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Higinio: el cirujano de la música

Fotos: del autor
Fotos: del autor

 

Cirujano maxilofacial de rostro afable y voz con cadencia musical, tiene, como el mismo dice, “la mente octosilábica”, porque habla prácticamente en décimas. Suele regalar poemas y canciones en los pasillos del Hospital León Cuervo Ru­bio de la capital pinareña, en reuniones profesionales y, sorprendentemente, en pleno salón de operaciones, para los pacientes atribulados por el dolor.

De la mezcla entre su gran afición y la medicina, ha surgido un epíteto popular, que lo acompaña como carta de presentación: “El cirujano que canta”. Temas de su autoría han ganado importantes concursos como Boleros de Oro, pero para él, la música es una forma de prevención para la salud, un método personal de curación, que le ayuda con los resultados que consolidan su prestigio profesional.

Su casa es como una sala de urgencias, por el trasiego de personas que son recibidas a cualquier hora, con deferencia y hasta alguna que otra décima. La esposa, enfermera, comparte el sacrificio y las alegrías. Ella le cuenta de las invitaciones recibidas para peñas y pequeños conciertos. “Ese hombre es un show”, dice Paula, para sintetizar, rápidamente, a su compañero, el doctor Higinio Hernández.

“Desde pequeño me ha gustado rimar. La gente subestima la décima”, afirma Higinio, cuyo nombre de origen griego, tiene una etimología ligada a su personalidad, pues significa vigoroso y con salud.

“Canto a la hora de operar, en el salón. Si estás contento y sonríes, el corazón lo recibe como que todo anda bien y empieza a funcionar bien”, cuenta sobre su actuar el galeno, que intenta combatir el estrés y las preocupaciones que sienten las personas cuando van al médico.

“Le trasmito la energía positiva al paciente y cuando este se siente contento, el organismo empieza a segregar una serie de endorfinas, que son las hormonas que producen una sensación de bienestar y demás.

“La salud es un equilibrio biopsicosocial. Se trabaja mucho preventivamente lo biológico y lo social, pero no así en lo sicológico, en ese proceso de salud enfermedad. Para mí esto constituye una forma de prevención”, explica Higinio, que tiene más de 40 años dedicados a la profesión y varias décadas también, como profesor de la carrera de Estomatología en la Universidad de Ciencias Médicas Doctor Ernesto Che Guevara.

Sus prácticas le brindan excelentes resultados, porque influyen en el estado anímico de las decenas de personas que opera mensualmente y generan un estado de bienestar general que actúan en diversos mecanismos del cuerpo humano. Además, incide indirectamente, en quienes ocupan sillones aledaños.

“Doctor, que bien me vino el canto suyo”, le dijo en una ocasión un paciente.

“Pero, ¿yo te operé?”.

“No, fue otro médico, pero cuando usted empezó a cantar yo me relajé”, le confirmó este. Como esta anécdota, son varios quienes ofrecen la suya por la curación directa del cirujano.

El ritmo proviene del padre, quien fuera albañil, músico, carpintero, con 32 zafras de caña a sus espaldas; y la vocación, de su natal Artemisa, donde nació en 1949.

“Siempre quise trabajar con una bata blanca, porque veía a un enfermero del barrio como atendía a todas las personas”, recuerda.

Hasta aprendió a tocar el contrabajo de oído, mientras escuchaba a un conjunto de su pueblo y con el padre-de sorprendentes y variadas habilidades manuales-, experimentó cada uno de esos oficios, los cuales le permiten afirmar, “que no le asustan ningún trabajo por duro que sea”.

Mientras cumplía misión internacionalista en Guyana, entre 1987 y 1989, intercaló las labores médicas con la albañilería. Jornadas ininterrumpidas, en ocasiones hasta las 4 de la madrugada, destinó a las reparaciones en la embajada cubana en ese territorio.

“El embajador hizo una carta donde manifestaba que yo había ahorrado miles de dólares para el país”, cuenta Higinio, quien tiene a su madre como uno de los más grandes recuerdos, quien ayudó a moldear su carácter para enfrentar cualquier situación en la vida.

“A ella le gustaba conversar conmigo. Yo le despedí el duelo. Murió el 21 de diciembre y el 22 era el día del educador, y la consideré la primera educadora mía, quien enseñó a lavar, planchar, cocinar. Le hice una décima. Mis padres fueron fundamentales”, afirma el doctor, para quien la familia es primordial, y por la cual administra el tiempo para poder visitarlos a todos en cada visita al poblado natal.

Aún a los 67 años, su cuerpo enseña las maneras de quien fuera un atleta de alto rendimiento. Integró la selección nacional de pesas, rompió récords nacionales y asistió un certamen internacional denominado las Esperanzas Olímpicas.

Pero muy joven decidió por su vocación de servir a las personas, que lo llevaría a convertirse tempranamente, en jefe de la Especialidad en la provincia de Pinar del Río. Con los años han llegado los reconocimientos, como la invitación de un hospital-universidad suizo, para mostrar aportes suyos a una técnica de reconstrucción nasal.

Suele levantarse de madrugada para que el día alcance para tantas cosas y anota la fecha y hora de sus escritos. Recientemente, otro tema suyo ganó el concurso Pedro Junco, de Pinar del Río. Orquestas pinareñas Ases del Ritmo y otros interpretan sus canciones.

“Ahora veré si hago una audición para ser cantante”, dice y sonríe el prestigioso cirujano cubano, quien lleva a los alumnos, en forma de rimas, los asuntos más complicados de la filosofía, la metodología y la ética, como su forma de trasmitir conocimientos e impulsar la creatividad.

Sobre la unión llamativa entre curación y música, que lleva al salón de operaciones, aún no ha dejado nada recogido en papeles. “Yo podía haber escrito cosas en ese aspecto, pero, ¡tengo tantas cosas para escribir””, dice y sonríe, cuando recuerda a una colega de profesión, antes alumna, que le afirmó que necesitaría varias vidas para dejar como herencias, a quienes le rodean, sus pensamientos.

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