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Uneac: Más cultura, más Revolución

Fidel Castro y Nicolás Guillén, artífices de la Uneac. Foto: Tomada de Archivo
Fidel Castro y Nicolás Guillén, artífices de la Uneac. Foto: Tomada de Archivo

Miguel Barnet, actual presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) insiste mucho en la peculiaridad de la organización. Según el reconocido poeta, narrador y etnólogo, la Uneac es única en el panorama mundial. El hecho de que la vanguardia creativa de un país (artistas de todas las manifestaciones, escritores, críticos e investigadores…) integren un frente común, que vaya más allá de puntuales intereses gremiales para incidir en el entramado social, singulariza a la Uneac.

Se ha dicho muchas veces: la historia de la cultura cubana del último medio siglo es, en buena medida, la historia de la Uneac. Por una sencilla razón: la gran mayoría de los hombres y mujeres que han conformado el variopinto fresco de la creación artística y literaria cubana de los últimos años fueron, han sido, son miembros de la organización.

La unidad ha sido un concepto esencial. No significa que enmascare o subestime las naturales diferencias. De hecho, la Uneac ha sido siempre escenario de intensos debates, incluso en años de erróneas y prejuiciosas aplicaciones de la política cultural de la Revolución. Pero siempre ha prevalecido el apoyo a un proyecto de nación que no se concibe sin la participación activa de sus artistas, sin el disfrute popular —derecho inalienable— de toda la cultura artística y literaria.

Fidel Castro lo dejaba claro en las ya míticas Palabras a los Intelectuales, en junio de 1961: la Revolución apuesta porque el pueblo tengo pleno acceso a la cultura; por defender, promover, estimular lo mejor de la creación artística, sin exclusiones ni cepos.

Precisamente en ese encuentro de Fidel con los artistas e intelectuales está la semilla de la Uneac, que nació unas semanas después, hace justamente hoy 55 años, bajo la presidencia del gran poeta Nicolás Guillén.

La historia es conocida, hay razones para celebrar. Pero el momento exige, sobre todo, una reflexión profunda sobre los desafíos del futuro. Los principios fundacionales están intactos, pero el panorama es otro.

Vivimos años en los que la banalidad y la desidia ganan cada vez más espacios. Es un impulso desmovilizador, que tiende a circunscribir al arte y a la literatura a ámbitos puramente ornamentales, simple entretenimiento y evasión, atontamiento de conciencias.

No es inocente esa pretensión: detrás se erige una concepción mercantilista del mundo. Y la cultura no puede ser asumida como una mercancía más. En ese debate la Uneac debe tener (lo tiene, de hecho) un rol meridiano.

Por eso cada vez más la organización se proyecta a la sociedad. Son palpables sus aportes concretos en temas de acuciante actualidad: las responsabilidades de los medios de comunicación, la calidad de la educación cubana, la lucha contra todo tipo de discriminación, los esquemas de acceso a los circuitos culturales…

No se puede confundir la misión de la Uneac: no se trata de tomar el lugar de las instituciones culturales, sino ser contrapartida inteligente y sensible. Empeño (otro más) de emancipación de todo un pueblo, porque los artistas y los escritores son, en definitiva, parte insoslayable de ese pueblo.

Este lunes, a las 8:30 p.m., la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso acogerá la gala central por el aniversario 55 de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). El espectáculo, dirigido por el maestro Alberto Méndez, se articulará a partir de los poemas de José Martí y Nicolás Guillén. Participarán destacadas figuras y agrupaciones de la música, la danza y el teatro cubano. En el lobby de la sala se emplazará una muestra de las obras de reconocidos artistas, curada por Lesbia Vent Dumois.

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