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Contra el bloqueo, paso a paso

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“Un viaje de mil millas comienza con un solo paso”. Ese viejo presagio de mi abuela podría servir para evaluar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Luego del 17 de diciembre de 2014 cuando el presidente Barack Obama anunció la decisión de normalizar las relaciones con la Isla, ha comenzado a trazarse un camino diferente donde, no obstante reaparecen obstáculos de una política que ha cambiado sus métodos pero no sus objetivos.

Durante más de 5 décadas era impensable que los gobiernos de ambos países se sentaran a una misma mesa a negociar. En el año 2016 Obama, en su visita a Cuba, reconoció la obsolescencia del bloqueo y pidió al Congreso que tomara medidas para su levantamiento.

Cuba, complacida de mantener el espíritu pacífico y soberano que caracteriza a nuestra nación, ha mantenido siempre la misma postura: para avanzar hacia la normalización de las relaciones es vital eliminar el bloqueo económico, comercial  y financiero; devolver el territorio ocupado ilegalmente por EE.UU. con la Base Naval en Guantánamo; cesar los programas subversivos y  las transmisiones radiales y televisivas ilegales; así como dejar de estimular la migración ilegal hacia su territorio.

Luego de casi dos años no hay retroceso evidente, pero tampoco se dibuja a corto plazo un panorama distinto. Cada año el gobierno cubano emite un informe a la Asamblea General de Naciones Unidas donde denuncia los efectos negativos del boqueo.

Según la cancillería cubana se ha avanzado con el intercambio diplomático a alto nivel, los encuentros técnicos y los programas de colaboración; pero no ha sucedido así en lo comercial pues el conjunto de legislaciones y disposiciones administrativas que rigen el bloqueo lo impiden a pesar de las medidas ejecutiva emitidas por Barack Obama.

Uno de los documentos básicos es la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917, heredado de la primera Guerra Mundial. La sección 5 (b) capacita al presidente para emitir disposiciones administrativas que modifican el bloqueo. Su aplicación requiere de una renovación presidencial anual, la cual fue firmada recientemente por Barack Obama.

Algunos pudieran cuestionarse esta acción, pues el hecho de prolongar su vigencia estaría en contradicción con la postura de Obama contraria al Bloqueo. Pero irónicamente, si no la firmara el jefe del gobierno de Estados Unidos perdería la autoridad para emitir licencias, y todo quedaría sujeto a la Helms-Burton.

Esta última, también llamada Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubana, entró en vigor en 1996, y además de codificar las sanciones y prohibiciones inventadas hasta ese momento para perjudicar económica, financiera y comercialmente a la isla,  estableció un precedente de extraterritorialidad cuestionado por el Derecho Internacional. Bajo su sombra se justifican también las acciones y presupuestos que desde las instituciones federales se realicen en función de la subversión interna en Cuba.

Mucho por hacer

El verdadero levantamiento del bloqueo no podría entonces darse, únicamente, a través de medidas presidenciales, aunque los analistas consideran que este es un camino válido para ir vaciando de contenido las legislaciones.

Las opciones dentro del Congreso, instancia que también deberá pronunciarse, continúan atrapadas en un proceso legislativo muy complejo que necesita de amplio consenso. Algunos analistas consideran que existen opciones para que dentro de ese máximo órgano se aprueben enmiendas dentro de una Ley que incluya  asignaciones de presupuesto y que autoricen la exportación e inversión en ambos sentidos y la libertad de viajar a Cuba con cualquier pretexto, incluido el turismo.  Otro camino, mucho más difícil, sería la introducción de un instrumento legal respaldado por el Congreso que derogue todo el entramado de leyes que sustentan el bloqueo.

Sin embargo las medidas tomadas por Obama ni se acercan a esta solución.

Durante el 2015 y el 2016 los Departamentos del Tesoro y de Comercio realizaron varias enmiendas a regulaciones sobre Cuba, las cuales son insuficientes.

La batalla dentro del Congreso es compleja. El Partido Demócrata tiene en la figura de Obama al principal promotor del levantamiento del bloqueo, pero le restan solo meses de presidencia. Su contraparte republicana, que desde el 2008 domina la Cámara de Representantes y desde el 2012 el Senado, no han rebasado la simpatía expresada por algunos con respecto al beneficio económico que reportaría restablecer los nexos comerciales.

En ambas Cámaras, y en importantes lobbys de la Florida, aparecen legisladores de origen cubano que se oponen a cualquier avance en la relación bilateral. Durante mucho tiempo ellos han sido vistos como las voces a seguir en referencia a la política hacia Cuba.
Mucho se ha especulado acerca de qué pasará con este proceso tras el fin del mandato de Obama. El nuevo presidente, sea Hillary Clinton, por el Partido Demócrata, o Donald Trump, por el Republicano,  tiene ante sí el desafío de continuar recorriendo las millas de las cuales se ha avanzado, apenas un paso.

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