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Yemen, la agonía de la paz

La República de Yemen se encuentra hoy a mil años luz de distancia de ser el mítico país llamado en la antigüedad la Arabia Feliz.

Asolada por una guerra civil, la injerencia militar extranjera, el terrorismo, la destrucción material de su patrimonio y el bloqueo de sus puertos, no ha logrado concertar una paz definitiva, a pesar de la precaria tregua y las dilatadas negociaciones entre los beligerantes, auspiciadas por la Resolución 2216 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y la mediación del Estado de Kuwait.

En el año 2011, como reflejo de las rebeliones y protestas que convulsionaban a diversas naciones árabes por libertades democráticas y mejores condiciones de vida, el pueblo yemenita se rebeló contra el régimen del presidente Ali Abdullah Salleh. Las manifestaciones fueron reprimidas violentamente, pero condujeron a la dimisión del mandatario y a llegada al poder de Abd Rabbo Mansur Hadi.

El conflicto, agravado en el año 2014 con el alzamiento en armas de las milicias de la etnia huthi de confesión chiíta zaidi leales a Salleh, para derrocar el Gobierno de Hadi, obligó a este, en enero del 2015, a abandonar el cargo y a refugiarse en Arabia Saudita.

La posterior escalada de las confrontaciones propició también un incremento de la participación de la red fundamentalista Al Qaeda y del Estado Islámico y su toma de localidades yemenitas.

La guerra se  regionalizó, cuando a solicitud del depuesto presidente Hadi, Riad lideró una coalición de 10 países, integrada, además, por Kuwait, Qatar, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Argelia, Egipto, Jordania, Sudán y Turquía, que bajo el nombre de Operación Tormenta Decisiva inició intensos bombardeos aéreos y artilleros y la penetración de fuerzas terrestres para aniquilar a los rebeldes huthies, supuestamente apoyados por la República Islámica de Irán.

El trágico saldo de los intensos combates, propagados por el norte y sur del país, se estima en más de 6 mil muertos, en cientos de miles de heridos y desaparecidos y en 2,4 millones de desplazados.

La destrucción de la infraestructura económica, la carencia de agua, alimentos, servicios hospitalarios, medicamentos, combustibles y de otras imperiosas necesidades han caotizado la nación, que sufre una extrema pobreza, 6,5 millones de desocupados y continuas  violaciones de los derechos humanos.

La injerencia extranjera en Yemen, que incluye la francesa, norteamericana e israelí, es otro factor a tomar en cuenta al analizar los distintos objetivos perseguidos por sus participantes, entre ellos la división del país.

En ocasiones anteriores París ha enviado sus tropas y Estados Unidos tampoco ha permanecido ajeno a los acontecimientos internos en Yemen, en los que se involucró directamente desde el año 2009, con los bombardeos de su aviación en la norteña provincia de Sanaa, ordenados por iniciativa de Barack Obama, con el anunciado propósito de eliminar reductos y bases de entrenamiento de Al Qaeda.

Analistas políticos señalaron entonces que su interés en el país árabe era parte de la estrategia destinada a extender el conflicto de Afganistán a zonas más amplias de Asia central y del sur, al Caúcaso, el Golfo Pérsico, el sudeste asiático, el Golfo de Adén, el Cuerno de África y la Península Arábiga, y sus objetivos predominantes: el petróleo y las multimillonarias ventas de equipos militares a gobiernos que le son afines en esas regiones.

Yemen, el país más empobrecido del mundo, con una superficie de 527,970 km2  y 26 millones de habitantes, ocupa una estratégica posición geográfica en el sur de la Península Arábiga, limitado por el mar de Arabia, el Golfo de Adén, el Mar Rojo  por el oeste de Omán y el sur de Arabia Saudita, y cuenta con yacimientos de petróleo y gas.

Convertida hoy en un Estado fallido, la república yemenita transita por el camino de la anarquía e ingobernabilidad, caldo de cultivo para los planes imperialistas en el Oriente Medio, que con el fementido argumento de la lucha contra el terrorismo internacional e instaurar la democracia, invadieron  y derrocaron a los gobiernos de Afganistán, Irak y Libia, y apoyan la subversión en Siria con iguales fines, y la vista puesta en Irán.

Sobre las dilatadas conversaciones de paz, se extienden el pesimismo y la incertidumbre de lograr en la mesa de negociaciones lo que no ha conseguido la campaña militar de la coalición para frenar el avance de huthies, que se han hecho fuertes en la norteña ciudad de Adén e instaurar nuevamente a Hadi en la presidencia. La persistencia de las rivalidades está haciendo agonizar a la paz.

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