Icono del sitio Trabajadores

El fracaso de Fernandina: Frente a la adversidad, el alzamiento martiano

Gustavo Placer Cervera *

El 10 de enero de 1895, debido a una delación, las autoridades norteamericanas impidieron la salida de las expediciones organizadas por José Martí para reiniciar la lucha por la independencia de Cuba. Este hecho ha trascendido a nuestra historiografía como el Fracaso de Fernandina.

Se habían organizado en el extranjero tres grupos de revolucionarios cubanos para reiniciar la guerra. En Cayo Hueso estaban los generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez; en Costa Rica, los generales Antonio Maceo y Flor Crombet, y en Santo Domingo, aguardaba impaciente el General Máximo Gómez. Todos contaban con el personal necesario para la empresa que iban a acometer.

El momento era propicio. Las autoridades coloniales se encontraban confiadas atribuyendo al pueblo cubano debilidad e inercia. Las actividades revolucionarias que se realizaban en el exterior, si bien eran seguidas de cerca por los servicios secretos españoles, no eran correctamente apreciadas en su importancia y magnitud. Si el plan concebido por Martí se hubiera materializado, el inicio de la guerra habría tenido lugar de manera sorpresiva e impetuosa, y hubiera sido muy difícil que el régimen colonial lo pudiera resistir con éxito.

En oriente los trabajos conspirativos estaban a cargo de los experimentados y aguerridos generales Guillermo Moncada y Bartolomé Masó. A esa región debía arribar una expedición integrada por unos 200 hombres, mandada por los generales Antonio Maceo y Flor Crombet. Por otra parte, estaba previsto que el General Máximo Gómez, junto a Martí, el coronel José María Rodríguez (Mayía) y el comandante Enrique Collazo, al frente de una expedición de 300 hombres arribaran, procedentes de República Dominicana, al sur de Camagüey, en las cercanías de Santa Cruz del Sur. Una tercera expedición, de unos 200 combatientes, conducida por los generales Roloff y Serafín Sánchez, partiría de Cayo Hueso para arribar a Las Villas.

De acuerdo al proyecto, tan pronto se conociera del inicio de la lucha en las regiones oriental y central, se producirían alzamientos en varios puntos del occidente, organizados por los generales Julio Sanguily y José María Aguirre.

Para llevar a cabo su plan, Martí había entrado en contacto con el comerciante Nathaniel Borden, propietario de muelles y almacenes en Fernandina —un pequeño puerto de la costa oriental de la Florida—, quien fungía también como agente consular de Uruguay y de España en la mencionada localidad, y que era bien conocido por Martí. Él debía ser el fletador de los barcos y el embarcador. Borden alquiló dos yates, denominados Lagonda y Amadis, y el vapor de carga Baracoa con el propósito declarado de efectuar travesías por el golfo de México para transportar trabajadores, útiles agrícolas y de minería con destino a grandes fincas y minas que se iban a fomentar. Las armas se enmascararon como utensilios agrícolas y herramientas de minería; las municiones se envasaron como barriles de clavos. Todo el material fue depositado en los almacenes de Mr. Borden.

Enrique Collazo.

Maceo había enviado al coronel Patricio Corona, quien, junto a Manuel Mantilla, llevaría el Lagonda a Costa Rica; Roloff y Serafín Sánchez designaron al coronel Fernando López de Queralta para que condujera el Amadís a Cayo Hueso; Martí, Mayía Rodríguez y Collazo guiaría el Baracoa a Santo Domingo. Los fletes fueron pagados; los capitanes creían que iban a transportar trabajadores que embarcarían en los puntos asignados para ser llevados a las supuestas fincas.

Cada jefe de grupo portaría 2 mil pesos y cuando tuvieran que poner rumbo a Cuba se les plantearía a los capitanes el dilema de hacerlo él, recibiendo a cambio una prima de 2 mil pesos, y si no, se tomaría la embarcación y se conduciría a Cuba sin recibir el capitán dinero alguno.

El 10 de enero el Lagonda estaba ya cargado en Fernandina y se encontraban a bordo Corona y Mantilla. En el momento mismo de su salida, como consecuencia de una delación de López de Queralta, el barco fue detenido por las autoridades norteamericanas que incautaron también las cargas destinadas al Amadís y al Baracoa.

El revés de Fernandina fue un rudo golpe para el proyecto independentista, pues no solo se perdían valiosos recursos obtenidos con el esfuerzo de la emigración cubana, sino también todo el minucioso trabajo de organización y coordinación realizado dentro y fuera de Cuba, así como el factor sorpresa, tan importante para el éxito de una insurrección.

Sin embargo, la noticia tuvo diversas consecuencias. Para las autoridades coloniales, que estaban aletargadas, fue un súbito despertar. Entre los conspiradores, el hecho fue valorado por la grandeza del esfuerzo realizado por la emigración, no por la importancia del fracaso. Para los emigrados lo ocurrido demostraba que sus privaciones y sacrificios tenían resultados, ya que los hombres, con Martí a la cabeza, en quienes habían depositado su confianza, eran merecedores de ella. Después del revés de Fernandina, no resultaba posible contener la impaciencia de los revolucionarios que se aprestaban dentro del país para incorporarse a la insurrección. También, desde Costa Rica, Antonio Maceo exigía un levantamiento inmediato.

El 14 de enero, tomando en cuenta las nuevas circunstancias, Martí, Collazo y Mayía Rodríguez acordaron mantener la decisión de dar inicio a la guerra, y el día 17 Martí envió un mensaje secreto a Juan Gualberto Gómez, liberando la isla de subordinar el alzamiento general a la llegada de las expediciones, pero advirtiendo que occidente no debía moverse, si no lo hacían Las Villas y Oriente.

Mayía Rodríguez.

 

Simultáneamente, Martí y sus más cercanos colaboradores trabajaban incansablemente para obtener nuevos recursos, aunque fueran los mínimos indispensables, y recuperar, aunque fuera en parte, el armamento y los pertrechos ocupados por las autoridades estadounidenses. Ambos propósitos fueron alcanzados.

Gracias al genio de Martí, a su prestigio y autoridad, y a la perseverancia, entrega y capacidad de sacrificio de él y de los que junto a él coadyuvaron a forjar la patria, se estaba en condiciones, el 29 de enero, de emitir la Orden de Alzamiento, un documento trascendental de nuestra historia. La orden, firmada por Martí, como Delegado del Partido Revolucionario Cubano; Mayía Rodríguez, en nombre del General Gómez, y por Enrique Collazo, estaba dirigida a Juan Gualberto Gómez. El documento especificaba que el alzamiento se haría con la mayor simultaneidad posible. Al mismo tiempo, se señalaba que este debía producirse durante la segunda quincena, y no antes, del mes de febrero. Inmediatamente después de la llegada de la orden a La Habana se reunieron los jefes de la conspiración en occidente y acordaron que los alzamientos se efectuarían el 24 de febrero.

Una vez más, como ha sucedido antes y después, a lo largo de nuestra historia, se había convertido un revés en victoria.

* Doctor en Ciencias Históricas. Miembro de la Academia de la Historia de Cuba

Compartir...
Salir de la versión móvil