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La huella de Carlos Coello en el Che

Carlos  Coello
Carlos Coello

El 26 de junio de 1967, el comandante Ernesto Guevara de la Serna, Che, fundador y jefe del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia, plasmó en su diario de campaña:

“Día negro para mí. (…) llegó la noticia de dos heridos: Pombo y Tuma en el vientre. (…) La herida de Pombo es superficial y sólo traerá dolores de cabeza su falta de movilidad, la de Tuma le había destrozado el hígado y producido perforaciones intestinales; murió en la operación. Con él se me fue un compañero inseparable de todos los últimos años, de una fidelidad a toda prueba y cuya ausencia siento desde ahora casi como la de un hijo”. (1)

Así desahogaba el intenso dolor sentido ante la muerte de Carlos Coello Coello, el Tuma o Tumaini, a quien había conocido durante la lucha de liberación nacional de Cuba (1956-1958) y estuvo entre los seleccionados para acompañarlo tanto en la invasión a la entonces provincia  de Las Villas, como en las gestas internacionalistas encabezadas por él, primero en el Congo y posteriormente en la nación andina.

Acerca de aquel combate, sostenido en el caserío de Piray, adonde en horas de la tarde del día anterior arribó el destacamento guerrillero para situar una emboscada en el camino a Florida,  el hoy general de brigada (r) Harry Villegas Tamayo, Pombo, uno de los sobrevivientes en aquel altruista empeño liberador,  contó:

“Estábamos reforzando el flanco cuando comienza nuevamente el tiroteo. Vemos que el ejército se está desplegando, está tratando de cercarnos y empezamos a reforzar también nuestras posiciones; hasta que hay un momento en que el Che llega a la conclusión de que no vale la pena este tipo de enfrentamiento en las condiciones en que estamos nosotros (…)

“Da la orden de retirada, pero en el momento que da la orden, suenan los disparos del enemigo. Ahí me hieren a mí. El Tuma está ocupando su posición y le está gritando al Médico, al Moro (Octavio de la Concepción y de la Pedraja, jefe de Servicios Médicos, cubano), ¡cuídate Médico que la cosa está que jode…! En ese momento le dan un tiro que le perfora el vientre y le destroza el hígado… Inmediatamente dos compañeros se tiran a auxiliarlo y lo sacan… comienza la retirada ordenadamente, vamos estableciendo escalones para irnos y llevarnos el cuerpo de Tuma hasta donde está la Comandancia (…)

“Allí comienzan a intervenirlo quirúrgicamente. El Che personalmente, con el Médico, se dedicó a tratar de salvarle la vida, pero todo fue inútil. Lo único que dijo, dirigiéndose al Che, fue que le quitara el reloj y se lo guardara para su hijo. El Che recoge el reloj y cuando lo matan él tiene dos relojes en la muñeca, uno era el de Tuma”. (2)

El jefe guerrillero,  contaron los sobrevivientes, permaneció toda la noche en silencio junto al cadáver de Tuma, y además de lo expresado en el diario, le dedicó sentidas palabras ante sus compañeros de lucha.

Humilde hijo de nuestro pueblo

Carlos Coello, recordado por quienes lo conocieron como un hombre de extraordinaria nobleza, jovial, dicharachero, valiente, disciplinado, trabajador, solidario, honrado,  y probadamente fiel, había nacido el 2 de diciembre de 1940 en la finca La Caridad, próxima a la oriental ciudad de Manzanillo, en la actual provincia de Granma.

La necesidad de ayudar a su madre en la búsqueda del sustento, porque enfrentaba sola la crianza de él y su hermana, a los ocho años de edad comenzó a trabajar en las duras faenas del campo, entre ellas la atención del ganado, en un principio, y más tarde el corte de arroz y chapea de campos, agotadoras jornadas por las cuales solo recibía como pago un peso diario.

En noviembre de 1957, en unión de varios amigos, se trasladó a la Sierra Maestra, donde se incorporó a las fuerzas del Ejército Rebelde y fue destinado al pelotón del capitán Luis Alfonso Zayas Ochoa.

Tras participar en el rechazo a la Ofensiva de Verano (mayo-agosto de 1958) del ejército de la tiranía contra las fuerzas rebeldes que operaban en la cordillera de  la Maestra, integró la Columna Invasora No. 8 Ciro Redondo, que conducida por el Che se trasladó a  la región central del país. Lo hizo con el pelotón del capitán José Ramón Silva, como ayudante de una ametralladora calibre 30.

Concluida la contienda con el triunfo rebelde, el marzo de 1959 pasó a formar parte de la escolta del Che, de quien solo la muerte pudo separarlo.

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