A propósito de una historia mal contada

A propósito de una historia mal contada

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Angelina Rojas Blaquier

El 22 de enero de 1948 cayó herido de muerte Jesús Menéndez Larrondo, el General de las Cañas –nombre que merecidamente le asignara otro grande de nuestra historia cultural, comunista y revolucionaria, Nicolás Guillén–, a manos del capitán del ejército batistiano Joaquín Casillas Lumpuy.

Desde el mismo momento de su asesinato, las fuerzas armadas del régimen y personeros de éste, sabedores del significado de aquella ignominia, comenzaron a tejer un ardid demasiado burdo, y como dijera el forense que le practicó la autopsia, el Dr. Ángel Ortiz, para intentar modificar lo inmodificable, para proteger al capital Casillas de aquel acto indigno e injustificado.

Es precisamente esa falsa acusación la que retoma Newton Briones Montoto, en su artículo: La muerte de Jesús Menéndez, una historia mal contada, publicado en el número 2/ 2016 de la revista Espacio Laical, para liberar de culpas al entonces capitán del ejército Joaquín Casillas Lumpuy, presentando al líder obrero como el verdadero promotor de su propia muerte, al disparar contra el jefe militar.

Al margen de la arrogancia y la subestimación a la historiografía cubana, a figuras importantes de la cultura de nuestro país y foráneas que presuponen el título y las afirmaciones del articulista; la historia misma y sus principales testimoniantes se han encargado, desde hace muchos años, más de medio siglo, de descubrir la verdad.

Afortunadamente, en entrevista recogida en el documental Jesús, el hombre que tenían que matar, realizado por los Estudios Cinematográficos del Instituto Cubano de Radio y Televisión en el año 1986, con guión y dirección de Jorge Aguirre, el exsoldado José Manuel Alarcón Jiménez ofreció su testimonio claro y concluyente, que contradice lo expuesto en el informe policial rendido por el cabo 85. B. de investigaciones, y que lamentablemente es el principal elemento que utiliza Newton Briones Montoto en su artículo para fundamentar que, lo dicho hasta ahora sobre la muerte de Jesús Menéndez, es «una historia mal contada».

Llama la atención que Alarcón, ante todo, da la siguiente caracterización de Casillas:

“Casillas era un individuo sanguinario. Lo mató porque él lo quiso matar, él tenía que matarlo. Casillas era malo… pero malo, porque ahí con nosotros en el cuartel era malo… Cuando él venía, muchos guardias no hallaban donde meterse”.

En la narración del asesinato, que coincide totalmente con la versión historiográfica, Alarcón, además de ratificar todas las incidencias que se produjeron en el tren desde Yara hasta Manzanillo, y la manera en que fue baleado Jesús, describe además el ataque del cual él fue víctima por el propio Casillas, cuando intentó asesinarlo sin ningún escrúpulo, para liberarse de su crimen.

Narra Alarcón que, cuando se producen los disparos, él corre como muchas otras personas hacia una esquina del andén para tratar de esquivar los tiros, pero no llegó lejos:

“Casillas me manda un tiro a mí, a sedal, detrás de la oreja y caí sin conocimiento. Casillas venía a rematarme, pero no pudo hacerlo, gracias a Matías, un chofer que había aquí y ya murió hace bastante tiempo. Matías le gritó a Casillas que no disparara, que era un soldado el que estaba en el suelo”, y agrega, “si no es por Matías, Casillas me mata a mí también”, y subraya: “Con ese disparo Casillas buscaba hacer ver que Menéndez había disparado, es decir, que Menéndez traía arma y había disparado, eso es por lo que trata de matarme. Si no hubiera sido porque Matías, que al avisarle lo dejó al descubierto en su acción, él me mata allí, ese era Joaquín Casillas”.

El documental recoge también el testimonio del Dr. Ángel Ortiz, quien se encontraba de guardia en la Casa de Socorros cuando llegó el cuerpo ya sin vida del líder revolucionario, conducido en el auto del chofer Manolo Maín, quien lo trasladó en sus brazos muy rápidamente hasta la meseta de atención primaria de dicho lugar.

