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Control interno: ¿Matriz de gestión para todos?

Escribir sobre el control interno no significa en modo alguno “llover sobre lo mojado”. Cuanto se diga sobre él jamás será emborronar cuartillas, pues la economía cubana, empeñada en perfeccionarse en aras del desarrollo y el bienestar, lo necesita fortalecido y sólido.

Y los resultados evidencian con claridad que en muchas entidades aún no tiene la prioridad ni la atención requeridas por parte de las direcciones administrativas y sindicales.

En un reciente análisis sindical sobre el tema se puso sobre el tapete una realidad: muchos trabajadores actúan con indiferencia ante la ocurrencia de hechos de corrupción, delictivos y de indisciplina, pues consideran —equivocadamente— que el accionar en ese sentido corresponde solo a quienes tienen determinadas responsabilidades.

Prima el falso concepto de que quienes violan lo reglamentado y establecido o se apropian de algún recurso que no les pertenecen “están luchando”, en una concepción aberrada del verbo luchar, atribuible únicamente a “pelear, combatir, disputar…”. Entonces sucede que miran impasibles lo errado y no lo enfrentan, como resultaría correcto.

Muchos —más de lo debido— obvian que al ocurrir algún hecho de ese tipo se afecta todo el colectivo, no solo desde el punto de vista financiero, sino también moral. Nuestros abuelos afirmaban siempre con razones sobradas: “Pobres, pero honrados”.

Los administradores principales no pueden dejar el control interno solo a los equipos de economía y contabilidad o prestarle mayor atención cuando se acerca una auditoría o verificación; por el contrario, debe ser el “pan nuestro de cada día” y ocupar sitio preferente en las valoraciones que se hacen en los consejos de dirección.

Al sindicato en la base le corresponde analizarlo en las asambleas de afiliados y cumplir lo que está orientado, como la rendición de cuenta periódica de las administraciones al colectivo de trabajadores.

Donde se cierran filas, el delito y la corrupción no avanzan. Pudiera parecer una frase demasiado manida, pero no lo es. El propio concepto de control interno así lo define: “Proceso integrado a las operaciones, efectuado por la dirección y el resto del personal de una entidad para proporcionar una seguridad razonable y el logro de los objetivos siguientes: confiabilidad de la información; eficiencia y eficacia de las operaciones; cumplimiento de las leyes, reglamentos y políticas establecidas, y control de los recursos, de todo tipo, a disposición de la entidad”.

En el análisis al cual me referí anteriormente, expusieron también el predominio de la tendencia a describir los problemas y no hacer razonamientos profundos sobre la efectividad de las acciones que se ejecutan, la falta de combatividad en los colectivos laborales y la inefectividad de la guardia obrera en muchos centros.

Si en un territorio, cerca de la mitad de las auditorías realizadas en determinado período del año fueron evaluadas de deficiente y mal, el control está, de manera general, agrietado, y si a ese resultado se le suman daños económicos ascendentes a no pocos millones de pesos (moneda total), el problema se hace más agudo aún y alcanza ribetes alarmantes.

Pero cuando una acción controladora detecta un “fenómeno” y se adoptan las medidas disciplinarias y jurídicas pertinentes, lo que se hace, en sentido práctico, es una autopsia, y queda evidenciado que falló lo más importante: la prevención.

Loable resulta la realización de las comprobaciones nacionales al control interno, concebidas y ejecutadas por la Contraloría General de la República y sus representaciones territoriales, con la colaboración de estudiantes universitarios y especialistas de diferentes sectores. Precisamente, la décima edición se ejecutará del 2 de noviembre al 11 de diciembre próximos.

Pero lo más importante es que en cada colectivo laboral exista un ambiente de control y compromiso, con la activa participación de todos para hacer eficaz el enfrentamiento a las ilegalidades, la corrupción y las indisciplinas, lastres que dañan la moral, el prestigio y también la economía del país.

Con justa razón el movimiento sindical lo ha situado como tarea con  prioridad máxima, la cual es chequeada con regularidad en reuniones de los secretariados ejecutivos y plenos a los diferentes niveles, sobre la base del principio de que el centro de trabajo es el escenario principal para la actuación preventiva y sólida.

El control interno no puede ser un mero planteamiento teórico o un propósito a mediano o largo plazo; debe constituir una matriz de gestión para lograr mayor eficiencia, como señalara Gladys Bejerano Portela, Contralora General de la República.

 

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