Cargando...
Poca comprensión y tratamiento no diferenciado a su situación refleja la misiva de la maestra Graciela Crespo Hernández, quien se desempeñó como tal durante unos 40 años en la escuela primaria Felipe Poey Aloy, del municipio capitalino de Arroyo Naranjo.
Cuenta que “este es el segundo curso que trabajo como jubilada reincorporada, lo cual no solo me aporta desde el punto de vista económico, sino que el contacto diario con los niños me da mucha satisfacción en el plano espiritual.
“Hasta el 4 de abril último laboré como maestra en 4º grado, pues ese día, significativo por demás, el director de la escuela, en la puerta de la institución, me dijo: ‘Yo a ti te cerré la contrata, conmigo no trabajas más’”.
Graciela agrega que su vivienda está en muy mal estado y por eso fue fácil que hace un tiempo le robaran al mediodía, por lo cual solicitó al director que la dejara ir a su casa a la hora del almuerzo. “Eso a él no le agradaba, pues decía que de la escuela no podía salir nadie, aunque hacía sus excepciones”, reafirma en su carta.
La docente considera que luego de tantos años de entrega a la educación, el despido constituye un agravio a su persona, pues además de que necesita trabajar, se siente útil y sus alumnos no quedan a la deriva, hoy están atendidos por una auxiliar pedagógica y una maestra que tiene la responsabilidad de otro grupo.
Consciente de que lo que hace falta es sumar fuerzas y no restar, sobre todo en un sector donde cada día los maestros son más necesarios, solicita se analice el caso y se le dé una respuesta lo antes posible.
Atender las dificultades de los docentes y brindarles una posible solución, así como fomentar en las instituciones escolares un clima de armonía y respeto resultan pilares básicos para mantener la estabilidad de la fuerza de trabajo. Cuando los consejos de dirección u otros directivos no lo logran, ocurre lo expuesto por Graciela.