El examen médico, cuenta Ortiz, arrojó que Jesús sufrió tres disparos, uno de los cuales, el tercero, le causó la muerte, elementos también muy conocidos.

La trama que había empezado a urdir Casillas desde que disparó al soldado Alarcón, continuó  cuando la soldadesca  pretendió sustraer el cadáver, pero el cuerpo de Jesús Menéndez había sido trasladado de inmediato al local del sindicato Fraternidad del Puerto, y allí, los numerosos trabajadores que habían llegado con premura al lugar, encabezados por César Vilar y Paquito Rosales, impidieron la entrada de los militares al local, frustrando de ese modo el robo del cadáver y otro de los primeros intentos por falsear lo que había ocurrido realmente.

En el artículo que motiva este trabajo, se afirma que la versión que ahora se presenta no es conocida, a pesar de que existe información suficiente en los archivos del Instituto de Historia de Cuba. De dichos documentos, reproduce el informe presentado por Enrique Chartrand, Cabo 85. B encargado de la investigación, fechado en La Habana, 16 de febrero de 1948.

No es propio de la ciencia histórica fundamentar un criterio a partir de un documento. En el caso que nos ocupa, de ningún modo puede ser prueba suficiente,  ante todo,  porque es una sola versión, transmitida por un policía que dice haber estado ahí, y que bien podría ser alguien con la orden de tergiversar lo sucedido. Ese documento que se cita textualmente, y el único en que el autor fundamenta su opinión, es de cualquier modo insuficiente para dar una vuelta al triste episodio ocurrido el 22 de enero de 1948, y que consolidó a Jesús Menéndez como uno de los íconos más valiosos y representativos del movimiento obrero y sindical cubano, que tuvo entre sus méritos principales no solo su accionar en el movimiento sindical, sino su papel en la defensa de la economía cubana a partir del patriotismo y de la lucha por la independencia económica, incluido el parlamento.

Tampoco es válida la afirmación de que la información que se usa es desconocida. Aunque hace poco más de un año los archivos del Instituto de Historia de Cuba han tenido que ser cerrados por peligro de derrumbe y en cuya reparación se trabaja a la mayor celeridad posible por las complejidades del Palacio, las listas de los documentos consultados que obran en dicho archivo, muestran una larga relación de usuarios que han revisado ese expediente y el resto de los existentes en torno a Jesús Menéndez. Además, un vistazo a la prensa de esos días, ineludible para un historiador, refleja aquel suceso con lujo de detalles por el impacto social del hecho. Entre ellos pueden citarse, junto al periódico Hoy, Alerta, El Mundo, El País, Información y hasta el Diario de la Marina.

No menos importante resulta la información aparecida en Noticias de Hoy un día antes de que el referido cabo Chartrand y el vigilante Juan J. Llinás Gil fuesen informados de la designación para ocuparse de la investigación.

Esta fue la información:

“Por Teléfono

______

Diálogo entre el «Oficial Investigador» y el Asesino Casilla

__________

 

Una conversación telefónica por larga distancia entre el Comandante Aragón y el Capitán Casilla:

ARAGÓN: «Oye, qué pasó ahí…»

CASILLA: «Nada, tu sabes… Ese negro ya nos tenía muy… (Palabra impublicable) «

ARAGÓN: «Date cuenta que ese es un asunto muy delicado; ¿Tú has redactado bien las diligencias?

CASILLA: «Sí, sí, no hay problema…» «El asunto va a aparecer como que él atacó a un soldado, y yo, en defensa propia, tuve que actuar…».

ARAGÓN: «Bueno, tú has cursado varias academias y sabes lo que haces…»

__________

Damos fe –nosotros- de la exactitud de las palabras intercambiadas por estos dos oficiales.

