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Un Guinness para mi familia gigante

 Foto: Betty Beatón
Foto: Betty Beatón

Estoy pensando en aspirar a un Guinness con base en mi tropa numerosa, esa que se arremolina en torno mío cualquier día, a cualquier hora, bien sea para tenderme la mano o para pedírmela.

De algún modo es mi familia. No nos unen lazos de sangre, sí vínculos tan fuertes que se tornan ataduras irrompibles, pues cotidianamente están ahí, prestos, dispuestos, solícitos.

Para todo sirve mi familia y la vida lo demuestra: una pastilla, un termómetro, la ayuda para cobijar el tejado, alguien que sale corriendo cuando hace falta auxiliar a la abuela que resbaló en el baño, otro que comparte el dulce casero o el café recién hecho, y más, mucho más.

Son, a no dudarlo, mis mejores hermanos, porque son mis vecinos más cercanos.

Ellos hacen mi familia gigante, esa que tal vez pudiera llevarse un Guinness a la unidad.

Si alguien lo duda que venga a mi barrio cubano, bullanguero y solidario, este 27 de septiembre, a la espera del veintiocho.

No hay candidatura a la fiesta más popular del mundo que resista una competencia como esta.

Desde temprano comienza el trajín: buscar la leña, pelar las viandas, preparar el aliño, adobar el cárnico, alistar la música, organizar a los niños para el canto, el baile, los poemas…

Al filo del anochecer se prende el fogón improvisado en medio de la acera y ¡arriba con el jolgorio!

La Niña, que ya frisa los 90, pero nadie deja de llamarla así, da, desde su portal, las instrucciones para que el caldo colectivo quede como es, “espeso y sabroso”, y frente a la gran olla de sopón mágico, Andrés, Lorgia, Emilia y José siguen su voz y echan culantro, laurel, ajo machacado y vaya usted a saber qué más, para que todos terminen repitiendo lo que año tras año es vox pópuli en mi barrio: esta caldosa es la mejor.

Y entre sorbo de caldo y buche de ron, entre las palabras de Juanita, la presidenta del Comité (CDR) se baile y se conversa, y la noche se hace larga y dilatada hasta que alguien alerta en un susurro: “Oigan, miren qué  hora es, mañana hay que trabajar”.

Entonces mi familia se despide, cada uno marcha a su hogar y al recomenzar el nuevo día el comentario vuelve a ser idéntico al del año anterior: “Clase fiesta, compay, como de Récord Guinness”.

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