Icono del sitio Trabajadores

Matanzas, clímax de poesía

Por Ernesto Montero Acuña

Ciudad de poetas y cultura singular, Matanzas es también tierra, agua, sol y esa brisa suave que antaño llamaban céfiro, en el trópico cálido donde la tradición tiene arraigo bien definido, incluso desde cuando se concibió la novedosa creación de la ciudad.

Tres poesías son elocuentes: una, el Himno del desterrado, del santiaguero José María Heredia; otra, la Plegaria a Dios, del habanero Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido); y finalmente, Mi bandera, del matancero Bonifacio Byrne, expresión de máximo patriotismo.

La mayor altura de Matanzas, donde había sido abogado, le hizo exclamar a Herida (1803-1839), en tránsito marítimo de Filadelfia a México, el 7 de septiembre de 1825: “Es el Pan… En su falda respiran/ El amigo más fino y constante, / Mis amigas preciosas, mi amante…/ ¡Qué tesoros de amor tengo allí!”. (1) Sufría el destierro impuesto por España al primer Poeta Nacional de Cuba.

Camino del cadalso, a Plácido (1809-1844) se le oyó musitar: “Todo lo puede quien al mar sombrío/ Olas y peces dio, luz a los cielos, / Fuego al sol, giro al aire, al Norte hielos, / Vida a las plantas, movimiento al río”, versos de su Plegaria a Dios (2), en la que perpetuaba su inocencia y se entregaba al que concebía como su destino. Poeta popular, sufrió prisión en la década de 1840 y fue fusilado el 28 de junio de 1844 en Matanzas, acusado de participar en la Conspiración de la Escalera.

Al matancero Bonifacio Byrne (1861-1936) se le debe el rescate del símbolo imperecedero, la bandera izada en Cárdenas, al regresar de Estados Unidos en 1899 y observar la enseña del Norte, junto a la cubana, en la fortaleza de El Morro. Contra ello exclamó: “Con la fe de las almas austeras, / hoy sostengo con honda energía, / que no deben flotar dos banderas/ donde basta con una: ¡la mía!”. (3) Es su poema más conocido y uno de los más sentidos en Cuba.

En estas grandes figuras de las letras se intuye la atmósfera de cubanía, significativa en la cultura matancera. Se aprecia en los tres el desarrollo de las ideas políticas y la historia desde el Heredia desterrado que murió de tuberculosis en México y el Plácido asesinado por la que nombraron conspiración, hasta el Byrne que rechaza con vigor ejemplar el nuevo poder extranjero, simbolizado en la bandera de Estados Unidos.

Así, cuando en el siglo XIX se relacionó a Matanzas con la Grecia de antaño, quizás se pretendiera sintetizar la geografía, el clima -fluvial y marítimo- y hasta la sicología social y la historia de un territorio con sustrato cultural distante de los maniqueísmos. Como en La bella cubana, de José White (4), en esta ciudad atrae al viajero algo superior a lo tangible, más allá de las reales bellezas con las cuales la premió la naturaleza, incluso por encima de Varadero, aunque sea imprescindible bañarse en sus aguas.

Transitar sobre los puentes del Yumurí, el San Juan o el Canímar permite apreciar, junto a las quietas corrientes, embarcaciones, quizás de pescadores, que le aportan a sus tímidos bordes la condición de refugios, amparados por el viento. Su entorno, bordeado por la bahía al norte y surcado por los tres ríos, ha provocado que distintas generaciones la nombren, desde su fundación el 12 de octubre de 1693, La Bella Durmiente o La Venecia Cubana, por sus más de veinte puentes, o la Atenas de Cuba, desde cuando Rafael del Villar lo propuso en 1860, por la cultura.

Posee una sólida tradición musical. En ella se interpretó por primera vez el danzón, reconocido como Baile Nacional, creación de Miguel Faílde, y del cual se derivan géneros como el danzonete, de Aniceto Díaz; y el mambo, de Dámaso Pérez Prado. A la rítmica afrocubana se la relaciona con la práctica religiosa de este origen geográfico y cultural, fuentes de la rumba, el guaguancó y la columbia. Se le atribuye a Arsenio Rodríguez, tresero y compositor, haber revolucionado la forma de interpretar el son, género con origen en el oriente cubano.

Junto a los antes referidos, se incluye a los poetas José Jacinto Milanés, trágicamente sumido en la demencia y del que se celebró el bicentenario en el 2014; Agustín Acosta, quien dejó una obra de reconocidos valores y falleció en Miami el 12 de marzo de 1979; y a Carilda Oliver Labra, poetisa de gran renombre, que prestigia a su provincia y al país. Nilo Menéndez fue músico de merecida fama; y a José White se le estima como gran compositor, fallecido en 1918, en París. De su conservatorio fue docente y allí creó grandes piezas.

Se le expulsó de Cuba en 1875 por dedicar varios de sus conciertos a la recaudación de fondos para la causa independentista. Mas, luego sus conciertos fueron aclamados en Madrid, Nueva York, París e interpretados con el que se califica como mágico violín.  Poseía el último Stradivarius, construido en 1737 por el gran luhier cremonense a la edad de 93 años, y adquirido mediante la venta de dos casas que White poseía en su natal Matanzas. Actuó para la familia imperial francesa en el Palacio de las Tullerías, y la reina Isabel II lo condecoró con la orden de Carlos III. Fue director del conservatorio imperial de Río de Janeiro, cargo que mantuvo hasta 1889, cuando regresó a París.

