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La injusta penalización del salario

Foto: Tomada de Radio Rebelde.cu
Foto: Tomada de Radio Rebelde.cu

 

Las erogaciones monetarias sin respaldo productivo van poco a  poco camino de ser borradas de las estadísticas nacionales, como  relevante saldo de la joven Resolución 17 del Ministerio de Trabajo  y Seguridad Social, regulatoria de las formas y los sistemas de pago  en un elevado porcentaje del sector empresarial cubano.

A un año de su puesta en vigor como complemento de las medidas  que otorgan mayor autonomía a la empresa estatal socialista,  llevar a las nóminas dinero no sustentado en bienes y servicios, se  considera hoy más que nunca, un pecado capital, por su innegable  perjuicio y ruptura con las transformaciones que actualizan el modelo  económico.

Verdaderamente, si nos atenemos a lo estipulado en la 17, presumiblemente  solo su errónea aplicación conduciría a tan perniciosa  indisciplina. Entonces sobreviene un lógico vendaval de análisis,  inspecciones, directivos sancionados y hasta el reintegro por los  trabajadores de lo ya cobrado, con su consiguiente disgusto.

Eso explica cuánto habrá que hacer para no rodar por ese abismo;  por lo contrario, atenerse a las consecuencias si sucediera. Sin embargo,  no suele ser lo mismo ni se exige igual si la relación se da en  sentido inverso. Producción sin respaldo de salario, lo que implica  una separación, a veces bien ancha y profunda, entre el valor creado  y lo compensado.

En Matanzas acaba de ocurrir. Mientras la productividad del trabajo  cerró en el primer trimestre en 118, 8 %, el salario medio apenas  alcanzó el 102, relación que satisfaría si la erogación hubiera  ascendido a un 106 %, proporción ideal, dicen los economistas.

Que este sobrecumplimiento en la transformación de la materia  prima y en la generación de servicios esté insuficientemente reflejado  en el pago a los trabajadores, sugiere que los matanceros dejaron  de beneficiarse en miles de pesos, a juzgar por los seis centavos  ahorrados al gasto de salario por peso de valor agregado bruto, planificado  en 41 centavos y ejecutado en solo 35.

Esta manifestación, para nada exclusiva del territorio yumurino,  niega un principio elemental de la Resolución 17 y que justificó, entre  otras razones, la derogación de su predecesora (la 9/2008), ganar  en relación con el aporte individual o colectivo, propósito lejos de  complacer, mucho menos a la población laboral que se desempeña  en un sector que necesita despegar todo lo que pueda hacia la creación  de riquezas y, en consecuencia, abrir puertas a los incrementos  salariales en el presupuestado.

Las causas que provocan que la productividad crezca y que el ingreso  no lo haga o lo haga con timidez, deben inquietar al movimiento  sindical, muy en especial en la base, justo allí donde se crea  el valor. Una mirada profunda apagaría la música que acompaña  la letra de que la 17 “impacta” de manera positiva porque al bolsillo  entró “más dinero”, y este subió en relación con el año y el trimestre  anteriores…, cuando el monto es tan flaco que apenas se siente.

Que se favorezca la adecuada correspondencia entre el crecimiento  de la productividad y el salario medio debe ser punto obligado en  las asambleas de afiliados y de trabajadores, en las de representantes  y, en lo esencial, en los consejos de dirección, que mes tras mes  deben analizar el comportamiento de la 17.

¿Por dónde pudiera andar el distanciamiento entre estas dos  categorías? Quizás en una incorrecta distribución monetaria, asociada,  a priori, a errores metodológicos como la falta de estudios  de organización del trabajo que optimicen el uso de la plantilla, o  el irrespeto al derecho de incluir a los empleados en el beneficio  de dos sistemas (a destajo y por resultados finales), por citar dos  probables factores.

Al tratar de bucear en esta dicotomía, no pocos empresarios alegan  pagar de acuerdo con la solvencia, lo cual es genuino, pero se  sabe también que algunos manejan mal sus finanzas o aguantan  demasiado la mano, so pretexto de protegerse de futuras contingencias  o para sumarle pesos a lo que se repartirá al año siguiente,  como estímulo a la eficiencia, el llamado mes 13.

Cualquier maniobra que se utilice no podrá ser en detrimento de  los pilares de la 17, expresión de los Lineamientos del Partido y sólida  en el concepto de implementar sistemas con arreglo al trabajo,  y apuntalados por diseños que respondan a ese elemental principio.  Claro deberá quedar que si provechoso es que la productividad suba  a las nubes, falta hace además que el salario abandone el suelo.

Para que en ese punto confluyan ambas categorías, al sindicato  no le queda otra alternativa que seguirle la pista a la distribución  del dinero, un ejercicio de representación al estilo de un detective,  necesitado de saber, llegado el caso, por qué se trabaja más y no  se ingresa lo que corresponde.

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