 

Vicisitudes de una condena

El objetivo de exonerar de culpas al asesino siguió su curso.  La versión oficial inicial que pretendía presentar a Casillas defendiéndose de los disparos de Jesús, ni siquiera entonces fue creíble.

Las fuerzas armadas y el aparato estatal sólo contaban con el informe del Cabo Chartrand frente a la masa de informaciones y testimonios que aseguraban lo contrario. Ante eso, las fuerzas del régimen apostaron porque Casillas fuera juzgado por un tribunal militar. Pero esto sólo era posible si Cuba se encontraba en un estado de guerra, lo cual no era su status en ese momento. Los debates sobre quién realizaría el juicio finalmente, ocuparon algunos años.

En febrero de 1948, después que el Juez Especial de la Causa había decidido detener a Casillas con exclusión de fianza, la presión ejercida por el entonces jefe del ejército, Genovevo Pérez Dámera, quien hasta ocupó la ciudad con sus hordas, consiguió que el juez especial, Dr. Rosado Rodríguez, reformara el auto en presencia del jefe militar, inhibiéndose a favor de que lo juzgase un tribunal militar. Para ello también tuvo que reconocer la existencia de un estado de guerra en el país, aceptando entonces la cuestión de competencia planteada por el Jefe del Ejército para juzgarlo.

Carlos Rafael Rodríguez, en su condición de abogado privado acusador de Casillas en representación de la viuda de Menéndez, presentó de inmediato, por medio del procurador Manuel Navarro Luna, un recurso de apelación contra el auto de inhibición a favor de la jurisdicción militar, decidido por el Juez Especial, tras las presiones de Pérez Dámera.

Después de varias acciones judiciales, el periódico Hoy del 11 de marzo de 1948, informó que la Sala Cuarta de la Audiencia de Oriente, integrada por los magistrados Pedro Repilado, Marcelino Albuerne y Juan F. Meléndez, acordó realizar la vista por el Recurso de Apelación presentado por el procurador Manuel Navarro Luna a nombre de América Z. Cervera, viuda del líder azucarero y Representante a la Cámara, quien sería representada por el Dr. Carlos Rafael Rodríguez. Dicha sesión se realizó el día 19 de marzo.

En impresionante alegato, C. R. Rodríguez demostró que Cuba no estaba en estado de guerra, requisito indispensable que exigía el artículo 198 de la Constitución para permitir que los militares fuesen juzgados por tribunales de la jurisdicción militar. Otra importante razón esgrimida por Carlos Rafael para que Casillas fuese juzgado por un tribunal ordinario, fue que éste había cometido un delito contra la persona de un detenido en el sentido jurídico, cuando se encontraba bajo la custodia del referido capitán.

Otras sólidas argumentaciones, mediante un completo estudio jurídico del concepto de detención, demostraron que técnica y jurídicamente Casillas tenía que ser juzgado por la jurisdicción ordinaria.

Precisó por último, que si la Audiencia de Oriente rechazaba el recurso presentado por él y enviaba el conocimiento de la causa a los tribunales militares, estaría absolviendo sin juicio ni proceso legal a Joaquín Casillas, puesto que el Jefe del Ejército, en declaración expresa, había liberado de toda culpa al asesino, exhortando a los militares a que imitasen su ejemplo.

El 1º de abril de 1948 la Sala Cuarta de la Audiencia de Oriente declaró Con Lugar el recurso de apelación interpuesto por el acusador privado, Dr. Carlos Rafael Rodríguez contra el auto del juez instructor Dr. Rosado Rodríguez en la causa No. 91 de 1948, radicada en el Juzgado de Instrucción de Manzanillo en auto del 3 de febrero, dejando a la misma sin valor ni efecto, atendiendo a que no existía estado de guerra en el país y que en el momento de su muerte, la víctima estaba privada temporalmente de libertad, y en esa circunstancia se produce su muerte, a manos de su custodio.

