desde el punto de vista financiero la sustitución por unas más actuales y que midan en gramos y kilogramos.

 

Pero lo peor no es eso. Como los cubanos somos tan dados a inventar se han establecido y multiplicado también las medidas, sobre todo en las ferias y carretillas, con jarros de diferentes tamaños, envases de los utilizados para tomar cerveza a granel, botes plástico de helados…, siempre con un precio previamente establecido y elevadísimo.

 

 

¿Y no es posible prohibir esas “unidades de medidas” que favorecen la estafa al comprador y benefician en demasía al vendedor? ¿Por qué tenemos que convivir con lo inadecuado, con lo incorrecto, como si no existieran otras posibilidades y alternativas viables?

 

Si no podemos ajustarnos totalmente al sistema internacional vigente, al menos, los grandes registros reflejémoslos en toneladas o kilogramos, hectáreas, litros, metros…, a fin de poder tener una idea más exacta de lo que se trate y no tener que acudir a la tabla de conversiones.

 

Lo demás, sería establecer de que en el momento del pesaje una libra sea exactamente una libra, que una onza, sea una onza…, algo que al parecer resulta muy difícil dado el resquebrajamiento que ha sufrido el respeto al consumidor; la débil actuación de quienes tienen autoridad para exigir por ello y realizar chequeos periódicos y sorpresivos, como sucedía años atrás, y el conformismo de quienes como compradores tienen el derecho a reclamar y comprobar.

 

A las medidas hay que ponerle medida desde todos los puntos de vista.

 

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