Olimpiada de Ajedrez: si de ir al baño se trata

Olimpiada de Ajedrez: si de ir al baño se trata

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Roberto M. López de Vivigo, estudiante de Periodismo

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El número uno del orbe, Magnus Carlsen, observa el match Serbia-Estados Unidos, en la quinta ronda de la Olimpiada. Foto: Eteri Kublashvili

Desde los medios de prensa hasta las redes sociales, incluyendo blogs y otros sitios,  se hacen eco en estos días de Olimpiada Mundial del Juego Ciencia, de la controversial medida que aplicó la Federación Internacional (FIDE).

Y es que, por primera vez en un torneo de este deporte, habrá que pedir permiso al árbitro para ir al baño. Medio centenar de los 2500 jugadores de 180 países que intervienen en la lid en Bakú, firmaron una petición para abolir la nobel regla de la FIDE.

Entre ellos están los pesos pesados: Judit Polgar, capitana de Hungría, Jonathan Speelman, de Inglaterra, Yasser Seirawan, de Estados Unidos y Jordi Magem de España.

¿Por qué se instauró la norma? ¿Cuáles son sus desventajas? La FIDE fue radical y la regla es para evitar que los trebejistas usen dispositivos electrónicos (analiza millones de combinaciones por segundo) cuando van a los lavabos. Aunque desde hace años está prohibido entrar en la sala de juego con teléfonos móviles o similares.

Son muchos los casos de tramposos que incurrieron en este delito alguna vez, así que si vamos a la causa, la medida está justificada.

Pero, ¿y los perjuicios?  Según quienes se quejaron, los ajedrecistas pueden tomar ventaja al enfrentar a rivales nerviosos, de edad avanzada o enfermos.

«El hecho de informar al árbitro da información a su oponente, quien podría decidir realizar su jugada rápidamente mientras corre el reloj de su rival. Ningún jugador debería tener la obligación de realizar una acción que pueda favorecer a su oponente», señala el documento.

«Los baños siempre han sido considerados parte del Área de Juego, lo que hace que esta regla sea absurda y humillante para los jugadores, que no tienen por qué discutir sobre sus funciones biológicas con los oficiales de la FIDE», agrega.

¿Cómo responde la FIDE? De acuerdo a  Panagiotis Nikolópulos, director técnico de la Olimpiada, en entrevista con el periódico español El País, los tramposos son una minoría muy pequeña. Por tanto, sería absurdo que obligásemos a cada jugador a pedir permiso al árbitro cada vez que va al baño. Lo que yo he indicado es que el jugador simplemente avise que va; por ejemplo, con una mirada y un gesto. Sólo en los casos excepcionales, cuando alguien vaya al baño muchas veces en pocas horas, el árbitro debe tomar nota e informarme, sin decirle nada al jugador. Según las circunstancias, yo tomaría o no otras medidas.

Es necesario escuchar la petición de los ajedrecistas, son ellos al final los protagonistas de esta historia, más allá de árbitros y directivos. Uno de los más preocupados con la medida es el equipo ruso, gran favorito a la corona. Su estrella, Vladímir Krámnik, acostumbra a ir al lavabo hasta 20 veces en una partida.

Fraude sonado

Para el final les reservo el trabajo de Leontxo García, publicado en El País,  sobre uno de los tramposos más trascendentales de la historia del ajedrez mundial.

EL SOFISTICADO CASO FELLER

Por Leontxo García

En la Olimpiada de Janti Mansiisk (Rusia) de 2010 no hubo psicosis, sino una trampa pura y dura, la primera de un gran maestro, el francés Sebastian Feller, de 20 años entonces. La hizo con un método refinado en extremo, que le permitió ganar la medalla de oro al mejor resultado individual de un suplente.

El origen de la cadena de fraude era un amigo de Feller, Ciryl Marzolo, en su casa de Francia siguiendo en directo por Internet las partidas que la selección francesa jugaba en Siberia, ayudado por programas informáticos muy potentes. Marzolo enviaba las jugadas recomendadas por su ordenador al capitán de la selección francesa, Arnaud Hauchard, quien también estaba en Siberia. Y lo hacía a través de mensajes a su teléfono móvil, utilizando un código que básicamente consistía en asignar un número de dos cifras a cada casilla del tablero. Es decir, la primera fila horizontal estaba compuesta por el 11, 21, 31, 41… y así hasta el 81. Y la primera vertical era 11, 12, 13, 14, etcétera, hasta el 18.

Más creativo todavía fue cómo hizo el capitán Hauchard para soplarle esas jugadas al tramposo Feller cada vez que recibía un mensaje en su móvil. Como el tablero de ajedrez es un cuadrado de ocho casillas por ocho, y la Olimpiada de ajedrez se juega por equipos de cuatro jugadores — o sea, hay ocho en cada encuentro, cuatro contra cuatro — Hauchard y Feller tenían un código que asignaba una letra de la A a la H a cada uno de esos ocho jugadores, y un número del 1 al 8 también a cada de uno de los ocho jugadores.

Supongamos que el capitán quería soplar al jugador que debía mover una pieza a la casilla c2. Cuando le tocaba jugar a Feller, el capitán estaba andando alrededor de la mesa y se colocaba detrás de uno de los jugadores, el que representaba la letra c, y se quedaba un rato quieto ahí. Y unos segundos después se movía para ponerse detrás del jugador que representaba el número 2, y así ya le estaba diciendo al tramposo que moviese una pieza a c2. De ese modo, Feller ganó la medalla de oro individual, con 6 puntos en nueve partidas (cinco ganadas, dos tablas, dos perdidas). A los pocos días, la Federación Francesa descubrió que Marzolo, utilizando un teléfono de la federación, había enviado más de 200 mensajes SMS al móvil de Feller (en poder de Hauchard) durante el horario de las partidas.

Después los expertos de la federación analizaron cuidadosamente todas las partidas de Feller en la Olimpiada, y llegaron a la conclusión de que demasiadas jugadas coincidían con las recomendaciones de los mejores programas en posiciones muy complicadas, que requieren un cálculo muy preciso. Ciertamente, es probable que Feller no hiciera trampas en todas las partidas, y también cometió errores, pero alguno de ellos (mover una torre a una casilla en lugar de la otra torre) bien podría deberse a un fallo en su método de comunicación con Hauchard. La Federación Francesa impuso cinco años de sanción a Feller y Marzolo, y tres a Hauchard. Pero Feller, que negó todas las acusaciones y las achacó a una venganza del presidente de la federación por motivos políticos, apeló a la justicia ordinaria, que anuló el castigo por defectos de forma. Sin embargo, la Comisión Ética de la Federación Internacional (FIDE) sancionó en 2012 a los tres jugadores a no poder participar en ninguna competición oficial durante dos años y nueve meses.

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