Unos días después, el 5 de mayo, la Sala de lo Criminal del Tribunal Supremo pidió al Juzgado de Instrucción de Manzanillo y al Presidente de la Audiencia de Oriente que informasen al Supremo sobre las actuaciones realizadas en la causa criminal seguida por la jurisdicción civil contra Casillas, ya que se han recibido documentos enviados por el Jefe del Ejército en los que se informa a dicha instancia que “se está siguiendo causa contra Casillas en la jurisdicción militar”.

Sin embargo, el juez tendría que decidir teniendo en cuenta el auto impecable de la Audiencia de Oriente, donde se afirma y se prueba que el conocimiento de la causa corresponde decididamente a la Jurisdicción Ordinaria con arreglo al derecho, toda vez que Menéndez se encontraba en condición jurídica de detenido al ocurrir la agresión.

En los meses y años que siguieron continuó desarrollándose un interminable proceso de definición sobre el Tribunal que debía juzgar al capitán Casillas debido a las exigencias del abogado representante de la viuda de Jesús, mientras el Partido Socialista Popular (PSP), a través del periódico Hoy, primero, y mediante Carta Semanal a partir de 1953, continuaba denunciando y condenando el hecho de que Casillas continuaba sin ser juzgado, subrayando que el Gobierno mantenía esa actitud para seguir hundiendo al país en un pantano de lodo y sangre.

En varias ocasiones se empleó, como forma dilatoria, el cambio de los magistrados actuantes, mientras abogados militares visitaban a las autoridades judiciales santiagueras a fin de intentar  presentar supuestas nuevas pruebas para que el juicio a Casillas pasara a su jurisdicción. Para ello recurrieron a testigos amañados y falsas investigaciones fabricadas a fin de probar que Casillas no disparó a Menéndez cuando éste se encontraba bajo custodia, aun cuando en versiones anteriores habían afirmado que sí lo estaba. Dichas maniobras no fueron suficientes para lograr su objetivo, sin embargo, de ese modo se mantenían presionando constantemente para obstaculizar el cierre del caso.

También se presentaron evidencias de que un letrado oficial del ejército había visitado a las autoridades judiciales santiagueras a fin de tratar acerca de los jueces especiales nombrados al efecto así como, según han dicho, para “aportar” nuevas pruebas.

El 5 de febrero de 1949 comenzó su labor como juez especial en dicha causa Marcelino Albuerne Morgado, conocido por su rectitud; pero ya el 9, la propia Sala de Gobierno de la Audiencia designó como juez especial al Dr. Nelson Moreno Ayala, juez de instrucción, quedando sin efecto la reciente designación del Dr. Albuerne, como otra evidencia de la coacción que ejercían los militares sobre las autoridades judiciales.

Pocos días después, el 14, la misma sala designó al Dr. José Vallín Arias como juez especial del caso, quien se venía desarrollando como juez de instrucción del norte de Santiago de Cuba, tras relevar de su responsabilidad al juez Moreno en ese propio auto. Ya el 20 de febrero, dicho juez dictó auto reclamando a las autoridades militares le remitieran todo lo que tuviesen con respecto al caso, toda vez que esa documentación era necesaria para resolver, ante todo, la solicitud de inhibición presentada  por el juez especial, Dr. Rosado Rodríguez, al inicio del proceso, para formarse un criterio justo sobre dicha solicitud, todo lo cual, cambios incluidos, fue el resultado de las constantes exigencias para que la jurisdicción civil no conociera de la causa  contra Casillas y dicho proceso fuese asumido por la jurisdicción militar.

El miércoles 25 de agosto de 1949 se anunció la destitución de Genovevo Pérez Dámera como jefe del ejército, y su paso a retiro como coronel.

Particularmente importante fue la Vista efectuada el 12 de septiembre del propio 1949 en la Sala Cuarta de lo Criminal de la Audiencia de Oriente, integrada por los Magistrados, doctores Pedro Repilado,  Manuel Urrutia y Joaquín Ruiz Aramburu y el fiscal Rafael Portuondo Domenech para analizar el recurso establecido por el abogado defensor del asesino, el doctor José Miró Cardona,  quien solicitaba que dicho criminal fuese juzgado en un Consejo de Guerra con argumentos ya bien conocidos y no aceptados en ocasiones anteriores.  Un nuevo paso de la maniobra dilatoria que seguía su curso para tratar de que el asesino escapara de la justicia.

