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El libro y la lectura

Por Ariel Pazos Ortiz, estudiante de periodismo

El libro, a lo largo de su historia, ha permitido la conservación y difusión de los avances de la humanidad, su historia y sus creencias, en tanto ha sido una herramienta para el intercambio de información y el desarrollo de la comunicación entre las personas.

Inicialmente los materiales empleados como sustrato de las palabras y las ideas fueron piedras, la corteza de árboles, hojas de plantas, huesos y conchas. Luego las tablillas de arcilla, pieles, telas, papiro, pergamino, seda, hasta la generalización del uso del papel, sirvieron de materiales.

En las lenguas romances el término para designar lo que conocemos por libro tiene un origen justificado en la voz latina liber, que significa membrana o corteza de árbol, lo cual alude a una de sus formas más primitivas. Pero el avance de la tecnología determinó las formas materiales del libro. Acontecimientos como la invención de la imprenta posibilitaron la producción y reproducción del libro tradicional.


De igual modo, el desarrollo de la informática y las telecomunicaciones, conllevó a que el libro pudiera adaptarse a un nuevo soporte: el electrónico. Como resultado aparecieron también nuevas maneras de almacenarlo, transportarlo, conservarlo, reproducirlo, y por supuesto, leerlo.

Sin embargo, aunque en el tiempo han variado la estructura material del libro y su formato, no lo ha hecho su valor instrumental. La lectura es una actividad que aún preserva necesidades y motivaciones históricas.

Para algunos puede ser más romántico el libro tradicional. Para otros resulta más cómodo poder leer en la computadora, el tablet o incluso el móvil. ¡Qué importa!

Lo que sí queda claro es que la lectura es un modo de entretenimiento, de instrucción, de aprehensión… Es un método para la divulgación del conocimiento, para la comunicación social…, en fin, para la universalización del individuo.

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