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El amor más allá del regazo maternal

Alicia no marca el camino a Yoandro en los pasillos del escenario Pepito Tey, en la integrada Universidad de Las Tunas, ella marcha a su lado.  Foto: Jorge Pérez Cruz
Alicia no marca el camino a Yoandro en los pasillos del escenario Pepito Tey, en la integrada Universidad de Las Tunas, ella marcha a su lado. Foto: Jorge Pérez Cruz

 

“¿Mi aspiración mayor? Convertirme en un gran profesional y así retribuir  a la Revolución lo que ha hecho por mí, porque la Revolución me salvó la vida y me ha permitido estudiar”.

Las palabras fluyen con facilidad como si hubiera esperado la pregunta desde hacía mucho tiempo. Su expresión puede ser común en el léxico de las nuevas generaciones de cubanos, pero en el caso de Yoandro Verdecie Pérez adquiere matices especiales, porque es evidencia tangible de cuánto hace Cuba por los derechos humanos de sus ciudadanos.

“Yoandro nació el domingo 2 de julio de 1995 padeciendo de hidrocefalia congénita, parálisis cerebral infantil y de otras dolencias que le afectaron el sistema psicomotor y le ocasionaron una atrofia muscular del lado izquierdo, así como irregularidades en el desarrollo psicosocial. No pensábamos que sobreviviría”, recuerda Alicia Pérez, su mamá, con los ojos húmedos por la emoción. 

Hasta hoy son los secretos de Alicia

“Durante el embarazo padecí una diabetes gestacional que fue la causa de esas malformaciones. Antes del parto sabía cómo iba a ser todo, pero el día del alumbramiento sentí demasiada tristeza”, abunda, aunque le cuesta trabajo hilvanar sus ideas y las palabras salen truncas.

“Nunca había querido hablar de esto, pero ahora al verlo tan entusiasmado en  sus estudios de licenciatura en Comunicación Social, dotado de tanta  fuerza  y tanta pasión, tengo ánimos para rememorar los dolores del parto, del nacimiento y de los días posteriores. Él ha sido mi inspiración”, expresa Alicia,  ya  dueña de sí misma.

“Así y todo, a los siete meses comienza a pronunciar las primeras palabras; y, al año se expresa de manera fluida y correcta; sin embargo, solo a los cuatro años de nacido logró dar sus primeros pasos, necesitado de ayuda hasta los seis, que empieza a caminar solo en pequeños espacios.

“Todavía requiere de apoyo en lugares con barreras, y para eso estoy aquí, en la Universidad de Las Tunas, acompañándolo en el afán de coronar sus sueños y devengando el salario de mi puesto de trabajo anterior. Así de benévola es la Revolución”, sostiene.

Alicia cuenta que desde los 11 meses Yoandro ha sido intervenido quirúrgicamente nueve veces; “la primera para la instalación de una válvula con catéter que le facilitara la expulsión del líquido, pues en varias ocasiones sufrió sangramientos y parálisis digestiva; y, las demás, para aliviarle otras dolencias provocadas por la enfermedad base (la hidrocefalia)”.

Elogios a una trayectoria

Es cierto que su estado de salud ha sido óbice a la materialización apurada  de los anhelos de Yoandro; empero, su voluntad rompió y rompe los límites naturales de los impedimentos.

En el aula recibe esmerada atención del claustro por el entusiasmo que genera su actitud. Foto: Jorge Pérez Cruz

 

A los seis años, por el interés manifiesto en el estudio matriculó la enseñanza preescolar en el seminternado Boris Luis Santa Coloma, pero en las vacaciones sufrió una trombosis cerebral, por lo que se ausentó durante dos cursos consecutivos. Entonces le fue asignado una maestra que de forma ambulatoria lo atendía en la casa, bajo los auspicio de la escuela especial Camilo Cienfuegos”.

“La maestra venía tres veces a la semana”, rememora Alicia y cuenta: “Yoandro transformaba la casa en una escuela y la esperaba uniformado, con los símbolos patrios, el mural actualizado y al busto de Martí que le habíamos conseguido no le faltaban flores”.