Sin embargo, prevaleció el criterio del respeto a la Constitución y a la legislación penal vigente, resolviéndose que fuera juzgado por los tribunales ordinarios, afianzado por la palabra del fiscal Portuondo Domenech, cuando expresó de manera concluyente:

“En nombre del pueblo de Cuba, que yo represento en este momento, pido a la Sala que declare Sin Lugar el recurso establecido a favor del procesado y que los tribunales ordinarios continúen conociendo de la causa” lo cual en varias ocasiones anteriores ya se había fallado de la forma indicada. Otros argumentos fueron que esa decisión también se había tomado, atendiendo a que no se había presentado ningún detalle nuevo y que por tanto, era menester juzgar a Casillas en la Sala Cuarta de lo Criminal de la Audiencia de Oriente, como se recogía en las resoluciones anteriores del Tribunal Supremo de Justicia.

En esa ocasión Carlos Rafael Rodríguez no pudo estar en la vista, y en representación del acusador privado concurrió el conocido criminalista Dr. José Miguel Pérez Lamy, quien refutó los alegatos de la defensa y demostró, como antes lo había hecho Carlos Rafael, que Jesús Menéndez estaba detenido y bajo custodia del Capitán Casillas al ser asesinado por éste.

Sería interminable abordar en detalle todos los actos jurídicos que se continuaron desarrollando en los años que siguieron a fin de impedir el juicio ordinario contra Casillas.

A diferencia de lo que se afirma en el artículo de Briones Montoto, en verdad la lucha por el castigo de Casillas se mantuvo entre los principales objetivos no solo para la dirección del Partido, sino para los obreros y el resto de los sectores populares del país, quienes cada año rendían homenaje al líder asesinado y exigían masivamente la condena del homicida, mientras la impunidad oficial permitía que Casillas se pasease sin molestias por la ciudad y la nación.

Con el golpe militar de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952 esta batalla se hizo aún más difícil. En la Gaceta Oficial del 12 enero de 1953, aparece el ascenso de Casillas Lumpuy al grado de Comandante. El crimen volvía a ser premiado, con total burla de las protestas y exigencias de castigo al criminal que mantuvieron en ristre los trabajadores, el PSP, los diversos sectores populares y muchas voces de diversos países, entre las cuales se distinguió la de Pablo Neruda, junto a las decisiones de algunos órganos oficiales encargados de impartir justicia.

Movilizaciones de protesta, telegramas a Batista, paros de centros laborales en todo el país, etc., no pudieron impedir aquel ascenso que, como se dijo entonces, “se otorgó por méritos que repugnarían a las mismas fieras”.

En aquellas movilizaciones abundaron las acusaciones contra Pérez Dámera y Ramón Grau San Martín en su en calidad de servidores y fieles cumplidores de las disposiciones que venían del norte.

Como se señalara en el Editorial de Carta Semanal del 18 de enero de 1954, el líder de los trabajadores azucareros fue marcado para morir en la “lista negra” confeccionada en Washington y entregada a sus lacayos criollos.

“Así, Grau se sometió al plan de la ‘embajada’ y pasó la ‘orden ejecutoria’ al despreciable Genovevo Pérez, y éste, a su vez, encargó al carnicero Capitán Casillas de su cumplimiento. Casillas asesinó cobardemente a Menéndez, Genovevo Pérez cobró su bajo menester, Grau se inclinó sonriente ante el amo extranjero y Washington respiró satisfecho”.

