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A prueba de riesgos

Georgina Ramírez Cruz (al centro, con las flores en la mano), agasajada por el sindicato nacional de los educadores.  De derecha a izquierda, Ismael Drullet Pérez, secretario general de la organización a nivel nacional; el profesor Guido y Ana Gloria Calderón Zedeño, secretaria general del comité provincial en La Habana. Foto: Agustín Borrego
Georgina Ramírez Cruz (al centro, con las flores en la mano), agasajada por el sindicato nacional de los educadores. De derecha a izquierda, Ismael Drullet Pérez, secretario general de la organización a nivel nacional; el profesor Guido y Ana Gloria Calderón Zedeño, secretaria general del comité provincial en La Habana. Foto: Agustín Borrego

Zeferina todavía vive en los recuerdos de Reinaldo Guido Castaño Spengler.  La encontró en una zona muy apartada de la geografía nicaragüense, a principios de la  década de los 80. Entonces pensó en la heroicidad de “nuestras mujeres”, incorporadas al Contingente Pedagógico de Maestros Primarios Augusto César Sandino, que durante cinco años prestó sus servicios en aquel país, poco tiempo después de haber  sido derrotada la tiranía de Somoza.

Han transcurrido 35 años, y Guido —uno de los asesores de aquella gesta entre 1980 y 1982— considera imprescindible rememorar  el quehacer de los más  de 4 mil educadores que de manera voluntaria dejaron  en la patria de Rubén Darío una huella profunda.

Allí, el profesor de Ciencias Sociales, que ya acumulaba una vasta  experiencia educativa —iniciada  en 1955 al graduarse como maestro normalista y luego trabajar durante tres años en la Sierra Maestra—  comprendió la razón que tienen los pueblos para liberarse y derrotar las dictaduras.

Prácticamente recorrió toda la nación. Tenía la responsabilidad de visitar a los docentes en sus comunidades, conocer los problemas de alojamiento,  alimentación,  seguridad; y en ese contexto comprendió  la gran tarea que en el orden educativo y de salud debía enfrentar la naciente Revolución sandinista.

A sus 78 años, este hombre, que dedicó cuatro décadas de su vida al magisterio, considera que en la historia de la pedagogía cubana no hay otra misión de esa naturaleza, teniendo en cuenta las circunstancias en que laboraron y el peligro real al que estuvieron expuestos por las bandas terroristas al servicio de los intereses estadounidenses,  acciones que arrebataron la vida de Pedro Pablo  Rivera Cue, Bárbaro González,  Águedo Morales y Francisco Concepción, mártires de esa epopeya.

En tierra lejana, dos vivencias

Marina Cedeño Agramonte, aún en el aula. Foto: Agustín Borrego.

Cuando Marina Cedeño Agramonte llegó a tierra nicaragüense en 1979 se percató de que hasta esos instantes no había afrontado condiciones de vida tan  difíciles, a pesar de haberse formado como maestra  Makarenko en el plan Minas-Topes-Tarará.

Integrante del primer grupo, fue ubicada en el departamento Chontales, en la comarca El Parlamento,  donde no había ni un solo maestro. Lo primero que  hizo fue realizar un pesquisaje de los niños y de los  adultos que no sabían leer ni escribir (“y eran casi  todos”). Luego los vecinos del lugar construyeron la  escuelita con materiales rústicos. Ella pensó entonces  que no iba a soportar tantas dificultades.

“Al conocer Nicaragua —expresó— me quedé abismada por su pobreza, heredada de muchos años de  dictadura somocista. La experiencia fue valiosa, me ayudó a ser mejor maestra, una persona más humana y a sentir como propio el padecimiento ajeno. La familia que me dio cobija era de las de mejores condiciones, pero en realidad la casita era de madera, de bambú y piso de tierra, espacio que compartíamos con el perro y el chanchito  (cerdo).

“Luego me hicieron mi cuartito, con una camita de cuero de  vaca. Después la dirección del  contingente me envió un colchón, un  mosquitero, y me apoyó en cuanto  a la alimentación, la cual compartía,  pues no podía comer mi arroz  y mis frijoles mirándoles  a los ojos  de los pobres que me rodeaban”.

Han pasado muchos años, pero los recuerdos de aquella etapa resultan inolvidables para esta mujer que  en la actualidad se desempeña como  maestra (jubilada reincorporada) en  la escuela primaria Pedro Albizu  Campos, en el municipio capitalino  de Marianao, donde  casualmente   también labora como oficinista José  Ángel González Espinosa.

