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Con la sabiduría de Orula

José Manuel Pérez Andiño - santero, babalao, masón, abakuá y palero
Foto: Eddy Martin

José Manuel Pérez Andiño es santero y babalao, masón, abakuá y palero, y fue monaguillo en la iglesia matancera La Milagrosa; hoy es presidente de la Asociación Cultural Yorubá de Cuba, pero más que todo, se considera un tipo fiel a su creencia religiosa, y nunca contrario a lo que sus signos le indican; mucho más porque esos símbolos le endilgan —a su decir— la sabiduría de Orula.

“Aunque hay muchos dioses, solo uno es verdadero: y es el que cada cual quiera reconocer, ese es el amor, la paz, la armonía… yo no puedo menospreciar a ninguno, pero si en un momento difícil tuviera que decidirme lo haría por Ifá, la más exacta”, me asegura, mas percibo que la decisión desde ya le incomoda.

En su juego —el Efi Otanga— es Iyamba, que es decir el principal, y aunque en sus tiempos juveniles se vio involucrado en no pocas escaramuzas nacidas del “ambiente”, hoy detesta la guapería, las vulgaridades que demuestran algunos hermanos —así él les llama— y las frecuentes faltas de respeto de jóvenes iniciados en los trajines del plante. “La bebida influye en todo eso”, enfatiza.

Con Manolo pude hablar de lo humano y lo divino; de su vida salpicada por innumerables anécdotas y vericuetos, dignos todos de la leyenda o la hipérbole, aunque él en solo unas pocas horas de conversación me pareció franco y humilde, lleno de saberes. “El pueblo cubano está protegido”, me dijo, y entonces pensé que para suerte mía, la muerte se me alejaba un poco más.

“Cuando sancionan a alguien vinculado con la droga o porque armó un escándalo, o es un delincuente —me asegura— hay gente que busca razones donde no las hay y critica a las autoridades, pero en esos casos el Gobierno tiene que proceder y aplicar justicia.

“Por cosas como esas los juegos abakuá han ido degenerando y me he ido saliendo un poco de ese mundo, porque nosotros tenemos que ser buenos hijos, buenos padres, amar al prójimo, tener los principios de la moral. Pero soy abakuá y no dejaré de serlo nunca, pues cuando un hombre hace un juramento tiene que cumplirlo”. Esa es una de sus máximas en la vida.

De casta le viene al galgo

Con 61 años cumplidos el 18 de enero último, Manolo Ogbeyono —su signo de Ifá que lo faculta para importante proceder con el resto de los mortales— aún recuerda cuando oyó hablar por primera vez de religión.

“Yo apenas tenía seis años. Mi abuela por parte de padre era devota de San Lázaro y me pedía ayuda para armar su altar. A partir de ahí siempre he estado vinculado a esa mística.

“Yo nací en el barrio matancero de Pueblo Nuevo —de amplias creencias provenientes del asentamiento cercano de muchísimos africanos traídos como esclavos varios siglos atrás—. Allí me inicié como abakuá en 1977 y me hice Efí Acamaró. Cuando llegué a La Habana, en 1980, yo trabajaba como zapatero y me embullaron para coger lo que llamamos la Mano de Orula. Me gustó lo que me dijeron y fue cuando decidí hacerme santo e Ifá”. Eso fue por el año 1990. Tuvo éxito y dejó la confección de zapatos.

“Comencé a ganar clientela cubana y de otros países. Fíjese que solo de Mano de Orula tengo más de 2 mil ahijados; por deidades debo tener más de mil y de Ifá más de 90. Tengo ahijados en cualquier lugar. Según mi signo, no puedo ser avaro ni estafador, y siempre recuerdo aquello de que con un granito aquí y otro allá la gallina se llena el buche. Yo siempre cobré menos que los demás, incluso a veces no cobraba nada por mi labor religiosa.

“Esos babalaos que piden demasiado, cogen al principiante, pero luego se les van. Más que todo desprestigian la religión y a ellos mismos”, reflexiona.

Montaña mágica y gladiador

Si de algo se vanagloria hoy es que en su labor religiosa nunca ha dejado enemigos.

“Por suerte, la vida me ha sonreído y ahora aquí en la presidencia de la Asociación Yorubá me brinda más oportunidades que nunca”.

Entonces parece recordar el día en que le cantaron por vez primera el Itá, momento en que supo que alguna divinidad lo catalogaba como una montaña mágica, y también como gladiador.

Pero Manolo —prefiere que lo llamen así y no Padrino— cree en su Ángel de la Guarda (Oddua) y en Obatalá, y recuerda a sus deidades cuando le dijeron que la mucha felicidad le puede traer desgracias.

“Por eso no ambiciono nada, no soy prepotente ni me interesa viajar o quedarme en otro lugar. Aquí tengo mi familia, por la que vivo”. Tales son pensamientos que no lo abandonan nunca, mucho menos cuando cada mañana se encamina a la sede de la organización, su empeño mayor desde el 4 de agosto del pasado año en que la encabeza.

La Asociación Cultural Yorubá de Cuba, hoy con 56 filiales en el extranjero, nació en diciembre de 1991 y Manolo Ogbeyono entró a formar parte de ella en el 2006. “Soy su tercer presidente, sustituí a Antonio Castañeda. El primero fue Manuel Ibáñez, quien la condujo por 22 años, dirigió la construcción de su sede actual y consolidó un positivo trabajo nacional e internacional”.

Y recuerda la impronta de esa entidad en la conocida Plataforma Interreligiosa Cubana —donde se unieron representantes de cada institución religiosa existente en Cuba— primero en la lucha por la libertad de los Cinco Héroes, y también por el diálogo interreligioso, la unidad de la familia cubana y la paz. “Ya los Cinco Héroes están en Cuba, pero la actividad de la Plataforma continúa”, indica.

“La Asociación es una entidad no gubernamental, donde caben todos, sean o no religiosos, y contamos con unos 28 mil asociados, de ellos 17 mil afiliados en el país. Nuestro propósito —agrega— es hermanar a todo el mundo y actualmente estamos empeñados en ampliar el sentido cultural y religioso, a la vez que definir los derechos y deberes de los miembros, pues somos una organización autofinanciada”.

Manolo no evadió ninguna interrogante, todas las asumió con naturalidad. ¿Por qué hoy presidente de la Asociación?, le pregunté, y su respuesta, más que todo, me demostró cómo influye en él el mandato de sus dioses y orishas: “Porque Olofi y Olodumare, el creador del mundo, consideraron que yo lo merecía.

“Me siento un ciudadano con el privilegio de ser revolucionario y patriota, y en caso de guerra hay que defender la patria, aunque nos cueste la vida”, dijo finalmente.

Foto: desde-cuba.blogspot.com

 

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