Pero la espuria victoria no duró mucho tiempo, como dijera Nicolás Guillén, otro de nuestros íconos que condenó de muchas maneras aquel acto salvaje, cobra inusitada vigencia con respecto al artículo que comento en esta oportunidad:

“Casillas irá a la cárcel ¡oh, tendrá que ir!  Pasará su nombre grotesco y policiaco de la primera página de los diarios a los rincones más sombríos de nuestra historia; los detalles inmediatos de su crimen llegarán acaso a ser materia polvorienta de curiosos y eruditos… Pero la sangre que derramó le cubre ya la estatura y la voz que quiso apagar retumba de yanqui en yanqui, de caña en caña, de sueño en sueño como esos truenos largos, obstinados y profundos por donde baja la tormenta”.

Y recibió su castigo unos días después del triunfo de la Revolución. A fines de 1958 Batista envió a Casillas a Las Villas, para que detuviera el avance del Ejército Rebelde en la provincia, atendiendo a sus “méritos especiales”. En ese momento el ya ascendido a Coronel por sus “sanguinarios” méritos, se encontró entre los primeros prisioneros de las tropas del Che tras la liberación de Santa Clara.

Cuentan que preso era otra cosa, que su rostro y su mirada esquiva reflejaban el temor a la justicia, dejando atrás la jactancia, soberbia y altanería que le eran comunes.

En esa circunstancia decidió huir. Cuando era trasladado hacia el cuartel del Che, se lanzó de improviso sobre el custodio para desarmarlo, pero otros miembros del Ejército Rebelde acudieron y tuvieron que dispararle para reducirlo. Cayó muerto el matón a sueldo de los gobiernos burgueses cubanos y del imperio que los sustentaba. La Revolución triunfante, en sus primeros instantes, ajustició al asesino de Jesús.

 

Epílogo necesario

La historia, en tanto ciencia, es algo más que una versión. Ella depende del acercamiento a la información, del punto de partida que hayamos elegido, de la intencionalidad del que escribe y de otros muchos elementos que emplea un autor para «versionar» determinado hecho o conjunto de hechos o acontecimientos, vocablo que en los últimos tiempos se emplea bastante como verbo. A mi juicio, es insuficiente una “versión” de los hechos para convertirlos en verdad, en oposición a otras muchas, de origen muy respetable, mayoritariamente documentales, que la contradicen.

Los intentos por desmontar nuestra historia, a fin de despojar al pueblo de los valores patrióticos y revolucionarios que lo sustentan como nación, son cada vez más agudos y generalizados. Destruir las imágenes de nuestros próceres y principales luchadores sociales se inserta en el empeño, convirtiéndose en uno de los principales frentes de combate para la lucha ideológica.

Un artículo que disminuye tremendamente la figura de Jesús Menéndez y convierte al asesino Casillas Lumpuy de victimario en víctima, además de falso, es extemporáneo y contribuye muy poco al esclarecimiento de un acontecimiento que, por demás, la historia ha dejado bien esclarecido. Eso sí, aporta nuevos argumentos en torno a la necesidad de acrecentar el conocimiento de nuestra historia a fin de impedir que artículos como éste puedan sembrar cualquier tipo de duda en la conciencia patriótica y revolucionaria del pueblo. El conocimiento veraz de nuestra historia es imprescindible para defender de manera consecuente nuestros valores como nación soberana, uno de los principales propósitos de figuras  como José Martí, Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena, sobre todo en estos tiempos, cuando nos hace tanta falta la unidad para consolidar nuestra independencia.

[1] En entrevista recogida en el documental Jesús, el hombre que tenían que matar, realizado por los Estudios Cinematográficos del Instituto Cubano de Radio y Televisión, con guión y dirección de Jorge Aguirre, en el año 1986, el Dr. Ángel Ortiz, en condición de testimoniante, narra la manera en que llevaron a Jesús a la Casa de Socorros y se pudo determinar con claridad, en ese primer examen forense, la causa de la muerte que casi de inmediato las fuerzas armadas y el Gobierno trataron de desfigurar.

