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Títeres para adultos

 

A uno le dicen “títere” y enseguida piensa en los niños, tan arraigada está esa práctica escénica en el público infantil. Pero queda claro que el espectro titiritero no es solo amplio desde el punto de vista de las técnicas y los estilos: se hace teatro de títeres pensando en todos los públicos.

Los niños suelen ir a las funciones acompañados de sus mayores, que pueden disfrutar también estas propuestas (de hecho, la distinción de “teatro para niños” es relativa, algunos prefieren llamarlo “teatro familiar” o “teatro para todas las edades”).

Pero, por supuesto, hay espectáculos con muñecos que por sus implicaciones y temas no resultan aptos para menores. Y fundamentalmente a ese ámbito estuvo dedicada la III Bacanal de Títeres que acaba de concluir en la capital.

Si se revisara el listado de compañías teatrales en Cuba saltaría a la vista la cantidad de agrupaciones dedicadas al arte titiritero. En muchas de las provincias del país hay grupos de guiñol y en La Habana se cuentan varios.

Sin embargo, la cantidad no es necesariamente sinónimo de  calidad. Vamos a decirlo sin eufemismos: sobran los dedos de las manos para enumerar los elencos que ofrecen habitualmente propuestas contundentes.

Y si hablamos de los que conciben puestas para el público adulto, pues son menos. Hay una tradición, pero no todo el mundo puede honrarla.

La Bacanal ha puesto luz sobre compañías y creadores que están haciendo ahora mismo buen teatro, sin que cuenten a veces con suficiente promoción.

Pero además de la programación de obras en las salas, resultaron valiosos los espacios teóricos y los talleres. Porque del títere hay que seguir hablando; es un arte cuyo potencial nunca se agota. Y algunas de las compañías que participaron en la convocatoria lo demuestran.

Por su singularidad, hay que defender la Bacanal. Esta edición parece consolidar el empeño. El arte del titiritero no es arte menor, aunque tantos todavía lo subestimen. Es más, para muchísimas personas ha sido el primer acercamiento al mundo de las tablas. Para los niños suele serlo. Y, se sabe, buena parte de los adultos nunca dejan de ser niños.

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