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Martí, esa mina inagotable

 

El Dr: en Ciencias Históricas Ibrahim Hidalgo Paz. Foto: Eddy Martin Díaz.

En conferencia magistral  titulada  “José Martí: Temas inacabables; nuevos conocimientos”, ante los participantes en el Coloquio Internacional “La guerra necesaria. Organización e inicio”, que con motivo del aniversario 120 de la caída en combate de nuestro Héroe Nacional impartió en el Centro de Estudios Martianos, el Doctor en Ciencias Históricas Ibrahim Hidalgo de Paz, se adentró en importantes detalles en torno a la obra y vida de José Martí.

En sus palabras iniciales, el destacado investigador, Premio Nacional de Historia, recordó que en 1938 la destacada poetisa chilena Gabriela Mistral, al referirse al insigne cubano, expresó:

“¡Ah, mina sin acabamiento esta de  la persona de Martí en la obra de Martí! […] Martí continúa siendo todavía la mina a medio volcar, el metal que está a la vez a flor de tierra y metido en vericuetos oscuros del espíritu y el idioma y que es preciso jadear muchos años más para sacarle afuera hasta la última limadura de su oro de tuétanos.”

Comentó Hidalgo de Paz que son muchos los motivos que conducen a “la búsqueda de ese metal precioso, pues la conmemoración de los acontecimientos que alcanzan los 120 años de ocurridos son numerosos, de magnitud histórica y trascendencia notables, y constituyen grandes alicientes. El más importante, que bastaría  para esta y otras convocatorias, es el inicio de la Guerra de Independencia, la demostración más contundente de la capacidad político-militar de José Martí y los demás patriotas implicados en la organización de la contienda, entre quienes es obligado destacar a los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez”.

Tal afirmación podría ser cuestionada, dijo,  por quienes  desconozcan la paciente labor organizativa e ideológica desplegada por Martí desde su incorporación, en La Habana, a los preparativos del intento independentista conocido como Guerra Chiquita, hasta su caída el combate, el 19 de mayo de 1895, período de casi 12 años durante los cuales sostuvo su criterio acerca de “la necesidad de variar métodos y formas en el llamado al enfrentamiento inevitable al poder colonial, en el trazado de objetivos futuros, en la divulgación de las características de la república democrática que se alcanzaría tras la independencia, cuyas bases debían establecerse desde la preparación de la contienda y en el transcurso de esta”. Con esa  postura no solo se agenció el reconocimiento de sus contemporáneos, sino también la aceptación de sus concepciones organizativas y políticas, y con ello la posibilidad de poner en práctica  “su estrategia unitaria, garantía del éxito de las fuerzas patrióticas.

“Esas sólidas bases  posibilitaron el levantamiento armado del 24 de febrero, e incrementaron la confianza en la dirección revolucionaria, a pesar del fracaso de Fernandina, así como que lo imposible fuera posible”, apuntó Hidalgo Paz.

Un hombre de principios éticos inquebrantables

Señaló el investigador que jamás han existido límites al conocimiento acerca de la obra martiana, y “cuando las tendencia oscurantistas o represivas —o ambas, que casi siempre andan juntas— han primado en algunos períodos históricos, solo han logrado, transitoriamente, obtener sumisiones castradas o, lo más frecuente, rebeldías expresas o calladas, que como lava de volcán rompen en torrente en cuanto las contenciones se resquebrajan”.

Indicó que en más de un siglo, desde antes del combate de Dos Ríos, se han acumulado cientos de miles de páginas que contienen errores y aciertos en torno a José Martí, escritas tanto por sus detractores y seguidores, por lo que “quienes nos consideramos martianos estamos en el deber de asumir una actitud crítica, pues las imprecisiones o falsedades que lleguen a calarnos, y repitamos ingenuamente, son elementos que actúan en detrimento del Maestro, al contribuir a la deformación de  su verdadero ser, cuyos principios éticos rigieron cada uno de sus actos.

“No se trata, en modo alguno, de endiosar a aquel hombre paradigmático; pero hemos de rechazar todo intento de, en aras de una supuesta humanización del héroe, reducirlo a la vulgaridad y a la imagen de un sibarita tropical, cuyos llamados al sacrificio por la patria devendrían pura demagogia.

“En múltiples ocasiones le escuchamos decir a Cintio Vitier que el Apóstol es quien nos humaniza, y hace mal quien pretenda disminuirlo hasta el nivel más bajo de los mortales con el pretexto de hacerlo descender de su pedestal.

