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Levantamiento popular en Cienfuegos: El pueblo en masa estaba en las calles

El coronel René Vallina Mendoza explica que cuando se disponían a avanzar sobre el cuartel se presentaron dos aviones B-26 en vuelo rasante y comenzaron a ametrallar la ciudad; poco después entró el Tercio Táctico. Foto: Eddy Martin
El coronel René Vallina Mendoza explica que cuando se disponían a avanzar sobre el cuartel se presentaron dos aviones B-26 en vuelo rasante y comenzaron a ametrallar la ciudad; poco después entró el Tercio Táctico. Foto: Eddy Martin

 

Es como si a los 82 años de edad su memoria se mantuviera intacta. Esa impresión se recibe al conversar con el coronel (r) René Vallina Mendoza sobre su participación en la última contienda por la liberación nacional.

El secreto quizás esté en la jovialidad de su carácter o en la increíble sobrevida que ha tenido desde que el 8 de octubre de 1958, en el camino de Curajaya, en las afueras de Santa Cruz del Sur, Camagüey, tropas del régimen lo fusilaron y le dieron el tiro de gracia, junto con otros tres revolucionarios, episodio del cual aún conserva la cicatriz.

Recuerda nítidamente cada hecho de la ya lejana guerra de liberación nacional. De esa convulsa etapa de nuestra historia, le pedimos nos refiera su intervención en el levantamiento popular del 5 de septiembre de 1957, en Cienfuegos.

Nacido en esa ciudad, el 25 de noviembre de 1933, años más tarde pasó a residir en la provincia de Camagüey, donde en 1955 se incorporó al Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Ante la necesidad de pasar a la clandestinidad, dos años más tarde, en marzo, retornó a su pueblo natal en unión de su tío Francisco Mendoza Sosa.

En Cienfuegos contactó con Pedro Antonio Aragonés, Totico, de la dirección del Movimiento. Mantenerlo en la ciudad era riesgoso y lo enviaron a una finca en la zona de Rodas. Pasado un tiempo le encomendaron preparar a un grupo para una importante acción.

“Esta resultó ser un levantamiento armado que tendría lugar en Cienfuegos, el cual incluía la toma de Cayo Loco, sede de una unidad de la Marina. Todos los meses me dirigía hacia allí en busca de instrucciones; así lo hice el 4 de septiembre.

“En una casa de seguridad del Movimiento esperé a Totico, quien me indicó reunir a los compañeros porque en la madrugada siguiente sería tomado el Cayo. Hacerlo era practicamente imposible, pues suponía trasladarme a Rodas y conseguir un camión, recorrer entre 60 y 70 kilómetros para recogerlos, y estar de regreso a las cinco de la mañana. Ante tal situación, Totico decidió prescindir de ellos”.

En Cayo Loco

De aquella su primera acción combativa de magnitud, la cual dice haber vivido como combatiente y como espectador, rememora:

“Alrededor de las seis de la mañana, con Totico y otros dos entré en Cayo Loco, donde poco después fueron detenidos los oficiales, la mayoría de ellos aún dormía tras celebrar el día anterior el aniversario del 4 de septiembre, fecha en que, en 1933, Batista se apoderó del mando del Ejército”.

En el patio interior se reunieron con Julio Camacho Aguilera y el alférez de fragata Dionisio San Román Toledo, encargado de la acción por el Movimiento y jefe militar de esta, respectivamente. El primero manifestó que debía pensarse en volar los puentes de acceso a la ciudad para dirigirse al Escambray si el plan fracasaba; en tanto el segundo les explicó que el plan inicial de tomar el Cayo, apoderarse de las armas y trasladarse a las montañas del Escambray para abrir un frente de combate, había sido sustituido por uno de carácter nacional que contemplaba la participación de fuerzas de la marina y la aviación, e incluía bombardeos al Palacio Presidencial, el Campamento Militar de Columbia, La Cabaña y otras instalaciones gubernamentales, así como la toma de dos fragatas, una en Santiago de Cuba y otra en La Habana.

