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Fortún, piernas doradas

Rafael_fortun3¿Quién dijo que a la cumbre no se puede llegar corriendo descalzo en el Casino Campestre, de Camagüey? Así lo hizo por días, meses y años un joven negro, que fildeaba como un mago y bateaba con soltura en la pelota, pero encontró en el atletismo, por azar, la razón de su inmortalidad, gracias a ese talento natural para devorar 100 y 200 metros más rápido que nadie en Cuba y en América.

Rafael Emilio Fortún Chacón (5 agosto de 1919) antes de ser tres veces campeón de los Juegos Centroamericanos y del Caribe (1946, 1950 y 1954), doble monarca en Juegos Panamericanos (1951) y semifinalista olímpico (1948 y 1952) trabajó como aprendiz de linotipista y tipógrafo en una imprenta local; en tanto ingresó a estudiar, como oyente, en el Instituto de Segunda Enseñanza de su provincia. Pero lo suyo era correr, volar bajito con sus piernas, aunque todo lo hiciera sin asesoría especializada.

De los pasajes menos conocidos en su carrera figura su primera competencia internacional: Juegos Inter-Antillas en San Juan, Puerto Rico (1944). Allí, además del oro en el héctometro, terminó con bronce en 200 y lanzamiento de peso. Como si fuera poco, llegó hasta 1,88 en el salto alto.

Pero Fortún fue muy grande, a pesar de la miseria, el pan con timba y el poco apoyo recibido para cumplir su último sueño: asistir a los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956. Haber renunciado a competir por una Universidad de Puerto Rico porque no iría en contra de Cuba nunca es más inmenso que la despedida infame de su puesto en el Ministerio de Obras Públicas tras sus triunfos en los primeros juegos múltiples continentales, celebrados en Buenos Aires.

Las decenas de medallas nacionales e internacionales, los increíbles tiempos para esa época (10.3 segundos en 100 metros o 21.3 en 200), el reconocimiento y cariño popular (hubo que reponerle en su empleo por la presión de la opinión pública) y los aportes hechos al atletismo cubano tras el Triunfo de la Revolución son huellas de Fortún jamás llevada a libros o entrevistas.

La muerte (22 junio de 1982) se le adelantó a su última carrera: encender el pebetero en los Juegos Centroamericanos y del Caribe disputados en La Habana. Días antes había concedido una de sus últimas entrevistas. «El momento más amargo de mi vida fue no haber clasificado para la Olimpiada de Australia; aunque, también, resultó duro la despedida del deporte activo. Uno sabe que tiene que llegar y hasta se prepara, pero nadie se resigna».

Fortún jamás fue pobre de espíritu ni de cubanía. Él respondió como nadie que a la cumbre se puede llegar corriendo descalzo desde el Casino Campestre, en Camagüey. Fue rey entre reyes. Sus piernas siguen siendo doradas.

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