[1]Los dos primeros balazos, uno en la oreja y el otro en el hombro derecho, un poco por debajo del deltoides, ambos a sedal, eran incapaces de provocar la muerte. Cuando lo colocó boca abajo, había un tercer disparo, éste le había provocado una herida penetrante en la región lumbar con orificio de entrada y salida de atrás hacia delante, lo cual le permite, en ese primer examen forense, que ratificó también el Dr. Borgolla, establecer con claridad que fue sin dudas un asesinato “a sangre fría” pero también salvaje y arbitrario.

[1] Carlos Menéndez, uno de los hermanos de Jesús, ofrece un testimonio muy ilustrativo del quehacer y la voluntad política del líder azucarero, al tiempo que antecedente casi inmediato del fatal desenlace. Cuenta Carlos que el 10 de enero, al terminar una concentración obrera en el teatro Apolo, de Florida, donde el líder azucarero habló a los trabajadores, a la salida del lugar, Jesús se le acercó para saludarlo, y de inmediato se sumaron algunos dirigentes sindicales que le dijeron a Jesús: mira, con todo lo que nos has explicado y ya sabemos sobre el diferencial, no hace falta que te estés exponiendo, te andan buscando para matarte, que regresara a La Habana y mandara las orientaciones, pues ya conocían bastante sobre el diferencial, y le explican que cuando estuvo en el Violeta, ellos tuvieron que vigilar toda la noche para impedir que lo mataran.

A ello Jesús le respondió: Por qué me van a matar a mí si yo estoy defendiendo el derecho de los trabajadores y algo que además es bueno para la patria ¿Cómo me van a matar? Mira chico, si me matan, ese diferencial hay que pagárselo a los trabajadores de todas maneras, y si me matan a mí, quedan ustedes para que sigan reclamando el diferencial azucarero.

Su hermano Carlos no lo volvió a ver con vida.

[1] Al respecto pueden verse al menos algunos de los titulares que aparecen en la primera plana de dichos periódicos, entre los cuales puede leerse: Asegura el jefe del ejército [Genovevo Pérez Dámera] que matará cada vez que estime que sea oportuno; en otra parte de declaración hecha por Pérez Dámera, al ser interrogado al respecto, dice que no informará sobre el sumario “porque esto pudiera servir para que se cambiara el cuadro a quienes creen tener cogidos por las barbas a Dios”. También afirma que los tiros fueron de frente y que el hecho se inició cuando Jesús agredió a Casillas, disparándole dos tiros (pudiera ser los que se habían acordado y que sólo recibió uno el soldado Alarcón); Otros cintillos dicen: Había orden de asesinar a Menéndez. Elogia Genovevo la conducta del capitán Casillas; Informan los dos investigadores militares que el capitán Casillas disparó su arma en defensa propia (mucho antes de concluir la investigación); Genovevo, jefe del ejército, declaró que Menéndez había disparado primero y que el ejército actuará de igual forma siempre en caso semejante, mientras que la Cámara y el Senado condenaron el hecho; también Genovevo dijo que Menéndez disparó primero, hiriendo gravemente a un soldado, etc., siendo incierto tanto lo uno como lo otro. Ni Menéndez disparó ni el soldado Alarcón recibió una herida grave como se puede constatar en su declaración.

[1] Periódico Hoy, La Habana, sábado 24 de enero de 1948, p.1 c.6.

[1] Casillas, presente en la Sala para otro juicio, comentó a viva voz: “por muchas vueltas que le dieren los Magistrados al asunto, su caso estaba resuelto”.

[1]Periódico Noticias de Hoy, 2 de abril de 1948, pág.1 C.8 y pág. 4 c.3

Véanse además: Periódicos Noticias de Hoy de marzo y abril de 1948.

[1] El hizo esa petición debido a los quebrantamientos de las normas que se estaban produciendo en Manzanillo por parte de las instituciones militares, cuando lo normal era hacerlo a través de los organismos competentes, es decir, a través del Juzgado Municipal de Manzanillo y la Audiencia de Oriente, y no directamente al Tribunal Supremo. Aclaró además, que la Audiencia de Oriente ya había decidido a favor de que se juzgara a Casillas por la jurisdicción ordinaria, conforme a lo solicitado por el Dr. C. R. Rodríguez en el recurso establecido al efecto, declarado Con Lugar y fallado favorablemente.