Y señaló que a Cienfuegos correspondía tomar las armas del Cayo, las estaciones de la Policía Nacional y la Policía Marítima, el cuartel de la Guardia Rural, y ocupar la ciudad.

Tras la toma de la estación de Policía, el pueblo acudió a las inmediaciones del parque Martí para sumarse a la sublevación. Foto: Archivo

 

La acción

“Yo iba en un pelotón mixto de marinos y civiles del Movimiento. Como ayudante de una ametralladora 30 participé en el ataque a la estación de Policía, primero, y después en el rechazo al Tercio Táctico de Santa Clara, refuerzo que salió de allí aniquilado y con numerosas bajas”.

Recuerda que aproximadamente a las diez de la mañana, ya tomada la estación de Policía, supieron que una emisora radial de Estados Unidos difundía la noticia de que había un levantamiento en la ciudad de Cienfuegos, pero que estaba controlado. Tal información también se recibió en el Cayo, pero San Román ordenó resistir, a pesar de que aún era posible marchar al Escambray.

Tras la toma del referido objetivo y distribuidas las armas, la gente siguió llegando; después se repartieron entre 50 y 60 ocupadas al Tercio Táctico, apunta.

“Para entonces éramos unas 300 personas armadas, entre combatientes y vecinos que se nos sumaron; muchos quedaron con el deseo de combatir. Lo más impactante fue el apoyo popular: el pueblo en masa estaba en las calles”.

Fracasado el levantamiento, Vallina, Carlos Santana, también del Movimiento, y un marinero, se refugiaron en las oficinas de Cubana de Aviación. Al percatarse de que ya era posible salir de allí, dejaron las armas y cascos dentro de un tanque de agua elevado y emprendieron la marcha. El marinero se quedó atrás y ellos dos se dirigieron a la casa de un familiar de Santana, donde pasaron la noche.

Al amanecer Vallina regresó a la casa de seguridad del Movimiento, se cambió de ropa, se afeitó el bigote, y tras la llegada de su tío Panchito decidieron marcharse.

“Salimos a pie rumbo a Punta Gorda, le dimos la vuelta a La Juanita, pero solo había dos lugares por los cuales podíamos salir de la ciudad: el puente de la línea del ferrocarril o por delante del cuartel. Nos decidimos por el segundo; al pasar frente a esa instalación militar un sargento nos detuvo. Mi tío le explicó que éramos de Rodas, sobrinos del ganadero Juan de Dios Sosa, y como este era un adinerado, nos dejó continuar”.

Comenta que desde el punto de vista militar, si el plan nacional se hubiera logrado, lo lógico era lo que se hizo inicialmente, e incluso no se pudo cumplir la toma del cuartel. Sobre este se disponían a avanzar cuando dos aviones B-26 se presentaron en vuelo rasante y comenzaron a ametrallar la ciudad; poco después entró el Tercio Táctico. A ello se sumó la información de la inexistencia de otros levantamientos en el país, con lo que tal instalación dejó de ser un objetivo.

En el orden político considera que el levantamiento probó la falsedad de la tan cacareada unidad monolítica entre Ejército, Policía y Marina de que se jactaba Batista, porque esta última había sido capaz de levantarse en armas contra las dos restantes. Eso creó un fraccionamiento interno muy grande dentro de las fuerzas armadas y, por supuesto, debilitó profundamente al régimen.

“La actitud de los cienfuegueros demostró que el pueblo cubano estaba contra la tiranía. Aquello no se preparó, no hubo un acondicionamiento de la población y, sin embargo, su respuesta fue masiva.

“En lo interno resultó un revés muy grande para el Movimiento en Cienfuegos, el cual a partir de entonces quedó prácticamente neutralizado. Pero, en sentido general, representó una victoria para la lucha, por su tremenda repercusión nacional y el hecho de que, durante horas, Cienfuegos fue una ciudad libre; la primera de la Revolución en el país”.

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