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Del PIB al plato

Foto Roberto Carlos medina
Foto Roberto Carlos medina

Además del crecimiento en la industria azucarera, el resto de la producción agropecuaria también tuvo un impacto en el anunciado incremento del producto interno bruto (Pib) de poco más del 4 % durante el primer semestre del año, a juzgar por el ritmo que traía el sector agrícola hasta marzo último.

La Oficina Nacional de Estadística e Información (Onei) acaba de publicar sus Indicadores Seleccionados del sector agropecuario correspondientes al primer trimestre del 2015, que confirman un aumento de la producción agropecuaria en 10,3 % en relación con igual período del año anterior, lo cual incluye un salto de 13,9 % en la agricultura no cañera y un más modesto 5,7 % en la ganadería.

Pero estos porcentajes poco o casi nada nos dicen, porque además de partir de niveles que no satisfacen las necesidades de la población reflejan crecimientos disparejos entre productos, muchas veces de manera inestable o en bandazos de un año para otro, lo cual incide en la pobre diversidad de lo que llega a la mesa.

Por ejemplo, si bien es cierto que en esos primeros tres meses la producción de viandas se incrementó en 68 mil 700 toneladas (11,4 %), la verdad es que la estrella en ese resultado fue la papa, con 41 mil 100 toneladas más, en un salto del 161,8 % respecto al 2014, que no fue bueno. En contraste, se cosecharon 11 mil 700 toneladas menos de boniato (9,8 %), se disminuyó en 5 mil 600 toneladas en la malanga (8 %), y se produjeron 18 mil toneladas más de plátano (10,1 %).

La relatividad de los saldos favorables en la agricultura transitó además por paradojas que serían difíciles de explicar solo a partir de las condiciones climáticas, tan decisivas para el sector. La producción de arroz, muy golpeada en varios territorios por la sequía, fue menor en un 13,3 por ciento.

Pero con ese mismo clima las hortalizas crecieron un 23,4 por ciento. Algo similar ocurrió con la producción de frijol, imprescindible en la dieta nacional y bastante deficitaria, que aumentó en 11,1 %, mientras la de maíz decreció en 6,8 por ciento. Esto indica que muchos factores organizativos, objetivos y subjetivos, pueden incidir en el aporte de la rama agropecuaria al producto interno bruto.

La efectividad de las cosechas sería uno de esos factores clave. Cómo explicar si no la medalla de oro para el mango en esos tres meses iniciales del 2015, cuya producción aumentó al 655,6 por ciento. Un salto así no podría ser atribuible solo a la naturaleza.

Los incrementos productivos no siempre apuntan, además, a mayor eficiencia. En la ganadería, digamos, hubo un incremento del 12,5 % en las entregas a sacrificio de ganado bovino, equivalente a 4 mil 700 toneladas más. ¿Pero cómo?, con más cabezas de ganado al matadero y menos peso promedio por animal.

Mejor fue el balance en el ganado porcino, cuyas entregas a sacrificio subieron en 7,8 %, unas 6 mil toneladas más con respecto a marzo anterior, pero a partir de más cabezas entregadas y un discreto aumento del peso promedio por animal de 1,4 kilogramo.

Como datos nada halagüeños que constituyen una alerta roja por la sensibilidad de ambos renglones, la producción de huevos fue de 584 millones 500 mil unidades, menor en 2 millones 700 mil. También decreció la leche de vaca, que solo alcanzó 76 millones 900 mil litros, una disminución de 10 millones 400 mil litros (11,9 %), como resultado de 19 mil animales menos en ordeño y un exiguo rendimiento promedio diario por vaca de 2,7 litros de leche, inferior en 0,2 litros al primer trimestre del 2014.

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