Tanto es así, que el 24 de junio la Sala de lo Criminal del Tribunal Supremo emitió auto en el cual anuló todas las actuaciones practicadas en dicha causa desde que el Juez Especial de la jurisdicción ordinaria se inhibió a favor de la jurisdicción militar, pasando todas las actuaciones a su trámite inicial. Ello implicó que dicho Juez tendría que decidir nuevamente si se inhibe a favor de la jurisdicción militar, toda vez que, al ordenar se retrotraiga la Causa a su trámite original, deja en pie la demanda de que sea juzgado por un tribunal militar. En esa decisión llama la atención que el Fiscal del Tribunal Supremo de Justicia, Dr. Rafael Trejo Loredo, padre del mártir Rafael Trejo González, asesinado el 30 de septiembre de 1939, indicó a los fiscales a sus órdenes, que sostuvieran el derecho de la jurisdicción militar.

[1] Periódico Hoy, agosto 11 de 1948.

[1] Entre los elementos que el presidente Prío declaró que tenía en cuenta para esa destitución, fue que él necesitaba una Jefatura acorde a los intereses del gobierno y que se mantuviera bajo sus órdenes, pues Genovevo actuaba independientemente del Gobierno y muchas veces por encima de éste, siendo causante de numerosos actos de protesta.

[1] Miró Cardona había sido designado por Genovevo Pérez Dámera, cuando era Jefe del Estado Mayor del Ejército, para que representara a Casillas.

[1] En un momento del juicio Casillas entró a la Sala con la cartuchera de la pistola abierta, ocupando una silla en forma grosera e irrespetuosa. El Presidente de la Sala le dijo que no necesitaba estar allí, que Miró Cardona lo representaba y que podía retirarse si lo deseaba. El, molesto y sorprendido, abandonó el lugar.

[1] En una oportunidad Enrique Núñez Rodríguez escribió la siguiente anécdota de su amigo Manuel Navarro Luna:

“Aquel hombre pequeño de estatura se crecía ante los ojos de los que le escuchaban diciendo sus poemas, o tarareando canciones tradicionales. O sencillamente haciendo un cuento (…). En los días posteriores al asesinato de Jesús Menéndez, el líder azucarero, Navarro se presentó como acusador privado de Joaquín Casillas, el asesino de Menéndez. Él y Navarro eran vecinos. Vivían separados por solo una calle. Y se veían todos los días. Al extremo de que Casillas le gritó un día:

—Navarro, ¿cuándo me van a matar?

Y el poeta le contestó serenamente:

—Cuando nos lo ordene el Partido”.

En: El Duendeduende@juventudrebelde.cu 25 de Junio del 2014 22:16:58 CDT

[1] Nicolás Guillén: Jesús Menéndez, periódico Hoy, La Habana, 22 de enero de 1950, P. 1 y

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3 comentarios en A propósito de una historia mal contada

  1. El presidente constitucional de la república burguesa vasalla del Tío Samuelillo en enero de 1948 era el Dr. Ramón Grau San Martín, por lo tanto el soldado asesino no podía ser batistiano técnicamente aunque lo fuera pseudo intelectualmente. En junio de 1948 se celebraron las elecciones para la presidencia en las cuales fue electo Carlos Prío Socarrás.
    Compañeros no cooperan, ni ayudan, ni benefician, siendo chapuceros en el esclarecimiento y verdad de los hechos.

  2. Ni a los muertos dejan tranquilos el imperio. Por tal de salirse con la suya y seguir apostando al descrédito, venden a su madre. Lo triste de todo esto es que detras de estas acciones hay nacionales metidos, por que le paguen unos dolaritos. Nuestra historia nadie la manchará, para eso estamos.

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