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Reencuentros citadinos

Por : Frank Padrón

Con La ciudad (2015), Tomás Piard  (El viajero inmóvil, Los desastres de  la guerra…) propone un retrato optimista  sobre gente que viene o se va,  regresa o parte, teniendo a la capital  cubana como punto de tales encuentros  y reencuentros. Y aun cuando la  amargura asiste a muchos de ellos  —como en definitiva, a todo el cine de  este realizador— hay esta vez posibilidad  de “segundas oportunidades”  para todos estos personajes que hicieron  (o no) algo que les marcó, o están  por hacerlo y la vida simplemente les  ofrece nuevas opciones.

Un mérito inicial del filme (coproducido  entre RTV Comercial y  Cubavisión, asociados con el Icaic) es  el paralelo que se establece entre la  reconstrucción (espiritual) de esos seres  con la de una urbe que también se  repara y hermosea, por ello no son las  partes precisamente feas lo que nos  muestra el lente del director, sino una  Habana luminosa, soleada y policroma,  aun en sus interiores; para ello ha  contado con la positiva complicidad de  Nelson García en la dirección de arte,  atenta a la correlación de escenarios  con un sentido felizmente integrador y  coherente, y del maestro Raúl Rodríguez  en una fotografía que se escapa  de la simplicidad turística para sintonizar  con ese estado de espesura ontológica  que la película procura.

Empleo el verbo anterior porque  emplear digamos, “logra”, sería exagerado;  Piard consigue una puesta en  pantalla digna, que evita excesivas  conversaciones para llenarlas de sugerencias  que a veces llegan solo mediante  silencios o miradas, y lo hace a  través de un tempo deliberadamente  lento que persigue la maduración de  personajes y situaciones.

Sin embargo, a mi juicio el gran  talón de Aquiles de La ciudad es el  guion, concretamente los diálogos:  muchos de ellos se postulan como  muy profundos y reflexivos, cuando  en realidad no hay que hurgar mucho  para descubrir una obviedad y elementalidad  evidentes, pues realmente  aterrizan en frases hechas o lugares  comunes incluso cuando se disfracen  de lo contrario, o peor aún: se enredan  en un discurso seudopoético (como en  el tercer cuento) que no le hace nada  bien a la historia.

A ello se suma la música almibarada  y armónicamente endeble que  concibió Patricio Amaro, la cual refuerza  tal defecto en el grueso de las  historias que arman el relato. Y como  los personajes carecen de una mayor  solidez en el diseño de sus sicologías,  de poco vale la notable batería de actores  que los encarnan (Luisa María  Jiménez, Herminia Sánchez, Patricio  Wood, Dania Splinter, Omar Alí,  Héctor Echemendía, Carlos Solar…)  pues la mayoría sobreactúa o queda  por debajo de sus posibilidades histriónicas.

Aun así La ciudad nos invita a  pensar en pasado y presente acerca de  historia, entorno, realidad(es) nuestras;  se desmarca saludablemente de  una tendencia demasiado anclada al  hipercriticismo y la visión pesimista  para, sin euforias, más bien con una  agradecible serenidad, meditar en  la(s) manera(s) de recuperar el tiempo  perdido o mal empleado y seguir  adelante.

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