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Obrar por el bien común

La épica batalla del pueblo cubano y la solidaridad mundial de Gobiernos, presidentes, parlamentarios, de hombres y mujeres de buena voluntad, por la liberación de los antiterroristas cubanos, concluida con la llegada a suelo patrio de Gerardo, Ramón y Antonio, y el anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, vislumbran un futuro preñado de confianza, optimismo y esperanza.

Cuando para algunos la tragedia del caso de los Cinco parecía eternizarse, diálogos al más alto nivel y en la más absoluta discreción entre La Habana y Washington, con el apoyo de reconocidas personalidades internacionales, entre ellas el papa Francisco, devolvieron el sueño esperado y pusieron fin a 16 años de angustia, inhumano encierro, aislamiento y dolor.

En el recuento de esta historia, no podrá olvidarse el convencimiento del líder cubano Fidel Castro, cuando el 23 de junio del 2001, en Tribuna Antimperialista, expresó: “Solo les digo una cosa, volverán”. Los Cinco ya están entre nosotros, no por obra y gracia de una promesa, sino por el probado compromiso y fidelidad a las causas justas de Fidel. Él fue el primero en entregarse por entero a esta batalla por la vida, acompañado siempre de su pueblo y de millones de personas alrededor del mundo.

Gracias al esfuerzo de muchos, Mirta Rodríguez desterró el gran temor de no alcanzar a ver el regreso de su hijo amado; Laura vio descender del avión al padre querido erguido sobre sus propias piernas y no en una silla de ruedas; Gerardo y Ramón colocaron flores y el beso, ausentes por años, sobre las lápidas donde reposan los restos de sus seres queridos; René y Fernando alcanzan ahora su verdadera libertad.

En incontables oportunidades, representantes de la diplomacia cubana dentro y fuera del país sentenciaron que el restablecimiento de las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos pasaba inexorablemente por la liberación de los antiterroristas cubanos. Hoy ese reclamo es una realidad.

La política anticuada, hostil e infructuosa de Estados Unidos contra Cuba, que por más de 50 años ha mutilado las relaciones de pueblos vecinos y provocado daños a varias generaciones de cubanos, parece que va a llegar a su fin y concluir así un nefasto capítulo de conflictos políticos entre ambas naciones.

Este 17 de diciembre no solo se produjeron excarcelaciones. Asistimos también al inicio de una nueva etapa en la vida de cubanos y estadounidenses.

Raúl acaba de reiterar su disposición a sostener un diálogo respetuoso, sin imposiciones, basado en la igualdad soberana, para que sean tratados los más diversos y complejos asuntos entre dos naciones, sin menoscabo a la independencia nacional y la autodeterminación de los cubanos, sin renunciar a los principios.

Valiente la postura asumida por el presidente Barack Obama. Satisface que su administración esté dispuesta a producir cambios significativos en su política hacia nuestra nación, trabajar en la normalización de las relaciones y poner fin a una larga etapa de desavenencias políticas. El futuro de paz, seguridad y desarrollo democrático que proclama el mandatario estadounidense será posible siempre que se trabaje sobre la base del respeto recíproco a las diferencias. Es pertinente tener en cuenta los valores e intereses de nuestro pueblo.

Nunca hubo justificación alguna para incluirnos en la espuria lista de países patrocinadores del terrorismo. Por más de cinco décadas, el pueblo de Cuba ha venido reclamando justicia por las miles de víctimas de atentados, perpetrados desde territorio norteamericano.

En materia de derechos humanos, Cuba es ejemplo. Miles de nuestros médicos han prestado históricamente sus servicios en las naciones más pobres del mundo de manera desinteresada y hoy cientos de ellos enfrentan la epidemia del Ébola en naciones africanas. Otros están salvando vidas en lugares intrincados de la geografía suramericana. Lo mismo sucede con nuestros profesionales y técnicos en las ramas de la agricultura, el deporte y la educación.

Sería beneficioso para los cubanos acceder al mercado estadounidense y viceversa. Basta pensar que en materia de salud, la cercanía de ambos territorios facilitaría a nuestro país adquirir aquellos medicamentos y la tecnología tan necesarios para la asistencia médica de los pacientes oncológicos. ¿Cuántas personas inocentes podrían salvarse de la muerte?

El bloqueo económico, comercial y financiero se erige en el principal obstáculo para la reconciliación definitiva. Eliminarlo es la solución. Aprender a convivir con nuestras diferencias es difícil, pero no imposible. Es hora de obrar por el bien común.

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