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Clavos y puntillas:el enredo de una venta

En el taller de puntillas de la UEB de minas habían cuatro brigadas, ahora, luego de la reducción laboral y los problemas de financiamiento, solo quedan dos. Foto: Orlando Durán Hernández
En el taller de puntillas de la UEB de minas habían cuatro brigadas, ahora, luego de la reducción laboral y los problemas de financiamiento, solo quedan dos. Foto: Orlando Durán Hernández

Pepe es un cubano de esos que decidió, porque sí, adentrarse en las locuras de la (re)construcción de la casa. Pensaba que lo tenía todo, pero desde hace días busca clavos y con tantos gastos no puede emplear mucho dinero pagándole a un “delincuentrópudo”. Pero en ninguna tienda camagüeyana los encuentra. Hace rato que no venden.

En el 2013 Camagüey vio sus almacenes abarrotados de puntillas. Sin embargo, resultaba casi imposible para la población acceder a tan necesario producto, imprescindible en la construcción y en programas tan prioritarios como la recuperación de vaquerías.

Muy poco ha cambiado de entonces a la fecha y aunque parte de lo almacenado tomó los caminos de la comercialización, ni en las tiendas de materiales de la construcción ni en las unidades de productos industriales aparece.

La demanda continúa en ascenso y a los fabricantes, que laboran en la Unidad Empresarial de Base (UEB) Fábrica de Derivados del Alambre, del municipio de Minas, el 2014 les trajo más malas noticias que empañan el futuro.

El salario no cae del cielo

“Hemos trabajado completo casi dos meses nada más en el año. Me pagaron uno con estimulación, y luego cobré el básico que es de 285 pesos. Yo tengo dos hijos y sin un salario no puedo mantenerlos. Y en el municipio las ofertas de trabajo son de CVP y muy pocas”.

Así se lamenta Julio César Quiala Rivero, preparador de las máquinas de puntillas y uno de los tantos obreros que da vueltas por la fábrica para saber cuándo vuelven “a la carga”.

Y es que a la UEB de Minas, del cielo le han caído los problemas: han tenido muy poco que hacer, maniatados por un discreto plan de producción que nada tiene que ver ni con sus necesidades ni con las reales del país, la materia prima se pierde entre turbulencias y por ende engrosan la lista de los sin garantías salariales o interruptos.

Para este año la producción asciende a 481 toneladas, un 40% de las más de 2 mil que manufacturaron el año pasado, por lo que de aportes anteriores que arribaban a los 14 millones de pesos, solo se aproximarán a los tres.

“Como es un plan tan bajito, todos pensamos que lo terminaríamos rápido, pero no creímos que faltaría la materia prima ni tuviera tantos problemas su llegada. En definitiva, estuvimos casi todo el primer semestre parados”, recuerda Francisco García Ramírez, director de la factoría.

Para sus elaboraciones (mallas y puntillas) la industria mineña depende de alambre importado, por lo que los problemas de financiamiento que ha tenido el país han influido “de forma muy negativa”, aseveró Dismarys García Isaac, especialista en Ventas de la Empresa Metalúrgica Camagüey.

¿Venderán o no venderán puntillas?

Un enrevesado sistema rige la confección de puntillas. En él comparten protagonismo la UEB Camagüey Acinox Comercial, su entidad nacional, el Ministerio de Economía y Planificación Física, y las empresas de Productos y Servicios Universales (la Universal), y de Comercio Minorista de la provincia.

Y aunque una parte de esas producciones terminan circulando por todo el país, pues Acinox –en su función de grupo empresarial– media en la distribución nacional, la población camagüeyana no tiene cómo adquirirlos en establecimientos estatales.

Se trata de un círculo vicioso: de las unidades de productos industriales se trasladó la comercialización de los clavos hacia las tiendas de materiales de la construcción, pero en estas últimas hace más de dos años que no se venden a pesar de contar con las condiciones y la demanda, y solo el módulo agropecuario se erige como el encargado de la tarea, la cual no cumple.

Y el eslabón final de la cadena, las tiendas, rechazan el producto debido a la tendencia de quedar en inventario, generando problemas y no dinero.

Luis Alejandro Rodríguez Correa, director de Acinox en territorio agramontino, explicó que “este año la Universal no pactó la venta de clavos porque tenían en inventario y no podíamos exigir mayor cantidad a la fábrica de Minas. Además, la red de Acinox tiene almacenadas más de mil toneladas de clavos de varias medidas, que también se distribuyen a otros organismos como la Agricultura”.

De esas reservas la Universal en Camagüey vendió hasta el mes de octubre cerca de 32 toneladas, de casi 50 que tienen contratadas con la Minorista para todo el año, aclaró Alexander Sánchez Benítez, director de Mercadotecnia en esa entidad. Sin embargo, todavía quedan bajo resguardo cerca de 30 toneladas, muchas sin un destino claro.

“Acinox –continúa Sánchez Benítez–, podía entregarnos, en esta ocasión, clavos de tres medidas: cinco por cinco, tres por ocho y dos y medio por diez, de las cuales tenemos en inventario. ¿Para qué íbamos a comprarles si ya teníamos?”.

No obstante, según estimó Eldis Cobo Cubiles, especialista comercial de Acinox, este año la Universal recibió de sus manos cerca de 30 toneladas de diversos surtidos.

Si la mercancía guardada bajo techo es de un alto calibre, que no tiene mucha demanda, ¿no sería necesario producir más o de otros tipos que sí tienen mercado? ¿Y si en almacén hay clavos, por qué no sucede así en las tiendas?

Mientras unos dicen y otros también, Sánchez Benítez asegura que con lo que tienen en almacén se puede hacer frente a la demanda de la Minorista, la cual no solicitó nuevas entregas.

Iris Alonso López, jefa del departamento de Comercio de la Empresa Minorista alega que “no hay contrato de puntillas porque no tengo una empresa que me las suministre y la que puede hacerlo es la Universal. Ellos son los encargados, pero no está planificado y ya no tenemos el plan que estipulaba su venta por materiales de la construcción o como insumo agropecuario”.

En otras palabras: no se venden porque no se distribuyen, y no se distribuyen porque no existen los mecanismos formales para solicitarlos.

La espera se prolonga, y a los trabajadores de Minas se les aleja más el salario, las producciones disminuyen y la población continúa demandando los clavos; y Pepe mira su vivienda a medio terminar, piensa en las opciones que tiene y camina rumbo al mercado negro.

 

 

 

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