Un premio sabiamente compartido

Un premio sabiamente compartido

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Hay gente a la que nunca se le agradece lo suficiente. Sergio Vitier y Leonardo Acosta son de ese club. Guitarrista descomunal uno, y saxofonista -pero sobre todo investigador musical- el otro, han tallado su firma en el mango de la música cubana, a golpe de talento, sabiduría y el perfecto toque criollo. El Insituto Cubano de la Música -a través de un jurado compuesto por Alfredo Diez-Nieto, Alicia Perea, Jesús Gómez Cairo, César «Pupy» Pedroso y Juan Piñera- acaba de ganarse un tanto al reconocer todo esto y otorgarles el Premio Nacional de Música 2014, «en reconocimiento a sus aportes en ese campo y a la riqueza de sus obras» a «estos hombres inmensos de una profunda trayectoria en nuestra música».

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Sergio Vitier, Premio Nacional de Música 2014.

 

De casta le viene al galgo podría decirse de Vitier, que pudo haberse contentado con vivir a la sombra del apellido pero prefirió lanzarse a los senderos de la música cubana y vaya que salió airoso. Desde los días la Orquesta Cubana de Música Moderna y el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GESI), en materia musical nada le es ajeno: diversos formatos orquestales, ballet, danza, teatro, cine, televisión; en todos estos espacios ha incursionado con notable éxito, a través de composiciones que destacan por el meticuloso trabajo investigativo sobre las raíces culturales cubanas combinado con un amplio dominio de la técnica interpretativa y compositiva. El oído del público cubano lo recuerda especialmente por la banda sonora de la popular teleserie En silencio a tenido que ser, realizadas en coautoría con su hermano José María, otro artista excepcional.

Leonardo Acosta, Premio Nacional de Música 2014.
Leonardo Acosta, Premio Nacional de Música 2014.

Leonardo Acosta, por su parte, es uno de los dinosaurios más extraordinarios que podríamos tener. Uno de los dinosaurios buenos, de los que enorgullecen a cualquier cultura. De esos que todavía estaban allí cuando despertamos. De los que se arriesgan a alternar entre los caminos de la literatura y la música y salen ganando. Empezó sus andanzas en los campos del jazz, en los tiempos que La Habana era un hervidero en el que se gestaba mucha de la música que estremecía al mundo. Luego pasó por la Orquesta Sinfónica Nacional, y por el GESI, y por La Gaceta de Cuba, y por Prensa Latina. Y en el transcurso se las arregló para construir una de las bibliografías más sólidas e inestimables de la investigación social en Cuba. Porque, improvisador al fin, echó mano a cuanto recurso consideró necesario de la sociología, historia, economía, psicología, antropología y cuanta ía halló, en un tiempo en el que transdiciplinariedad no era una palabra excesivamente popular.

Los premios compartidos a veces dejan un regusto amargo, pero no creo que este sea el caso. Para comprobarlo tenemos las palabras de Acosta, que declaró a Prensa Latina: «Este premio pesa un poco, no es fácil que me escojan entre tanto buen músico, pero me alegra compartirlo con Sergio, que es como un hermano para mí». Felicidades entonces a estos dos infaltables a la hora de hacer un repaso por la música cubana del siglo XX.

Aquí puede leer una reseña al libro Un siglo de jazz en Cuba, de Leonardo Acosta, publicada originalmente en el no. 79 de la revista Temas.

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