Él llegó a Nicaragua en 1981, como parte del segundo grupo, y fue  ubicado en la comunidad montañosa Silvi Coperna, en el municipio Siuna, departamento de Zelaya Norte. Allí, por  la preparación que había recibido en Cuba, sabía lo  que le esperaba; y su primer quehacer, al igual que  Marina, fue construir la escuela con la ayuda de los  campesinos.

No obstante, en aquel lugar, cerca de la frontera con Honduras, estuvo poco tiempo, pues un buen  día alguien le dijo: “Maestro, recoja sus cosas porque hay bandas en la zona”. Ahora, orgulloso de la  proeza colectiva, José Ángel contó que en ese entonces le preocupaban más las culebras que los contra.  Así, con un machete en la mano, salió caminando  solo por un terraplén hasta llegar al pueblo.

José Ángel González Espinosa. Foto: Agustín Borrego.

Ya en otra comunidad impartió clases desde 1°  hasta 6° grados. “Los niños tenían mucho interés en aprender —dijo—, eran obedientes, muy nobles, demostraban cariño, cuidaban y aprovechaban mucho la base material de estudio. La escuelita estaba  lejos de la casa donde yo residía y ellos me llamaban para que yo almorzara en sus casas. Al principio me costó trabajo, porque no estaba acostumbrado a comer las tortillas de maíz, pero ya luego todos  compartíamos lo que había”.

Felicitan a educadores cubanos

“Los educadores han sido y son un baluarte de la Revolución. Les deseo a todos los mayores éxitos en su vida personal y en su trabajo”. Tal mensaje, para hacerlo extensivo,  hizo llegar a nuestra redacción José Ramón Fernández Álvarez, asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de  Ministros, a propósito de celebrarse este 22 de diciembre el  Día del Educador. Igual sentir expresaron los titulares de Educación y Educación Superior: Ena Elsa Velázquez Cobiella y Rodolfo Alarcón Ortiz, respectivamente, así como el secretario general del  Sindicato de los Trabajadores de la Educación, la Ciencia y el  Deporte, Ismael Drullet Pérez.

Los textos reconocen que la jornada de homenaje evoca el espíritu de combate de tan heroicos meses en que Cuba proclamó ante el mundo su victoria por el triunfo de la Campaña de  Alfabetización, proeza de singular valía, abonada con la sangre generosa de los mártires. El compromiso de los pedagogos se agiganta ante los retos del siglo XXI y la Revolución confía en ustedes porque en sus manos está el futuro de la patria.

De igual manera, es válido reconocer la dedicación de los educadores cubanos, que desde los diferentes organismos formadores, y tanto dentro como fuera de Cuba,  enaltecen las  conquistas de nuestro sistema educacional.

Un nombre indispensable

Al hablar del Contingente de Maestros Primarios Augusto César Sandino, un nombre indispensable es el  de Georgina Ramírez Cruz, quien desde la dirección de cuadros del Ministerio de Educación tuvo la responsabilidad de seleccionar al personal para cumplir  aquella misión.

Jubilada hace unos años, para Georgina esa  tarea tuvo gran trascendencia no solo porque se dio a conocer a través de la voz de Fidel durante el acto del 26 de Julio de 1979  en Holguín, sino por lo que tal gesto solidario significaba para la Revolución sandinista.

Se enviaron maestros en representación de toda Cuba, y el primer grupo estuvo integrado por mil 200 personas, quienes durante 10 días  seguidos se trasladaron hacia aquel país. “El requisito era ser maestro, estar ejerciendo y tener  más de tres años de trabajo”, señaló Georgina.

Resaltó la labor desarrollada por Mercedes Almiñaque Guzmán, quien en una primera etapa dirigió la misión y, que como otras, no dejaba  de ser riesgosa a cambio de hacer un bien. “Esos  hombres y mujeres, cuyo promedio de edad no  pasaba de 30 años, trabajaron en lugares donde  no iba nadie, en condiciones muy difíciles, pero  tuvieron la aceptación del pueblo, de la clase más  humilde.

“Fue una tarea oportuna y riesgosa, y si ahora el Frente Sandinista está ahí, creo que también se debe en alguna medida  a la preparación que brindó nuestra gente, que en aquel momento preparó a los niños y a los jóvenes que hoy asumen los principales cargos de dirección en Nicaragua. Ese es el  trigo recogido”.

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