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Carnaval

Foto: Tony Hernandez Mena
Foto: Tony Hernandez Mena

 

Anoche acabó el Carnaval de La Habana. Público hubo mucho: miles de personas asistieron a los desfiles de comparsas y carrozas, bailaron en  las plazas, compartieron con  familiares y amigos hasta altas horas de la noche. Comida  y bebida también hubo; habría  que señalar, claro, que los precios todavía son elevados y que en ocasiones no están en  correspondencia con la calidad  de la oferta, pero en sentido  general, se bebió y se comió.  Hubo refuerzo en el transporte público, así que la gente no  pasó mucho más trabajo que el  cotidiano para regresar a sus  casas. Hubo amplia cobertura  policiaca, así que se respiró  tranquilidad, más allá de puntuales altercados…

Acabó el carnaval, y cómo no,  los asistentes la pasaron bien.  Eso se espera de una fiesta  popular. Pero el Carnaval de La  Habana todavía no es el suceso  artístico que podría ser. Aunque  hayan participado orquestas  de primera línea. Aunque los  integrantes de las comparsas  se hubieran comprometido con  todo en sus presentaciones.  Aunque organizativamente las cosas funcionaran.

Al Carnaval de La Habana le  falta vuelo, contundencia estética, vocación creativa. Los  festejos de Remedios, Camajuaní, Chambas o Bejucal todavía tienen mucho que enseñarle  a la convocatoria capitalina, al menos desde el punto de vista  de la espectacularidad de la propuesta.

Solo hay que ver las carrozas. ¿De verdad en La Habana  no hay recursos para diseñar  carrozas más vistosas? Sin  desdorar el empeño y la capacidad de los organizadores de los carnavales en todo el país,  las carrozas de La Habana tendrían que ser las más fastuosas  de Cuba. En algún momento,  hace algunas décadas, lo fueron. Pero la tradición naufragó  y cuesta mucho sacarla a flote.

Hay que asumir al Carnaval de  La Habana como la fiesta de toda  la ciudad. Y todas las empresas y  entidades de la urbe tendrían que  contribuir a su concepción y desarrollo. Hay que convocar a los  mejores artistas, a los mejores  diseñadores. Hay que rescatar  concursos y competencias que  garanticen el realce de la fiesta.  Potencial hay.

Los recursos pueden aparecer, sobre todo si se  apuesta por el trabajo colectivo. Los habaneros se merecen  un carnaval más hermoso,  como aquellos de antaño, auténticos acontecimientos del  arte popular.

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