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Yo soy Fidel

Por Alejandro Benítez Guerra, estudiante de Periodismo

Desde la misma universidad donde el Comandante en Jefe fraguara su espíritu revolucionario, los pinos nuevos convertimos en grito el llanto para decirle al mundo que Fidel no es uno, todos somos Fidel.

En otras partes del mundo habrá quienes sientan la fecha de un modo diferente. Esos tendrán que vivir con el ardor de que, tras 90 años de lucha, a Fidel no lo mató nadie.

Viejas y nuevas consignas se mezclaron en la escalinata con el aire del mar, la pasión y las lágrimas. Alumnos y profesores desfilaron frente al micrófono, tal vez en el mismo lugar donde el líder, inolvidable, enamorara con su oratoria a aquella generación.

El Alma Máter se vistió de guerrillera con las fotos del Comandante en Jefe, reproducida, además, en carteles y banderas que en manos de los jóvenes protagonistas matizaron los momentos eufóricos y luctuosos de un acto cargado de sentimiento.

La pérdida es grande. La noche anterior toda Cuba quedó conmocionada con la triste, increíble, imposible noticia. Pero cómo no sentirse vivo, cómo no sentirse cubano, cómo no tragarse el nudo en la garganta cuando cientos de estudiantes gritan “¡Yo soy Fidel!”, como si en ello les fuera la vida.

El tiempo nos roba una generación histórica, la que construyó este país desde las cenizas de la miseria, el hambre, la explotación. Hoy la nuestra es la generación decisiva. Nuevos –y difíciles— son los tiempos, nuevos son el campo de batalla y los combatientes; el objetivo es el mismo. Esa mañana  los jóvenes demostramos que no fallaremos; no pudo haber mejor respuesta.

 

 

 

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