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La agricultura tiene que adaptarse al clima

Estudios agroforestales encuentran variaciones de la producción de pinos por cambio climático. Foto: Agustín Borrego Torres
Estudios agroforestales encuentran variaciones de la producción de pinos por cambio climático. Foto: Agustín Borrego Torres

 

Las evidencias del cambio climático hacen pensar en reformas para la agricultura, que pudieran tener más en cuenta la elevación de las temperaturas, el desfase de los regímenes de lluvias, la disminución de los rendimientos agrícolas y el aumento de la intrusión salina que afecta tanto a los acuíferos como a los suelos.

La preocupación de los investigadores respecto al tema radica, esencialmente, en que se siguen empleando las mismas especies, variedades y razas, así como los propios calendarios de siembra, cultivo y cosecha de hace años; no se modifican ni la agrotecnia ni las formas de manejo de los rebaños; mantienen producciones que ya no son exitosas, y se apuesta por el regadío para respaldarlas.

Sobre estas premisas, un panel promovido por la representación de la FAO en Cuba, a propósito del Día Mundial de la Alimentación (16 de octubre), advirtió que “el clima está cambiando; la alimentación y la agricultura también”.

En consecuencia se deben crear estrategias encaminadas a la adaptación y mitigación de sus efectos, porque las modificaciones registradas hasta hoy son irreversibles y aumentarán en la misma medida que la acción del hombre vulnere los elementos naturales que dan vida al planeta.

¿Hay evidencias del cambio climático en Cuba? Reconocidos investigadores expusieron datos contundentes que demuestran no solo la variación de las temperaturas y de las lluvias, citaron ejemplos de las perturbaciones que inciden sobre las plantas.

Según estudios realizados en temas agroforestales, tres especies arbóreas de montaña en la zona de Topes de Collantes han modificado la brotación y permanencia del follaje, la floración y la fructificación de los frutos comparando años calientes y normales. Otros expertos comprobaron las diferencias del rendimiento mensual de la producción de resina de Pinus caribaea en Viñales, Pinar del Río.

Estos cambios suceden en medio de una crisis global que aún se mantiene e implica no solo las finanzas, el comercio y las tecnologías, sino además la alimentación y al medio ambiente, que hace más difícil la adopción de medidas que requieran de altos componentes monetarios, digamos, para solucionar los problemas emergentes de la agricultura.

Todo indica a un camino que para algunos puede parecer prehistórico, un retroceso o la renuncia a las modernas tecnologías que se comenzaron a aplicar con la Revolución Verde: la agricultura de conservación, que con sus múltiples enfoques ha demostrado la sostenibilidad de sistemas productivos no solo en los países más pobres, sino en los más desarrollados económicamente.

Es preciso aprovechar el potencial de la agricultura para mitigar el cambio climático. Los recientes compromisos internacionales para la acción, incluido el acuerdo de París y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, reconocen el papel fundamental de este sector enfrentando a las perturbaciones climáticas, al hambre y la pobreza.

Los efectos que sobre los cultivos y los ganados se hacen sentir y se acrecentarán en Cuba no son todo lo perceptibles que se necesita; las medidas no pueden ser para mañana, debían haber sido para ayer.

Requiere una nueva mentalidad en los productores, genetistas y decisores, quienes tienen en sus manos desde la posibilidad de reducir la emisión de gases de efecto invernadero, buscar variedades resistentes, hasta cambiar los sistemas productivos. La aspiración internacional es construir la generación hambre cero para el 2030, un objetivo que solo podrá alcanzarse haciendo frente al cambio climático.

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