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USA: El síndrome afgano

 Milicias Talibanes. Foto: Tomada de internet
Milicias Talibanes. Foto: Tomada de internet

 

La incapacidad de Estados Unidos de salir victorioso en la guerra contra Afganistán, después de quince años de iniciada por el entonces presidente George W. Bush, convirtió este conflicto en otro síndrome de fracaso norteamericano, al igual que el generado por la aplastante derrota militar sufrida en Vietnam en 1975.

Primera víctima de la lucha contra el terrorismo internacional, proclamada por el belicista mandatario tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, Afganistán devino, en octubre de ese año, polígono de los devastadores bombardeos de la aviación y zona de  operaciones de combates, que desde entonces involucraron a 100 mil efectivos del ejército estadounidense.

Esta guerra, silenciada a esprofeso por los medios de prensa occidentales, mantiene la categoría de ser la más larga librada por Estados Unidos en toda su historia. En ella han perdido la vida miles de civiles afganos, más de 2 mil 300 soldados yanquis y se han esfumados en gastos militares miles de millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos.

La Operación Libertad Duradera, que dio nombre a la invasión de la superpotencia imperialista, pretextada en la captura de Osama Bin Laden, el aniquilamiento de la organización terrorista Al Qaeda, el derrocamiento del Emirato Islámico taliban y la democratización del país, resultó un gran fiasco militar y sociopolítico para Washington, sin que haya logrado salir aún de este atolladero.

EE.UU. ni sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han podido contener la insurgencia rebelde, un factor determinante en la historia de esta nación, una de las más empobrecidas de la tierra y fraccionada en diversos comarcas donde imperan los señores de la guerra tribales, entre los cuales ocupa un lugar preferente el general opio. Abominable  combatiente utilizado para la adquisición de armamentos en la lucha interna por el poder a nivel central.

A partir de los inicios de la guerra, la producción de opio se cuadruplicó y expandió por toda la geografía afgana. Hoy se calcula que supera las 8 mil 500 toneladas anuales, convertidas en un vasto e incontrolable tráfico de heroína, generador de ganancias calculadas en billones de dólares.

Según analistas del cruento conflicto “las drogas ilícitas dominan la economía, definen las opciones políticas y determinan la fortuna de las intervenciones extranjeras”

Junto a esta tragedia, en Afganistán prevalecen la ingobernabilidad, el caos, la anarquía, los atentados terroristas, la destrucción de la infraestructura económica y la extrema pobreza de su población.

Sí al igual que la contienda bélica en Irak el presidente Barack Obama heredó la de Afganistán, entre las promesas de su campaña electoral prometió “el retorno de los muchachos norteamericanos a casa”, algo no cumplido en su totalidad, pues elevó en 30 mil efectivos el número de los que combatían al taliban y prolongó el regreso a EE.UU. de los que lo hacían en el país árabe.

El no haber podido liquidar en tres lustros las milicias insurgentes,  lograr la estabilidad política y un gobierno central con respaldo popular y tribal, determinó que la Casa Blanca cancelará el pasado año una prevista retirada de otro contingente de soldados, dejando alrededor de 13 mil efectivos de forma indefinida en el país, dedicados también a entrenar a las fuerzas de seguridad afganas, estimadas en más de 35 mil miembros.

La prolongación de la presencia de las tropas norteamericanas, su ineficacia en la solución armada del conflicto y en la pacificación, reconstrucción y seguridad del país, ha sido objeto del masivo repudió de la población y de fricciones y contradicciones entre Washington y los dirigentes de Kabul.

La luna de miel con Hamid Karzai, inicialmente situado por EE.UU. al frente del Gobierno de la república islámica, ha concluido a pesar de su dependencia de la Casa Blanca, que le atribuye debilidad política, intentos de negociar con los líderes talibanes y privilegiar a los señores de la guerra, principales jefes tribales.

Ahora las riendas del convulso país están en manos del ex ministro de Finanzas, Ashraf Ghani Ahmadzai, ex miembro del Banco Mundial (BM) y fiel peón de los intereses imperialistas en la región.

La situación afgana, derivada de la  injerencia militar y política  estadounidense, se enfrenta a la incertidumbre del candidato que resulte presidente de EE.UU. en las próximas elecciones y la con posibilidad de la continuidad de la guerra o de una retirada no tan estrepitosa, como la de sus tropas al final a la guerra de Vietnam.

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