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La flor de Chichina

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Tu amor tuvo la suavidad

                                                                 de un pétalo de rosa.

                                                                                 Nicolás Guillén

Una tierna y simple flor cerró una historia inconclusa. Llegó  a Santa Clara desde Argentina en octubre de 1997, por intermedio de Lilia Chávez. Habían pasado solo algunos días del regreso de los restos del Che a esta ciudad.

Frente al nicho de Guevara aquella mujer estuvo mucho más  tiempo del que habitualmente está cualquier visitante; parecía que hablaba de forma familiar con él. Lloraba con un sentimiento especial, en su rostro la expresión de desconsuelo era más evidente que en otra persona. La especialista del Memorial  de aquel entonces se le acercó para  brindarle ayuda, y fue cuando dijo: “Soy  amiga de alguien que lo quiso mucho, ella no pudo venir por razones de salud, quisiera que esta flor se cuidara  con mucho cariño, se la envía Chichina Ferreira ¿Le dice algo ese nombre?”

 

Ernesto y Chichina

                                                      Aquel amor  fue lámpara

                                                                    encendida que nuestras

                                                                   mutuas nieves calentaron

                                                                                        Nicolás Guillén

María del Carmen Ferreira y Ernesto Guevara de la Serna se conocían desde niños, aunque  dejaron de verse por varios años. El reencuentro ocurre en octubre de 1950. Ella tenía 16 años, era hija de una de las familias más antiguas y adineradas de  Córdoba. Se le describe como una muchacha de pelo castaño, tez  blanca y tersa, labios gruesos, inteligente e imaginativa. Ernesto estudiaba el cuarto curso de la Facultad de Medicina, tenía 22 años.

Según la propia Chichina  la atracción fue  recíproca, le fascinaba el físico obstinado, su desaliño le hacía reír y al mismo tiempo le causaba un poco de vergüenza.

Esas actitudes aparentemente excéntricas del joven y la firmeza de sus convicciones molestaron a los padres de la muchacha, quienes a pesar de no estar de acuerdo con la relación lo respetaban por su inteligencia.

El clímax se puso tenso cuando Ernesto habló de matrimonio y  de una luna de miel por Sudamérica en una casa rodante, luego se agudizó cuando en una cena  conversaban a cerca de un personaje al que el Che caracterizó como un politiquero más. Se dice que  el padre de Chichina se retiró y que el Che se comió un limón a mordiscos.

Continuaron saliendo, pero en secreto. La madre de ella hizo hasta una promesa para impedir el noviazgo. Al terminar el curso en diciembre de 1950 Ernesto logra conseguir trabajo en un barco petrolero y viajó a varias regiones en una travesía de seis meses que se extendió de febrero a junio de 1951, pero siempre tuvo presente a Chichina. Su hermana Celia  contó que inmediatamente que llagaba a puerto llamaba averiguando  si tenía carta  de la novia.

 

Último lazo

                                           Yo retorné a mi hastío.

                                                        Nuevamente la  desesperación

                                                       nubló mi frente y dilató mis ojos

                                                       el espanto

                                                                      Nicolás Guillén

 

Alberto Granados, el amigo del Che,  comentó que el 4 de enero de 1952 visitaron a Chichina. Ernesto quería  despedirse de ella antes de realizar el viaje por Sudamérica, le llevaba un regalo; un perrito  al que le había puesto por nombre Come back (regresaré, en español). La mascota  serviría de símbolo de los lazos de la unión.

Ernesto estaba enamorado, confesó en una ocasión Granados. Quería que lo esperaran, aunque no lo logró, Chichina acepto  quedarse con Come back.

 

El 14 de enero de 1952 partieron los dos amigos en su histórico viaje. Más tarde, el Che recibiría una carta que mucho releyó, era la terminación de aquel idilio, en sus notas de viaje puede leerse:

                    Rompiendo último lazo

                          En la penumbra que nos rodea figuras 

                          fantasmagóricas  giraban a mi alrededor, pero ella

                          no podía venir. Debía pelear por  ella , era mía,

                         mía, mía…. Dormí.

Cuando Ernesto volvió a Argentina, nueve meses después, ella estaba comprometida.

 

El tributo

La flor de Chichina ha estado guardada durante años entre los muchos objetos que los visitantes dejan como tributos íntimos y personales al guerrillero y será uno de los que se exhibirán en la exposición Como jamás, tan vivo, que se inaugurará en el Conjunto Escultórico Comandante Ernesto Guevara, de Santa Clara como parte de las actividades conmemorativas por el aniversario 87  de su natalicio.

Es un simple botón de rosa roja artificial que parece cortada al amanecer matizada de rocío. La flor  hizo el viaje de Argentina a Cuba  por  la fuerza  del recuerdo de aquel  amor juvenil, recorrió el camino que  rechazó la muchacha.

La historia demostró que no fue a Chichina la mujer que más amó el Che, ni que  fue a él a quien más amó ella, pero sí que aquel fue un amor sincero y transparente que tuvo la suavidad de un pétalo de rosa,  flor  que alimenta otros amores jóvenes, vitales y profundos que esperan el momento para  hacerse eternos.

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