Yo vengo a ofrecer mi corazón

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Luego del golpe de estado parlamentario a Dilma Rousseff la población continuó en las calles en apoyo a la destituida mandataria y contra las medidas privatizadoras de Michel Temer
Luego del golpe de estado parlamentario a Dilma Rousseff la población continuó en las calles en apoyo a la destituida mandataria y contra las medidas privatizadoras de Michel Temer

La dignidad prevaleció por estos días en una mujer. Dilma Rousseff, primera presidenta de Brasil, fue destituida de su cargo en un proceso de impeachment (juicio político, en español); sin embargo no fue despojada de su coraza, del temple que le permite mirar de frente a la verdad y la justicia. No les teme, pues al final han sido sus aliadas.

Sesenta y un senadores acallaron la fuerza legítima de 54 millones de ciudadanos que reeligieron a Dilma en el 2014 para continuar defendiendo un modelo de país que se propuso reducir la exclusión entre los brasileños y la pobreza desde el 2003, cuando llegó al poder el Partido de los Trabajadores (PT).

Pero la burguesía más retrógrada –los representantes del más radical liberalismo económico y del retroceso social”, como los calificó Dilma- convenció a una parte de la clase política, diputados y senadores federales, de que ya no era pertinente seguir financiando el bienestar de los ciudadanos, sobre todo de esos 70 millones que salieron de la miseria durante la gestión de Lula y Dilma.

A los autores del golpe parlamentario no importaron las iniciativas para la reducción de las tarifas eléctricas, los planes de viviendas y educación, el aumento de los empleos ni el acuerdo de establecer un salario mínimo de 724 reales (266,4 dólares), el de mayor poder adquisitivo desde 1979.

A partir de la reelección de la mandataria empezaron a sabotear su gestión, y en esa acción se destacaron personajes como Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de Diputados, quien finalmente impulsó el juicio político y actualmente se encuentra él mismo envuelto en un proceso por corrupción.

No obstante, medios de comunicación y especialistas aseguran que el blanco real de toda esta batalla es el líder progresista Luiz Inácio Lula da Silva y la desestabilización del PT.

Ganó el golpe contra la democracia

La acusación contra Rousseff se basó en la violación de normas fiscales, de haber “maquillado” el déficit presupuestal para cubrir programas que eran responsabilidad del Gobierno. También se le intentó relacionar con la corrupción en Petrobrás, particular que resultó desestimado a lo largo del proceso.

Tal como recordó Dilma en su acto de defensa frente al Senado Federal el pasado lunes 29 de agosto, los supuestos delitos fiscales estuvieron en la representación ante el Tribunal de Cuentas de la Unión que fue reconocido como sospechoso por el presidente del Supremo Tribunal Federal.

El que distorsiona las pruebas es porque no las tiene a su favor, expresó Eduardo Cardozo, abogado defensor de Dilma, y denunció que el verdadero objetivo era la destitución de la presidenta.

“Dejo la presidencia como cuando entré: sin haber incurrido en ningún acto ilegal; sin haber traicionado ninguno de mis compromisos; con dignidad y presionando el pecho el mismo amor y admiración por los hombres y las mujeres brasileñas y la misma voluntad de seguir luchando por Brasil”, afirmó el pasado miércoles, cuando ya sabía de su destitución.

Hablo de países y de esperanzas

El futuro de Brasil, lidereado por Michel Temer, ahora como presidente pleno, parece ser turbulento. Su meta es llegar al 2018, fecha en que están previstas las próximas elecciones, pero ha comenzado con apenas un 13 % de aprobación, según asegura la agencia de noticias Reuters.

La gestión de Temer ha recibido el rechazo de millones de brasileños, pues además de la cuestionable coyuntura en que ha obtenido el poder, «Brasil vive su peor recesión en 30 años. Se espera una caída del producto interno bruto (PIB) de 3,1 % para este año; el desempleo alcanza al 11,2 % de la población; la inflación tocó los dos dígitos a finales del 2015 y principios del 2016, y el déficit fiscal supera los 45 mil millones de dólares», reseñó la agencia.

¿Quién dijo que todo está perdido?

La desesperanza es para los cobardes. Dilma salió digna del amañado juicio. Conservó la voluntad, el compromiso y los derechos políticos para continuar en la batalla. Asumió el adiós a la Casa do Alvorada como una circunstancia para “unirse en defensa de las causas comunes para todos los progresistas, independientemente de su partido o posición política. Propongo luchar todos juntos contra el retroceso, contra la agenda conservadora, contra la extinción de los derechos, de la soberanía nacional y por el pleno restablecimiento de la democracia”.

Denunció que el golpe llegaría, “indistintamente, a cualquier organización política progresista y democrática” de Brasil. También de la región, como ha sucedido a otros Gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina.

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