Tal vez el deseo más extendido en el mundo en estos días finales de diciembre es que los seres queridos y los amigos tengan un próspero año nuevo. Es también, por supuesto, una aspiración de quienes en esta tierra han luchado por el progreso de la nación durante décadas y en las más adversas condiciones.
Buscando el significado de la palabra prosperidad encontramos el que la define como el estado económico y social satisfactorio. Ni los enemigos de la Revolución pueden desconocer las garantías sociales de que disfrutan los cubanos que les proporcionan bienestar individual y colectivo, como la tranquilidad ciudadana, el acceso universal a servicios de salud de calidad y gratuitos, la posibilidad de que sus hijos alcancen el nivel educacional al que aspiren sin que ello les ocasione gastos a las familias, la existencia de un Código de Trabajo concebido en amplia y democrática consulta, donde se consagran los derechos laborales; y un sistema de seguridad social que protege ante las más disímiles situaciones, como enfermedad, accidentes, invalidez, maternidad y vejez, por mencionar solo algunos beneficios.
Pero falta un largo camino por recorrer para que alcancemos una efectiva prosperidad. Lo subrayó el Presidente cubano Raúl Castro Ruz en el último período de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular cuando expresó: “ Hay que situar la economía a la altura del prestigio político que esta pequeña isla del Caribe ha conquistado gracias a la Revolución, al heroísmo y a la capacidad de resistencia de nuestro pueblo. La economía es la principal asignatura pendiente y tenemos el deber de encarrilarla definitivamente hacia el desarrollo sostenible e irreversible del socialismo en Cuba”.
Varios son los elementos que llevan a pensar que 2015 abrirá nuevas puertas en ese empeño. Tal vez el más inesperado para el pueblo fue el anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos y la posible creación a partir de ese paso de un clima de distensión bilateral que podría llevar a que el presidente de ese país se decida a utilizar sus prerrogativas ejecutivas para modificar la aplicación del bloqueo, el principal obstáculo de nuestro desarrollo.
Si bien nos toca prepararnos para ello, no podemos sentarnos a esperar que suceda. Hasta en las circunstancias más difíciles en que los problemas parecían insolubles, los cubanos no perdimos el rumbo y supimos defender nuestro proyecto social buscando nuestras propias alternativas. Nos guió entonces y nos continúa señalando el camino aquel pensamiento de Martí cuando aseguró: “No es que la fuerza del progreso esté en la tierra escondida; no es que la recibamos por una ley fija, lógica y fatal (…) está en nosotros mismos; nosotros somos nuestro criterio; nosotros somos nuestras leyes, todo depende de nosotros”.
Cuba está inmersa en la actualización de su modelo económico que marcha de manera firme, sin apresuramientos para no cometer errores y rectificarlos a tiempo si estos llegaran a producirse, y sobre todo, sin concesiones. Ante los cubanos se alza el tremendo reto de demostrar que es posible construir una sociedad socialista próspera en la que cada ciudadano se sienta realizado y motivado a contribuir al bien común.
Una de las decisiones de mayor connotación estratégica en la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución que guían la actualización de nuestro modelo, fue la aprobación de una medida muy nuestra, basada en nuestro criterio como lo reclamó el Apóstol, que fue la Ley de Inversión Extranjera. A diferencia de otras en el mundo no implica la entrega de nuestras riquezas sino por el contrario se distingue por la preservación de la soberanía, los recursos naturales, del medio ambiente y del patrimonio nacional. Ella, junto a la creación de la Zona Especial de Desarrollo de Mariel constituyen mecanismos seguros de despegue hacia el porvenir.
Disposiciones como la paulatina descentralización de facultades desde los ministerios hasta el sector empresarial permitirán, con orden, disciplina y exigencia ir elevando los salarios, un reclamo impostergable que no podrá ser alcanzado sin la creación de más riquezas que es igual a decir más eficiencia, productividad y producción.
El avance de cada uno de los cambios que se ha propuesto el país descansa en el compromiso de los trabajadores con el éxito de su labor, en la exigencia y el control por parte de las administraciones y en la preocupación de los sindicatos porque se respeten los derechos de las masas laboriosas y a la par estas cumplan con responsabilidad y disciplina sus deberes.
A aquellos que con sanas o aviesas intenciones se preguntan hacia dónde vamos, podemos responderle que hacia un mejor socialismo. Puede que en estos 56 años tuviéramos con los brazos que abrir la selva, como expresa la conocida canción, pero a pesar de los pesares, como sea, avanzamos, y hoy como siempre, Cuba va.
