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De Canadá, un tesoro

No es que hablemos de una rareza, pues nuestras editoriales han publicado varios títulos de autores canadienses, pero la literatura de ese gigantesco país norteño reserva todavía muchas sorpresas para los lectores cubanos.

El inmenso (y obviamente, mejor promocionado) acervo literario estadounidense habrá hecho lo suyo, lo cierto es que cuando hablamos de autores angloamericanos salen a la luz sobre todo escritores de los circuitos de nuestro vecino del norte.

Pero la tradición de Canadá es riquísima, particularmente en la novela y la poesía. La condición de País Invitado de Honor posibilitará un importante acercamiento. Por lo pronto, la delegación de escritores invitados es amplia. Y entre ellos destaca una grande, Margaret Atwood, que presentará un delicioso libro: El quetzal resplandeciente y otros relatos.

Una mujer de letras

Si la cantidad fuera sinónimo de calidad, Margaret Atwood (Ottawa, 1939) ya tendría garantizada su celebridad: 17 novelas, casi 20 libros de poesía, una decena de ensayos publicados, libros para niños, colecciones de relatos cortos, guiones para televisión, libretos para espectáculos escénicos, libros digitales, novelas gráficas, audiolibros…

Es que no es solo lo mucho que produce, sino también la contundencia estética de lo que produce. Margaret Atwood es, probablemente, la más significativa escritora canadiense viva, voz imprescindible de la literatura anglosajona, autora de renombre mundial.

La acreditan más de una veintena de galardones internacionales (Premio Príncipe de Asturias de las Letras del 2008, y otros), pero sobre todo la fidelidad de sus lectores en medio mundo.

Atwood comenzó a escribir temprano, a los 16 años. Lectora apasionada, devoraba lo que le caía en las manos: desde novelas de misterio, pasando por libros de historias, hasta cómics.

Amplitud de intereses que trasladó a su obra literaria, hasta el punto de que es difícil encasillarla en un género o una temática.

Ella misma se considera una escritora feminista, pues no establece fronteras inamovibles entre su escritura y sus múltiples activismos sociales. De hecho, si hubiera que escoger una línea recurrente en su obra, sería precisamente la visión del género, la zambullida en la condición femenina, tratada siempre con ejemplar amplitud de miras.

Sus estudios sobre la femineidad marcan también la obra ensayística, en la que ha discursado sobre la manera en que el arte ha recreado a la mujer o las relaciones entre los géneros.

Atwood además es una decidida defensora de la naturaleza y una activista de los derechos humanos. Ha llegado a financiar las ediciones de libros de otros autores sobre temas polémicos, siempre con una visión progresista.

Ajena a la palabrería y la retórica infértil, la prosa de Margaret es poderosa: suele ser directa y aguda, pródiga en imágenes contundentes; hábil y comedida “adjetivadora”. Sus libros forman parte de los planes de enseñanza de la literatura en su país y en casi todas las naciones de habla inglesa.

No es una escritora desconocida para nuestros lectores, pero su visita a La Habana, como parte de la delegación de escritores canadienses que participarán en la 26a Feria Internacional del Libro, será un indudable acontecimiento.

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