Fue venciendo, con no pocos esfuerzos, los diferentes niveles de enseñanza, incluida la preuniversitaria en el Instituto Vocacional de Ciencias Exactas, “eso sí, cumpliendo siempre con los requerimientos de la Enseñanza Especial”, remarca Alicia.

A los 14 años ingresó en los CDR,  a los que nunca fue ajeno: “Era miembro de una organización infantil similar. En esta tuvo sus primeras experiencias e hizo sus primeros aportes”, refiere la mamá.

Cuando cumplió 15 integra las filas de la UJC en un proceso especial, hecho que reconoce su trayectoria y su formación política. 

Las pasiones de Yoandro

Su principal pasión es la Revolución, ya lo dijo al principio, y no son meras palabras de un joven agradecido que las lleva en los labios nada más; ¡no!, Yoandro las lleva en el corazón y le hace reverencias desde la infancia limitada, que no mutilada.

¿Otra? La historia de Cuba. Alicia rememora las exigencias del todavía Yoandro-niño de visitar lugares históricos: “Siempre que las atenciones médicas requerían viajar a La Habana, él nos pedía que lo lleváramos a la casa  natal de José Martí, al museo Granma, a la fortaleza del Morro, a La Cabaña, y  a Ciudad Libertad, entre otros sitios que conocía de sus apasionadas lecturas y sus incansables jornadas frente a la televisión. También estuvo en la Casa Natal de Fidel, en Birán, y  en la Tribuna Antiimperialista en un acto de reclamo del regreso de Elián”, cuenta Alicia.

“Mucha gente nos criticaba al vernos asistir con él en brazos a las actividades políticas, las reuniones de los CDR, las rendiciones de cuenta, pero nunca lo hicimos contra sus deseos, él lo pedía y nosotros, agobiados por la incertidumbre de su existencia, lo complacíamos, tratábamos de hacerle la vida llevadera”.

A Alicia la conocí en las aulas de la entonces Universidad Vladimir Ilich Lenin, donde egresó como licenciada en Comunicación Social con Título de Oro. Allí nunca le oí esos relatos. Ahora es frecuente escucharla decir: “Yoandro es mi fuente de inspiración.

“Sí, y no solo mía, puedo afirmar que de toda la familia. Lo vimos aferrarse a la vida con fuerza, a pesar de los peligros, los riesgos y en los períodos de mejoría olvidar los pesares y concentrarse en el estudio, en la búsqueda constante de nuevos saberes. Hace algún tiempo hemos regresado a la normalidad. Yo pude concluir mis estudios, su papá reincorporarse a los suyos y nuestro otro hijo graduarse”.

“Y como Yoandro, agradecemos a la Revolución todo lo que ha hecho por nosotros. Ni por un momento quiero pensar a cuánto ascienden los costos de las atenciones médicas y educativas dispensadas, y esa oportunidad de verlo, como él quiere, convertido en un gran profesional, porque tengo la certeza de que lo alcanzará”.

En esa batalla por la supervivencia y la inclusión social de Yoandro, “toda la familia; los compañeros de trabajo, míos y de mi esposo; los amigos contribuyeron a limar las estrecheces económicas del difícil período especial. En esos años tuvimos que enfrentar esos problemas y esa unidad nos hizo más fácil las cosas”, enfatiza Alicia.

Antes de acercarme a esta interesante historia de vida, también había conocido a Yoandro. Fue  en la sede de la delegación del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos en Las Tunas, a donde acudía como representante del Comité de Solidaridad por la Liberación de Los Cinco del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas, del cual fue promotor. 

Yoandro guarda como una reliquia los recuerdos de su encuentro con el Héroe de la República de Cuba Ramón Labañino. Foto: Jorge Pérez Cruz

 

Te vi muy emocionado cuando saludaste al Héroe Ramón Labañino en su visita a Las Tunas, le digo a Yoandro y él argumenta:

“Es que me impresionó mucho. Todavía estoy impresionado. Imagínate, ya habíamos hablado por teléfono, pero no es lo mismo estar parado ahí, justo a su lado, verlo personalmente, estrechar su mano. Nunca pensé tenerlo frente a mí. Todavía me parece un sueño”.

Así son las cosas de la vida cuando el amor trasciende el regazo maternal.

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