Han pasado 322 años desde que el sol bañara, a las 6 y 37 de aquel domingo, a las treinta familias canarias escogidas para construir, luego de la misa fundacional, la que sería una urbe calificada como de inusitado concepto moderno. Se acredita que sus tres vías principales se adecuan a la ruta solar y por ello “se puede alinear una calle en toda su longitud, en relación con el astro rey” (5). Con la primera piedra del Castillo de San Carlos y San Severino de Matanzas, en un sitio calificado como excepcional paraje, se cumplía el mandato real de crear esta ciudad, distinta de muchas otras.

Casualidad o intensión marcada, lo cierto es que su diseño se anticipó en no menos de 300 años al concepto revolucionario de organizar y planear ciudades, tomando como referencia la orientación solar. Presenta asimismo la doble condición de los ancestros provenientes de África y de Europa. El mayor asentamiento de aquellos y la influencia de estos condujeron a identificarla como tierra de consagración, sagrada y cuna de tradiciones, antes que comarca de castigos. Se funden en ella el reino divino, cuna del tambor, con la imagen simbólica de la Nápoles de América, la Tiro de Occidente o la Venecia entre ríos. Como otras villas, es síntesis de África y Europa en Cuba.

A 320 años de su fundación se la proclamó Monumento Nacional, el 11 de octubre del 2013, cuando se develó la tarja que consagra 92,2 hectáreas de su centro histórico urbano, donde se encuentran comprendidas 76 manzanas representativas de valores de los siglos XVIII, XIX y XX, como  reconocimiento a su trascendencia en favor del patrimonio geográfico, histórico y cultural.

Según crónicas del Padre Bartolomé de las Casas, en la bahía de Guanímar los aborígenes atacaron en 1509 a un grupo de conquistadores españoles que navegaban en la zona. Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (6), añade incluso los nombres de tres de los sobrevivientes del ataque, entre ellos el de una de las mujeres. Por esto, en 1513 se le impuso a la ensenada de Guanímar el nombre de Matanzas, apelativo que se le mantuvo en la denominación oficial el 12 de octubre de 1693, como se ha dicho, fecha de la fundación de la ciudad.

Añadía el autor que, luego de la conquista, vio a la mujer en Trinidad, casada con un vecino nombrado Pedro Sánchez Farfán. Precisaba asimismo que conoció personalmente a los tres españoles salvados, uno de los cuales se nombraba Gonzalo Mejía, ya anciano, natural de Jerez; otro identificado como Juan de Santiesteban, calificado como mancebo y nacido en Madrigal; y un tercero al que se conocía como Cascorro, hombre de la mar y proveniente de Moguer. De este modo se estableció con bastante precisión el origen del nombre de la actual provincia y ciudad de Cuba, a cien kilómetros al oriente de La Habana.

Nicolás Guillén escribió sinceros elogios sobre dos bardos matanceros de gran valía, en el primer caso el 21 de octubre de 1964: […] “no nos parece ocioso reiterar [con motivo de su centenario, que José Jacinto Milanés] expuso siempre su concepción del poeta como un servidor del ideal humano de progreso” […] (7) En otro artículo, publicado en Revolución y Cultura en mayo de 1984, explicaba lo que él entendía por el “Segundo Regino Pedroso”. Decía: “Es el primero y más importante. El de Nosotros, libro que abre el camino a la poesía social, o de la poesía social cubana. Los intentos iniciales de ella […] quedan opacados y lejanos al paso de las metálicas estrofas de estos poemas.” (8)

Consideraba, acerca del autor nacido en Unión de Reyes, que “cada poema [suyo] está trabajado no como lo haría el orfebre en su taller, sino a golpes de martillo sobre el yunque, dando al hierro todavía rojo o blanco la forja que el artista ha concebido” [Ello lo hace] “un solo Regino Pedroso verdadero, uno de los poetas más serios, sólidos –solos— de la poética americana. Aquí se le ve como un gran río ancho y lento cuyas aguas pasan por Asia y África antes de llegar a Cuba”. (9)

Pedroso representa así, como Guillén en otra dimensión, el caudal que venía gestándose durante siglos hasta parir al fin la poesía de la síntesis, del aliento social, del taller, como antes fue la de pueblo en Plácido, la del vigor en Heredia y la de la energía en Byrne, fundidas. Cuando se transita a través de Matanzas, si se observa con atentación, esta poesía se percibe en las calles, como formando parte del clima.

(1) José María Heredia: Estrofa del Himno del desterrado, Poesías, 1832.

(2) Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido): Estrofa de Plegaria a Dios, escrita en prisión. Se le acusó de participar en la Conspiración de la Escalera, presuntamente organizada por negros y mulatos antiesclavistas, y fue fusilado en Matanzas el 29 de junio de 1844.

(3) Bonifacio Byrne: Estrofa de Mi bandera, poema compuesto al regresar de Estados Unidos a Cuba en 1899, luego de terminada la guerra contra España.

(4) José Silvestre White: Canción La bella cubana. El autor tuvo que emigrar, perseguido por la corona española; viajó por Europa y realizó obras de gran valor musical.

(5) José Miguel Solís Díaz: Matanzas: entre el verde azul y el salitre, web@radiorebelde.icrt.cu, 2013.10.11.

(6) Bernal Díaz del Castillo: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, digital, donde explica con bastantes detalles el hecho, desde la perspectiva de los colonizadores.

(7) Nicolás Guillén: El primer centenario de Milanés, Hoy 21-X-1964. Ver Prosa de prisa, tomo III, Ediciones Unión, La Habana, 2002, p. 238.

(8) Nicolás Guillén: Regino Pedroso, Revolución y Cultura, V-1984. Ver Prosa de prisa, tomo IV, Ediciones Unión, La Habana, 2007, p. 131.

(9) Nicolás Guillén: Ídem.

 

Compartir...
Salir de la versión móvil