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Siempre junto a los trabajadores

Fidel, Lázaro Peña y Raúl, entre otros, intercambian impresiones durante el XIII Congreso.
Fidel, Lázaro Peña y Raúl, entre otros, intercambian impresiones durante el XIII Congreso.

 

Nació en medio de la riqueza, pero se puso del lado de los desposeídos, cuyas miserias y desesperanzas denunció entre los males a erradicar expuestos en el programa de la Revolución que inició el 26 de julio de 1953.

En él también abordó la situación de los trabajadores, sometidos a la explotación y en numerosos casos al desempleo. Y es que la confianza del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en ellos fue tal, que alcanzado el triunfo, el 1º de enero de 1959, no dudó en llamarlos a una huelga general revolucionaria que conjurara el golpe fraguado con vistas a despojar al pueblo de esa victoria. Los consideraba uno de los pilares principales del proceso, y supieron corresponderle.

El 6 de febrero acudió por vez primera a un acto obrero, y a partir de entonces se hicieron frecuentes su presencia en consejos, plenarias y conferencias sindicales. También sus visitas a centros laborales, donde conversaba con los trabajadores para conocer los problemas que afrontaban, les explicaba, les razonaba, para que comprendieran lo procedente de alguna medida adoptada que pudiera de alguna forma perjudicarlos.

Presente en los congresos obreros

Desde 1959 hasta el 2001 participó en todos los congresos de los trabajadores, nueve en total, de los cuales nos detendremos en los más trascendentales por su significación para el movimiento obrero y sindical cubano.

El X, celebrado en noviembre de 1959, tuvo características especiales por la participación en él de delegados de diversas tendencias políticas, lo cual provocó divergencias que pusieron en peligro su exitoso desarrollo.

Eso motivó que en la clausura, Fidel, quien en la sesión de apertura los había convocado a la creación de las milicias obreras, criticara con fuerza la palpable desunión puesta de manifiesto, y les precisó:

“Es necesario saber que una revolución no es un juego de mesa, que una revolución no es una fiesta, que una revolución no es una obra teatral. Es preciso saber, y recordar, y conocer —aquellos que no hayan tenido tiempo de pensar en ello— que una revolución es un proceso muy serio y muy trascendental en la vida de los pueblos, y que con un proceso revolucionario no se juega, que en un proceso revolucionario no se pueden cometer grandes errores, que en un proceso revolucionario no se puede ni pestañear, porque los que pestañean pierden”.

Especialmente significativo resultó el XI Congreso, que sesionó en noviembre de 1961. Era el año en que el pueblo dio su total respaldo a las consignas ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!, el de la declaración del carácter socialista de la Revolución, y de la invasión mercenaria por Playa Larga y Playa Girón.

La nacionalización de las propiedades extranjeras, adoptada en el año precedente, imponía la necesidad de reestructurar el aparato sindical. De ello se encargaron los delegados a esa magna cita obrera, quienes acordaron la creación de una sección sindical por cada centro laboral y un sindicato nacional por cada rama o industria, con lo cual propinaron un golpe mortal a la estructura gremial y dieron vía franca a la unidad.

Al abordar este tema en el discurso de clausura, Fidel expresó:

“(…) Y lo que ha hecho la clase obrera es ampliar las fronteras de los intereses que defiende. Y dejó de ser sindicato solo, y sindicato débil, para constituir la gran clase obrera poderosa al frente del país, para lograr conquistas, es decir, elevación del estándar de vida, de condiciones de vida, de elevación material y cultural de toda la clase, como si toda la clase y toda la nación fuera el gran sindicato nacional que comprendiera a todos los obreros”.

Fue el momento en que se aprobó cambiar el término de confederación, y desde entonces el organismo sindical responde al nombre de Central de Trabajadores de Cuba.

Tras la celebración de ese evento se cometieron diversos errores, entre ellos la aplicación de la Resolución No. 270, que estipulaba la jubilación con el ciento por ciento del salario; el llamado salario histórico, y el conocido movimiento de avanzada, que provocaron la desmotivación de los trabajadores y llevaron a la desaparición práctica de las secciones sindicales, quedando solo en la estructura los sindicatos nacionales. Se impuso entonces fortalecer el movimiento sindical con el resurgimiento de las secciones sindicales, de lo cual fue Fidel el primer abanderado. Y al clausurar el XIII Congreso, el líder de la Revolución manifestó que era necesario corregir las deficiencias, y enfatizó: ´

“Cuando nosotros decíamos el 26 de Julio, en la conmemoración del XX Aniversario, que debíamos saber corregir valientemente los errores de idealismo en que hubiésemos incurrido, eso significaba que, si en determinados momentos habíamos tratado de avanzar más de lo posible, era necesario rectificar. Porque las consecuencias de tratar de avanzar más de lo que se puede es tener la necesidad de retroceder, ¡y aquí no se trata afortunadamente de retroceder!¡Se trata de rectificar!”

Indicó, además, que el movimiento obrero había sugerido una serie de medidas pertinentes y adecuadas, entre las cuales figuraban la relación entre el salario y la norma, y del salario con el cumplimiento, sobrecumplimiento o incumplimiento de la norma; los problemas relacionados con las horas extra cuando realmente eran necesarias, y del doble turno cuando un obrero tenía que cubrir el turno de otro que no asistiera al trabajo.

En aquel evento que calificó de histórico, el Comandante en Jefe puntualizó:

“Hay una cuestión sin la cual ninguno de los acuerdos que hemos adoptado en el Congreso tendría posibilidad práctica. De nada valdría la cuestión del principio de darle a cada cual según su trabajo, pagar horas extra, o un doble turno, o revisar cualquier escala, si no mantenemos un equilibrio financiero. Incluso, la aplicación de estímulos materiales no tiene validez, no tiene vigencia en una situación de inflación desmedida. (…)

“Es por eso que el aporte de la conciencia de los trabajadores, la cultura polí- tica de los trabajadores y la actitud de los trabajadores se convierte en un elemento insustituible en el socialismo, puesto que ya las motivaciones del trabajador son otras”. çOtra cita obrera de significativa trascendencia fue el XVI Congreso, celebrado en enero de 1990, época convulsa para el mundo, caracterizada por el auge de la derecha y la desaparición del campo socialista. Ante los peligros y dificultades que esa situación entrañaba para Cuba, Fidel refirió:

“(…) hemos estado aquí no solo para presenciar un espectáculo inusitado; hemos estado aquí todos los días del congreso, precisamente, para saber cómo piensan nuestros trabajadores, para saber cómo sienten, qué desean y cómo consideran que deben resolverse los problemas. Hemos estado aquí, precisamente, para recoger nuestro programa de trabajo, nuestra agenda en los próximos años, en los próximos meses y en los próximos días, extraída de ese informe, de esas resoluciones y de esos debates. Para eso ha estado aquí presente la dirección del Partido —aunque no todos, como es lógico—, para eso ha estado aquí presente todo el gobierno nacional; no faltó un solo ministro, ni un solo vicepresidente del Comité Ejecutivo. Por eso no había que mandarlos a buscar a su oficina cuando surgía un tema o había que dar una respuesta”.

Ese es Fidel, el hombre cuya ausencia física duele, pero estará siempre presente en el corazón de todo su pueblo; porque como expresó José Martí, de quien fue el discípulo más aventajado: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”.

Durante una intervención en el XVIII Congreso.
Junto a Fidel, Pedro Ross Leal y José Ramón Machado Ventura, escuchan la intervención de uno de los delegados.
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