Icono del sitio Trabajadores

El llanto de una heroína

La producción ganadera también constituye parte importante del quehacer de Juana María. Foto: Orestes Ramos
La producción ganadera también constituye parte importante del quehacer de Juana María. Foto: Orestes Ramos

 

Quien conoce a Juana María Blanco Santos sabe de sobra que es “una mujer de armas tomar”, de esas que no se andan con remilgo alguno a la hora de meterse en uno de los cuartones de su cochiquera a lidiar con un puerco ni con ningún miramiento si de guataquear se trata o algo afecta a sus animales.

“¿Cómo se me van a morir mis puerquitos por falta de comida?”, se pregunta. Y ya son 67 muertes en lo que va de año, sin contar los que se pierden antes del parto por lo desnutridas que están las madres”.

No es exactamente un papel lo que ha provocado la muerte de esa cantidad de puercos y el malestar de esta Heroína del Trabajo de la República, quien dirige la finca La Victoria en áreas del otrora central azucarero Remberto Abad, de Sancti Spíritus, donde producen carne de cerdo, leche, ceban toros y tienen carneros, gallinas, y cultivan viandas, hortalizas, granos y caña.

“Aquí llevamos 37 años con las mismas lagunas de oxidación y nunca hubo problemas ni con las autoridades del plan porcino ni con nadie —recuerda—. Pero en abril del 2015 pasado los compañeros de Planificación Física nos dijeron que teníamos que cambiar las lagunas, mejorarlas; que mientras no las hiciéramos nuevas, pues no habría convenio para alimentos.

“Claro, es correcto mejorar las lagunas de oxidación. Por eso empezamos el trabajo, pero lleva mucho papeleo y esfuerzo. Hay que legalizar y pagar los proyectos. El costo es de 70 mil pesos además de los materiales.

“Después de pelotearme varias veces y hasta perderse papeles que ya habíamos entregado, el jefe de mi unidad básica de producción cooperativa (UBPC) pagó todo el dinero, pero como aún no está terminada la obra no me dan el papel de Habitable y por tanto los compañeros del Plan Porcino no me hacen convenio de alimento para mis puercos.

“Esos convenios con el Estado me garantizan el 70 % del alimento y nosotros ponemos el resto. Sin embargo, ¿qué culpa tienen los cerdos de ese problema? Solo he podido hacer dos convenios para una tonelada de carne cada uno. Sí, me dieron el alimento para esas dos toneladas, pero ¿y el resto de lo que necesitan los animales?

“Hace un año que estoy ‘cerrá’”, me dice con el gracejo campesino de quien sin ser ducho en el conocimiento de los libros es capaz de confesar sus verdades con honestidad y valentía.

“Mire, no es fácil hacer una obra de construcción. Se complica por cualquier cosa, ya sea por falta de materiales o por algún detalle con los constructores. Por suerte ya la obra está al 90 %”, subraya.

 ¿Era esa la única solución?

Para todos tiene que constituir una obligación impostergable cumplir con los requerimientos del medio ambiente, de ahí la exigencia de que esta unidad porcina, especialmente su jefa, satisfagan lo reglamentado por las autoridades competentes, pero ¿por qué suspenderle la alimentación a los animales? ¿Era esa la única solución? Al final pagó la población, pues la finca ha dejado de entregar al Estado durante el 2016 más de 20 toneladas de carne de cerdo. Sin duda el remedio fue peor que la enfermedad.

El año pasado La Victoria pudo entregar unas 23 toneladas de carne y este año solo dos. Además, al ritmo que van las cosas es creciente el peligro de que mueran también muchos de los 90 cerdos que hoy tiene la finca.

“Para mí está claro que voy a perder mis puercos blancos, los de raza, que sí requieren el pienso del convenio y solo quedaré con los criollos. Estos se crían con cualquier cosa y recolectamos maíz y sembramos yuca, que estará para noviembre”, indica Juana.

“Este asunto no me deja ni dormir —me dice y se pregunta—: ¿Pueden esperar mis animalitos? Esa es la mayor amargura que yo puedo sentir. Es como si se me unieran en el pecho mi tristeza y la de los animales”.

Compartir...
Salir de la versión móvil