“Esta metáfora contra la estatua es admisible cuando la orienta el más absoluto respeto a quien fue ejemplo y guía, pues sólo quien está dispuesto a poner en práctica en la vida diaria los principios que enarbola, puede encabezar a su pueblo. Lo demás es hojarasca verbal, engañifas politiqueras, malabarismos  que a un pueblo como el cubano no entretienen, sino indignan. Martí fue un verdadero dirigente de su pueblo, por lo que comete error craso quien separa su obra escrita de su acción, tanto en los grandes momentos de su existencia como en los hechos cotidianos.    Vida y obra son inseparables. Este estrecho vínculo determina la amplitud de los temas martianos”.

Adentrarse en su contexto histórico

El Doctor Hidalgo de Paz apuntó que prevalece el acertado método de estudiar las condiciones históricas en que Martí escribió su obra;  las  relaciones con sus contemporáneos, así como los acontecimientos ocurridos en su patria, en América y en el mundo; su posición con respecto a los debates suscitados acerca de corrientes de pensamiento, hechos políticos, publicaciones de periódicos, revistas literarias y científicas, novelas, poemarios, porque sus inquietudes intelectuales no conocían fronteras y sus fuentes de información eran tan diversas que aun hoy se intenta precisarlas, lo cual es uno de los tantos propósito perseguidos con la edición crítica de sus Obras Completas.

“Estas características del patriota, el organizador revolucionario, el periodista, poeta, ensayista, en fin, del creador en todos los ámbitos de la literatura y del pensamiento y el actuar políticos, han determinado el acertado acercamiento abarcador multidisciplinario a la ‘mina sin acabamiento’. El estudio de esta no puede limitarse a la exégesis de textos sin el análisis de los contextos. No es un juego de palabras, sino un imperativo científico, pues el objetivo de nuestra labor no es la búsqueda de frases o párrafos para sustentar una consigna u opinión, sino el proceder riguroso tras los conocimientos que posibiliten la explicación de determinadas ideas y actitudes, juicios y actos de quien puso toda su sabiduría al servicio de la emancipación humana.

“El respeto que nos inspira José Martí exige de nosotros todo el rigor y el esfuerzo argumentativos de que seamos capaces. No caben facilismos, ni apelaciones a supuestas opiniones autorizadas o infalibles. Nuestro propósito es aportar nuevos conocimientos, y, como todos sabemos, el dogmatismo, el burocratismo, la torpeza, les temen a estos, pues la ignorancia se siente amenazada por lo que no entiende”.

Consideró necesario “[…] ofrecer respuestas a los imperativos de la cultura nacional, de nuestra identidad, de los principios éticos y científicos, políticos e ideológicos de la revolución, es decir, de la verdad, para lo cual existen las instituciones  y los procedimientos adecuados. […] quienes de una forma u otra dedicamos todo o una parte de nuestro tiempo al estudio de la vida y la obra de José Martí, debemos asumir actitudes consecuentes con sus enseñanzas, y eliminar de nuestras mentes y de nuestras prácticas cotidianas cualquier manifestación de egoísmo y de falta de honestidad intelectual”.

Más adelante, se refirió  a la divulgación de la obra y vida del Apóstol,  con respecto a lo cual indicó que a los investigadores no solo les corresponde la obtención de nuevos conocimientos, sino también hacerlos llegar a la mayoría de los interesados, así como algo aún más difícil, que “se impongan allí donde una inercia conservadora se niega a todo cambio de las informaciones petrificadas”, y apuntó:

“Los inmovilistas que encabezan esta tendencia tienen un recurso para distraer la atención y apartarnos de temas esenciales, en los cuales debemos centrar nuestros esfuerzos: se dedican a una especie de ‘reciclaje’ de aspectos ampliamente tratados y dilucidados en determinados momentos, y ponen énfasis en otros que presentan cierto atractivo morboso, o en supuestas búsquedas de cuestiones ‘novedosas’, para lo cual hurgan en la vida privada del héroe, y toman por verdades indubitables rumores llegados por algún testimonio rezagado, o se basan en interpretaciones torcidas de cartas, poemas, notas o apuntes, de tal forma que el más grande dirigente y pensador político cubano deviene en un dipsómano y seductor de mujeres, capaz de birlarle las hijas, novias o esposas a sus amigos, cuyas libaciones y conquistas merecen especial atención, y no los aburridos asuntos abordados por los ‘académicos’ —con toda la carga despectiva que le confieren algunos al término.

“Esto no es divulgación, sino tergiversación”, y en la actualidad, cuando están demeritados valores que sirven de sostén al patriotismo, cuando el arte y la cultura cubanos se enfrentan a productos seudo culturales que llegan a amplios sectores de la población por los más diversos medios, se requiere lograr que cuanto se escriba, se diga o se plasme en imágenes acerca de Martí posea el más alto grado de rigurosidad, tanto política como estética.

“El reto, el gran reto, está en hacerlo llegar al receptor de forma tal que, sin rebajar los valores aludidos, lo acepte, lo asimile, lo disfrute. Porque si no somos capaces de presentar la imagen acertada de José Martí, como la de muchos patriotas de los siglos XIX y XX, otros lo harán, aunque con objetivos alejados de los nuestros.

“No es casual que se haya denominado guerra cultural al choque entre los dos grandes sectores en que podemos considerar las opiniones en pugna. El enfrentamiento a quienes desfiguran a Martí no es una tarea sencilla, pues entre ellos se encuentran elementos con formación académica, muy alejados de los anticomunistas de los años ’50 y ’60 del pasado siglo, que apelaban a la ignorancia de nuestro pueblo.

“Actualmente, por ejemplo, para desvirtuar el antiimperialismo martiano comienzan por presentarlo como superado, con algún significado relativo en su época, pero sin razón de ser en estos tiempos, cuando ni siquiera se menciona el concepto de imperialismo en los grandes centros difusores de pensamiento; cuando los nombres de Marx, Engels y Lenin apenas son destacados en algún ejercicio académico universitario, o sus ideas son manipuladas por los estudiosos del capitalismo actual;  cuando la imagen del Che se ha convertido en objeto comercial, mientras paralelamente sus obras son difíciles de encontrar hasta en nuestro país. Se impone, por ende, realizar una amplia divulgación de cuanto se ha escrito sobre la visión martiana de los Estados Unidos, y abordar con métodos analíticos la contextualización del enorme  caudal informativo, bellamente expuesto, que se halla en las llamadas ‘Escenas norteamericanas’.

Comentó que a los actuales intentos de desvirtuar la utilidad del estudio de la obra de Martí, se unen otros dirigidos a “sustituir al revolucionario consecuente por una especie de liberaloide, cuyo discurso vago y enrevesado no ofrece nada de interés a las nuevas generaciones; o, en sentido contrario, hacerlo culpable de los males de la etapa republicada anterior a 1959, pues su mensaje radical conducía a posiciones extremas, alejadas de la realidad de los gobiernos supuestamente democráticos de la época.

“También ha existido y existen quienes achacan a  la Revolución  el propósito de ‘convertir a Martí en comunista’, no porque esta acusación tenga una brizna de realidad en qué sustentarse, sino con la finalidad de restarle credibilidad a la verdadera posición de los marxistas cubanos, que en ningún momento han cometido una torpeza tan aberrante —no se debe confundir esta actitud con la de determinados sectores dogmáticos y sectarios que cometieron errores de tal tipo”.

Una lucha entre mundos espirituales diversos

Hidalgo de Paz  comentó la existencia de sectores, dentro y fuera de Cuba, que difieren de esos puntos de vista, y desconocerlos aduciendo “que no intercambiamos opiniones con quienes se alejen de nuestras posiciones políticas e ideológicas”, sólo contribuiría a ampliar su radio de influencia, e instó a seguir “el ejemplo de José Martí, dispuesto en las circunstancias favorables o adversas al diálogo, a la polémica, a la conversación con todos los seres humanos, pues confiaba en lo mejor de estos, y en la solidez de sus propias ideas, no sujetas a vaivenes impulsados por las influencias de los otros, pues confiaba, por el contrario, en incidir positivamente sobre sus opositores.

“Sigamos su ejemplo, y su ideario, y podremos sumar, incorporar, no restar a nuestra causa. Dejemos, como el Maestro, las puertas abiertas a todas las posibilidades de ganar adeptos. Esto es prueba de firmeza. Por el contrario, el tratamiento irrespetuoso, los insultos, los vituperios, la violencia verbal o física contra los contrincantes no constituyen un medio adecuado, pues nunca se podrán aplastar las ideas; estas no desaparecen mediante dichos procedimientos, sino se afianzan en la mente de los agredidos, ante la evidencia de la falta de argumentos de quienes los atacan.

“En la lucha ideológica, se enfrentan mundos espirituales diversos. Para Martí, no cabían dudas: ‘De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento’”.

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